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Una boda en Caná de Galilea

Al tercer día hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos fueron también invitados a la boda. 3 Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: — Ya no tienen vino. Jesús le contestó: Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía. Ella dijo a los que estaban sirviendo: — Hagan todo lo que él les diga. Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua. Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo: Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta. Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido; solo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo: Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora. Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en él. Después de esto se fue a Cafarnaúm, acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos; y allí estuvieron unos cuantos días. Juan 2:1-12

La misma riqueza de detalles del Cuarto Evangelio les presenta un problema a los que lo quieren estudiar o explicar. Siempre hay dos cosas: la historia clara y sencilla que cualquiera puede entender y contar, y una riqueza de sentido profundo para el que quiera investigar y desentrañar y entender más. Hay tanto en un pasaje como éste que vamos a dividirlo en tres para estudiarlo. Primero lo miraremos sencillamente para situarlo en su entorno y darle vida. Luego miraremos algunas de las cosas que nos dice de Jesús y Su obra. Y por último, consideraremos la verdad permanente que Juan está tratando de decirnos.

Caná de Galilea se llamaba así para distinguirla de otra Caná que había en Celesiria. Era una aldea que estaba cerca de Nazaret. Jerónimo, que estuvo en Palestina, dice que se la veía desde Nazaret. En Caná había una fiesta de boda en la que se encontraba María, que parece que tenía alguna responsabilidad. Tal vez tenía algo que ver con los preparativos, porque se preocupó cuando se dio cuenta de que faltaba el vino; y tenía suficiente autoridad para decirle a los criados que hicieran lo que les dijera Jesús. Algunos de los evangelios posteriores que no se incluyeron en el Nuevo Testamento añaden ciertos detalles a esta historia. Uno de estos evangelios nos dice que María era la hermana de la madre del novio. Hay un antiguo compendio de introducciones a los libros del Nuevo Testamento que se llama Los prefacios monárquicos, que nos cuenta que el novio era nada menos que el mismo Juan. No sabemos si estos detalles extras serán ciertos o no, pero la historia se nos cuenta tan gráficamente que no podemos dudar que procede de un testigo presencial. No se menciona a José, como tampoco en los otros evangelios después de las historias de la Navidad. La explicación más probable es que para entonces ya habría muerto. Parece que murió bastante pronto, y que la razón por la que Jesús pasó dieciocho largos años en Nazaret fue que tenía que hacerse cargo de mantener a su madre y familia. Sólo cuando Sus hermanos y hermanas más jóvenes se pudieron valer por sí mismos, Jesús salió del hogar familiar.

La escena nos presenta una fiesta de boda en una aldea. En Palestina, una boda era una ocasión especialísima. La ley judía especificaba que la boda de una virgen se debía celebrar en miércoles. Este es un detalle interesante, porque nos da una fecha desde la que podemos contar hacia atrás; si esta boda tuvo lugar el miércoles, tiene que haber sido sábado cuando Jesús se encontró por primera vez con Andrés y Juan, que se quedaron con Él todo el día. La fiesta de bodas duraba mucho más de un día. La ceremonia en sí tenía lugar por la tarde, después de una fiesta. Después de la ceremonia se acompañaba a la pareja a su nuevo hogar. Para entonces ya había oscurecido, y la comitiva iba por las calles de la aldea a la luz de antorchas llameantes y con un dosel bajo el que iba la pareja. Los llevaban por un camino intencionadamente más largo para que hubiera más personas que tuvieran oportunidad de felicitarlos. Pero la nueva pareja no se iba para la luna de miel; se quedaban en casa, y recibían visitas toda la semana. Llevaban coronas y se vestían con su ropa de bodas. Los trataban como a un rey y a una reina, hasta dándoles ese tratamiento, y su palabra era ley.

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