La nueva euforia
Tomamos nota de tres cosas en esta señal maravillosa que realizó Jesús.
(i) Tomamos nota de cuándo sucedió: en una fiesta de bodas. Jesús estaba en su ambiente. No era ningún austero aguafiestas. ¡Todo lo contrario, como vemos aquí! Le encantaba participar de la alegría y el regocijo de una boda, y ayudar en los problemas que se presentaran.
Hay algunas personas «religiosas» que difunden una atmósfera lúgubre por donde van. Miran con suspicacia todo lo que sea alegría y felicidad. Para ellos la religión es cosa de sotanas, de salmodias y de caras largas. Dijo de Alice Freeman Palmer uno de sus estudiantes: «¡Me hacía sentirme como si estuviera dándome un baño de sol!» (Y eso en Escocia…). Así era Jesús. C. H. Spurgeon tiene algunos consejos sabios, aunque cáusticos, en su libro Charlas a mis estudiantes: «El tono sepulcral puede que le vaya bien al de la funeraria; pero a los lázaros no los hacen salir de la tumba los gemidos espectrales.» «Conozco a hermanos que desde la coronilla hasta la planta de los pies son tan ministeriales en facha, tono, modales, cuello y botas que no les queda ni una partícula de humanidad visible… A algunos parece que les han enroscado una corbata blanca alrededor del alma, como un pingajo almidonado que les estrangula toda su hombría.» «Un individuo drenado totalmente de simpatía sería mejor que se dedicara a los oficios funerarios de enterrar a los muertos, porque jamás conseguirá hacerles mella a los vivos.» «Recomiendo jovialidad a todos los que quieran ganar almas; no frivolidad ni espuma, sino un espíritu sociable y feliz. Se cogen más moscas con miel que con vinagre, y conduce más almas al Cielo el que lleva el Cielo en la cara que el que lleva el Tártaro en sus gestos y aspecto.» Jesús nunca consideraba que fuera un crimen ser feliz. ¿Por qué lo han de considerar sus seguidores?
(ii) Tomamos nota de dónde sucedió: en un humilde hogar de una aldea de Galilea. Este milagro no se realizó en el escenario de una gran ocasión ni en presencia de grandes multitudes, sino en un hogar.
Green Armytage, en su libro Retrato de san Lucas, dice que a Lucas le encantaba presentar a Jesús en ambientes sencillos, hogareños y de gente humilde. En una frase gráfica dice que el evangelio de Lucas «domestica a Dios», es decir, Le introduce en el círculo del hogar y en las cosas más corrientes de la vida. Su intervención en Caná de Galilea nos muestra lo que Jesús pensaba del hogar. Como dice la versión Reina-Valera, «manifestó Su gloria» -es decir, se presentó tal como era-, y esa manifestación tuvo lugar en un sencillo hogar de pueblo. Hay una extraña paradoja en la actitud de mucha gente hacia el lugar que llaman hogar. Admitirían sin reservas que «no hay sitio bajo el Cielo más dulce que el hogar;» y, sin embargo, al mismo tiempo tendrían que reconocer que es allí donde reclaman el derecho a portarse peor, con menos cortesía, con mal genio y más egoísmo; mucho peor que en cualquier otro sitio o entre extraños. Muchos de nosotros tratamos a nuestros seres queridos de una forma que no osaríamos emplear con meros conocidos o compañeros ocasionales. A menudo son los extraños los que nos ven en nuestra mejor actitud, y los nuestros en nuestra peor. Deberíamos recordar siempre que fue en un hogar humilde donde Jesús manifestó Su gloria. Para Él el hogar era el sitio en el que había que portarse de la mejor manera posible.
(iii) Tomamos nota de por qué sucedió. Ya hemos visto que la hospitalidad era siempre un deber sagrado en Oriente. Habría hecho que a aquella familia se le cayera la cara de vergüenza el que faltara el vino en la boda.
Fue para salvar a una humilde familia galilea para lo que Jesús desplegó Su poder. Lo hizo movido por la simpatía, la amabilidad y la comprensión hacia la gente sencilla. Casi todos estamos dispuestos a echar el resto en una gran ocasión; pero sólo Jesús es capaz de hacer una cosa tan bonita en una ocasión tan sencilla e íntima como aquella. Hay una especie de malicia humana natural que más bien se alegra de las desgracias de los demás y que se complace en contarlas después mientras se toman unas cañas. Pero Jesús, el Señor de toda la vida, el Rey de la gloria, empleó su poder para salvar de la humillación a una sencilla pareja de novios de una aldea de Galilea.