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Zacarías 12: La liberación de Jerusalén

Sucederá en aquel día que los profetas serán eliminados, como una clara referencia a la eliminación del profetismo profesional falso en la era mesiánica. La desdicha de los falsos profetas se reflejará en el aborrecimiento de los padres que, fieles a Dios, no soportarán las mentiras de sus hijos; su amor por la verdad estará por encima de la mentira.

Estos falsos profetas se avergonzarán de su visión; en vez de sentirse privilegiados serán confundidos, de tal manera que ni ellos mismos creerán en las visiones que perciban. Nunca más se sentirán honrados de tomar la vestidura de profeta, negarán su oficio y tomarán el oficio de labrador; todo lo contrario del profeta Amós.

Estos dos males persisten en la actualidad: el pueblo sigue yendo en pos de dioses ajenos, de ídolos que no ofrecen la satisfacción de la sed espiritual, pero sí el entretenimiento, distrayendo a la criatura de su Creador. Los dioses antiguos han sido sustituidos por el amor al dinero, por la sed de la fama, por las pasiones vergonzosas que gracias a la agilidad y a la efectividad de los medios de comunicación se han hecho comunes a todas las sociedades. Los falsos profetas siguen proliferando por la fertilidad del campo. La carencia de proclamadores de la verdad ha dejado espacio suficiente para los falsificadores, falsos maestros que atentan contra las verdades eternas de Dios, enseñando beneficios temporales como sustitutos. La solución que ofrecen las corrientes modernas son temporales a un costo altísimo; la verdad de Dios es eterna y gratuita.

Los versículos 7-9 son muy confusos y difíciles de explicar, porque no se sabe a qué pastor se están refiriendo, ya sea al buen pastor o al mal pastor del capítulo 11.

¡Levántate, oh espada, contra mi pastor…! “La espada es la de la justicia divina, que parecía haber estado dormida mucho tiempo y debiera haber herido tiempo ha o al hombre o a su Sustituto, el Mesías”. No puede negarse el mensaje mesiánico de este pasaje. El uso de mi pastor, el hombre compañero mío o mi asociado, algunos se han atrevido a traducirlo como “mi igual”. En este caso nuestra inclinación es que se refiere al buen pastor; es clara referencia para el Mesías y que se cumplió en el Señor Jesucristo, quien sigue cumpliendo su promesa. Contiene tres elementos que irrumpen como rayos solares que le dan una claridad especial, tres grandes verdades aparecen entretejidas, para darle mayor solidez a la enseñanza en la cual Zacarías ha venido insistiendo en esta segunda parte de su libro: el castigo contra el pastor, el juicio de Dios contra las ovejas y la purificación del remanente.

No cabe duda de que Dios castigará al pastor negligente, pero el pastor que va a ser herido es el verdadero pastor, y Jehová lo llama su compañero; aquí es donde se presenta la dificultad. Una posible interpretación sería que el pastor verdadero, el buen pastor, comenzó bien su ministerio pero que presionado por las circunstancias se ve obligado a ceder, y dejando a un lado su función de guía dejó que las ovejas se descarriaran. Pero esto no concuerda con lo visto anteriormente, cuando el mismo profeta toma el lugar del pastor; o sea que el pastor que va a ser herido no será un pastor negligente. El castigo no sería necesariamente contra el pastor, sería contra el pueblo; esto mismo concuerda con el juicio sobre el pueblo, el cual será castigado: dos terceras partes de ellos se perderán, y solo se salvará una tercera parte, un remanente sobre el cual Dios seguirá cumpliendo su promesa.

La segunda opción, aunque parece difícil, se puede considerar como la más factible. Traemos a la memoria el momento en que el Señor Jesús anunciara la negación de Pedro, y para reafirmar su declaración sobre la negación citó estas palabras de Zacarías: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Esta es una declaración mesiánica, incomprensible en la época del profeta, pero a nosotros nos parece clara referencia al Señor Jesucristo en los momentos más difíciles de su ministerio, cuando estaba a punto de consumar la redención; fue grande su dolor al ver que aun sus discípulos más amados se alejaron de él.

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