No fue por accidente que el Cristianismo llegara cuando llegó. Llegó en el buen tiempo de Dios; toda la Historia había sido la preparación para él, y las circunstancias eran idóneas para que entrara la marea.
Un fiel lugarteniente
No sabemos mucho de Tito, el destinatario de esta carta; no se le menciona en Hechos; pero de las escasas referencias que se hacen a él surge el retrato de un hombre que era uno de los más fiables y valiosos para Pablo. Pablo le llama « mi verdadero hijo,» porque es probable que fuera uno de sus conversos, tal vez en Iconio.
Tito fue el compañero de Pablo en un tiempo extraño y difícil. Cuando Pablo hizo la visita a Jerusalén, a una iglesia que le miraba con suspicacia, desconfianza y desagrado, fue a Tito al que llevó consigo juntamente con Bernabé (Gálatas 2:1). Decía del famoso escocés Dundas uno de sus amigos: « Dundas no es ningún orador; pero se embarcará contigo en cualquier clase de tiempo.» Así era Tito. Cuando Pablo lo tenía difícil, Tito estaba a su lado.
Tito era el hombre para una misión difícil. Cuando el problema de Corinto estaba en lo más alto, fue a él al que Pablo mandó, con una de las cartas más severas que Pablo escribió nunca (2 Corintios 8:16). Está claro que Tito tenía el equilibrio mental y la firmeza de carácter que le permitían arrostrar y pilotar una situación difícil. Hay dos clases de personas: los que pueden empeorar cualquier mala situación, y los que pueden sacar orden del caos y paz de la pelea. A Tito se le podía mandar adonde había problemas. Tenía el don de la administración práctica. La iglesia debería dar gracias a Dios por personas a las que se puede acudir cuando se necesita un trabajo práctico bien hecho.
Pablo le da a Tito algunos títulos notables.
(i) Le llama su hijo verdadero. Eso debe de querer decir que Tito era su convertido e hijo en la fe (Tito 1:4). No hay nada en el mundo que les dé más gozo a un predicador o a un maestro que ver que alguien a quien han enseñado llega a ser útil en la Iglesia. Tito era el hijo que le producía gozo en el corazón a Pablo, su padre en la fe.
(ii) Le llama su hermano (2 Corintios 2:13) y su colaborador en el trabajo y en la lucha (2 Corintios 8:23). El gran día para un predicador o maestro es aquel en que su hijo en la fe llega a ser su hermano en la fe, cuando uno al que ha enseñado está listo para ocupar su puesto en la obra de la Iglesia, no ya como principiante, sino como responsable.
(iii) Dice que Tito se conducía en el mismo espíritu (2 Corintios 12:18). Sabía que Tito trataría los asuntos como los habría tratado él mismo. Feliz la persona que tiene un lugarteniente a quien puede confiar su trabajo, con la seguridad de que lo hará de la misma manera que ella lo habría hecho.
(iv) Le encarga a Tito una gran tarea: le manda a Creta como ejemplo para los cristianos de allí (Tito 2:7). El mayor cumplido que le hizo Pablo a Tito fue enviarle a Creta, no para que les hablara de cómo tienen que ser los cristianos, sino para que se lo mostrara. No puede haber mayor responsabilidad ni cumplido que ese.
Se ha hecho una sugerencia muy interesante. 2 Corintios 8:18 y 12:18 dicen que cuando Pablo mandó a Tito a Corinto fue otro hermano con él, que se describe en el pasaje anterior como « el hermano que es famoso en todas las iglesias,» y que se suele identificar con Lucas. Se ha sugerido que Tito era hermano de Lucas. Es sorprendente que a Tito no se le mencione ni una sola vez en Hechos; pero sabemos que Lucas fue el que lo escribió, y a menudo cuenta la historia en la primera persona de plural, diciendo: «Hicimos esto» o «Hicimos lo otro.» Y se ha sugerido que en tales situaciones Tito se encontraba con Lucas.
Si fue así o no no lo podemos asegurar; pero Lucas y Tito tienen un parecido familiar en eso de ser hombres aptos para servicios prácticos.
En la iglesia de Occidente se conmemora el día de Tito el 4 de enero, y en la de Oriente el 25 de agosto.
El anciano de la iglesia
La razón por la que te dejé en Creta era para que corrigieras las deficiencias en la organización de la iglesia, y para que nombraras ancianos en cada ciudad como yo te instruí. Un anciano es un hombre cuya conducta debe estar libre de toda crítica, marido de una sola mujer, con hijos que sean también creyentes y que no se puedan acusar de libertinaje ni sean indisciplinados. Porque el que tenga a su cargo la supervisión de la iglesia de Dios debe ser irreprochable, como corresponde a un mayordomo de Dios.
Ya hemos estudiado en detalle las calificaciones del anciano como las presenta Pablo en 1 Timoteo 3:1-7. No nos es necesario examinarlas de nuevo en detalle.
Pablo tenía la costumbre de ordenar ancianos tan pronto como se fundaba una iglesia (Hechos 14:23). Creta era una isla con muchas ciudades. «Creta de las Cien Ciudades» la llamaba Homero. Pablo tenía el principio de animar a las iglesias a mantenerse independientes lo más pronto posible.
En esta lista repetida de las calificaciones de un anciano se subraya especialmente una cosa: debe ser un hombre que haya enseñado la fe a su propia familia. Más tarde, el Concilio de Cartago establecería: «Los obispos, ancianos y diáconos no serán ordenados para el ministerio antes de hacer que todos los miembros de sus familias sean miembros de la Iglesia Universal.» El Cristianismo empieza en casa. No es ninguna virtud el estar tan ocupado con el trabajo de fuera que se abandona el de casa. Todo lo que se haga por la iglesia en el mundo no puede expiar el abandono de la propia familia. Pablo usa una palabra muy gráfica. La familia del anciano debe estar libre de acusaciones de libertinaje. La palabra griega es asótía, que es la que se usa en Lucas 15:13 refiriéndose al hijo pródigo que malgastó su dinero viviendo perdidamente. El que es asótos no puede ahorrar; es manirroto y derrochón, y malgasta su hacienda en caprichos personales; destruye su hacienda y acaba por destruirse a sí mismo. Aristóteles, que siempre describía las virtudes como el punto medio entre dos extremos, declara que por una parte está la tacañería, y por la otra la asótía, la extravagancia egoísta y desmadrada; la virtud en este caso es la liberalidad. La casa del anciano no debe nunca ser culpable del mal ejemplo de malgastar desaforadamente en placeres personales.