Es precisamente con gestos sencillos de comprensión y amabilidad como este como podemos demostrar que pertenecemos a Jesucristo y somos Sus seguidores. Además, esta historia nos revela dos cosas hermosas sobre la fe que María tenía en Jesús.
(i) Instintivamente María acudía a Jesús cuando surgían problemas. Conocía a su Hijo. Él estuvo en el hogar familiar hasta los treinta años, y todo ese tiempo Jesús y María compartieron la vida.
Hay una antigua leyenda que nos cuenta algo de cuando Jesús era un niño pequeño en el hogar de Nazaret. Nos dice que en aquellos días, cuando la gente estaba cansada o preocupada o disgustada, decía: «Vamos a ver al niño de María.» E iban, y veían a Jesús, y se les disipaban los problemas. Todavía hoy día sigue siendo verdad que los que conocen íntimamente a Jesús acuden a Él cuando se encuentran en algún apuro… y Él nunca les falla.
(ii) Aun cuando María no sabía lo que Jesús iba a hacer, aun cuando parecía que no le había hecho caso, todavía María creía tanto en Él que se dirigió a los servidores y les dijo que hicieran lo que Jesús les dijera.
María tenía la fe que puede confiar aun cuando no entiende. No sabía lo que iba a hacer Jesús, pero estaba segura de que lo que hiciera sería lo mejor. En todas nuestras vidas hay momentos en los que no sabemos por dónde tirar. En todas nuestras vidas suceden cosas que no comprendemos y a las que no vemos ningún sentido. ¡Felices las personas que, en tales casos, siguen confiando, aunque no puedan entender!
Además, esta historia nos dice algo de Jesús. Respondiendo a María dijo: «Todavía no ha llegado mi momento.». En el evangelio aparece varias veces esta referencia a Su hora. En Juan 7:6 Todavía no ha llegado mi hora, pero para ustedes cualquier hora es buena., y Juan 7:8, Vayan ustedes a la fiesta; yo no voy, porque todavía no se ha cumplido mi hora., se refiere a Su manifestación como Mesías. En Juan 12:23, Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.; en Juan 17:1 Después de decir estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, la hora ha llegado: glorifica a tu Hijo, para que también él te glorifique a ti».; en Mateo 26:18 Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: El Maestro dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis discípulos.‘; en Mateo 18:45, Entonces regresó a donde estaban los discípulos, y les dijo: ¿Siguen ustedes durmiendo y descansando? Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. y en Marcos 14:41, ¿Siguen ustedes durmiendo y descansando? y a basta, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores., es la hora de Su crucifixión y muerte la hora de Su glorificación.
A lo largo de toda su vida Jesús sabía que había venido al mundo para una tarea y con un propósito determinados. Veía Su vida, no en función de Sus deseos, sino en relación con la voluntad de Dios. No veía Su vida en el marco del incesante fluir del tiempo, sino en el de la permanente y definitiva eternidad. La vida de Jesús iba transcurriendo segura hacia el momento para el que Él sabía que había venido al mundo. Aunque en casi nada nos podemos comparar con Jesús, en esto sí, no fue Él el único que vino a este mundo para cumplir el propósito de Dios. Como decía Unamuno: «Todos somos un sueño y una idea de Dios.» Cada uno de nosotros debemos pensar, no en términos de nuestros propios deseos y gustos sino en la misión para la que estamos en el mundo.
Ahora hemos de pensar en la verdad profunda y permanente que Juan está tratando de enseñarnos con esta historia. Recordemos que Juan estaba escribiendo desde un doble trasfondo. Era judío, y estaba escribiendo también para los judíos; pero su gran objetivo era escribir la historia de Jesús de tal manera que pudiera llegar también a los griegos. Vamos a considerarla antes de nada desde el punto de vista judío. Debemos recordar siempre que detrás de las sencillas historias de Juan hay un significado profundo que sólo pueden descubrir los que tienen ojos para ver. En todo su evangelio Juan no escribió nunca ningún detalle superfluo o innecesario. Todo tiene un significado y todo señala más allá. Había seis tinajas de piedra y a la orden de Jesús, el agua que contenían se volvió vino. Para los judíos, el siete es el número completo y perfecto, y el seis es incompleto e imperfecto. Las seis tinajas de piedra representan a la Ley judía, incompleta e imperfecta. Jesús vino a acabar con las imperfecciones de la Ley y a poner en su lugar el vino nuevo del Evangelio de Su gracia. Jesús cambió la imperfección de la Ley por la perfección de la gracia. Hay otra cosa que debemos notar en conexión con esta. Había seis tinajas de agua en cada una de las cuales cabían unos cien litros. Jesús convirtió el agua en vino. Eso haría que hubiera unos seiscientos litros de vino, más que suficiente para acabar felizmente esta boda y las demás bodas. Aunque sabemos lo que son estas fiestas en los pueblos del Mediterráneo, nos damos cuenta de que Juan no pretendía que nos quedáramos en el sentido literal exclusivamente. Lo que sí quería decirnos es que, cuando la gracia de Jesús viene a nuestra vida, hay bastante y de sobra para todo. No hay necesidad en el mundo que pueda agotar la gracia de Cristo; hay una gloriosa superabundancia de gracia para todas las necesidades humanas de todos los tiempos. Juan nos está diciendo que las imperfecciones se han convertido en perfección en Jesús, y que la gracia se ha vuelto ilimitada, suficiente y más que suficiente para todas las necesidades.