(iv) El resultado de la fe y el conocimiento debe ser una vida realmente religiosa. La fe debe siempre desembocar en la vida, y el conocimiento cristiano no es meramente intelectual, sino saber vivir. Ha habido muchos grandes eruditos que eran verdaderas nulidades en las cosas ordinarias de la vida, y fracasos totales en las relaciones personales. Una vida realmente religiosa es aquella que mantiene una relación real y constante con Dios, con uno mismo y con los demás. Es una vida que puede asumir tanto los grandes momentos como las obligaciones cotidianas. En una vida en la que Jesucristo vive en nosotros. El obrero cristiano está obligado a ofrecer a las personas la vida de Dios, despertar la fe en sus corazones y estimular el conocimiento en sus mentes; permitirles, en fin, vivir de tal manera que otros vean el reflejo del Maestro en ellos.
El propósito y el tiempo de Dios
Este pasaje nos habla del propósito de Dios, y de Su manera de llevarlo a cabo.
(i) El propósito de Dios para el ser humano ha sido siempre de salvación. Su promesa de la vida eterna está en pie desde antes que empezara el mundo. Es importante notar que Pablo aplica aquí el título de Salvador tanto a Dios como a Jesús. Algunas veces se presenta el Evangelio de una manera que parece hacer una distinción entre un Jesús benigno, amoroso y generoso, y un Dios duro, grave y severo. A veces se nos presenta como si Jesús hubiera hecho algo para alterar la actitud de Dios hacia los seres humanos y convencerle para que dejara a un lado Su ira y no los castigara. No tiene justificación bíblica posible esa presentación del Evangelio. Detrás de todo el proceso de salvación está el amor eterno e inalterable de Dios, y fue ese amor el que Jesús vino a revelar a la humanidad. Dios es característicamente un Dios Salvador, Cuyo deseo supremo no es condenar, sino salvar. Es el Padre Que solo desea que Sus hijos vuelvan al hogar para estrecharlos amorosamente contra Su pecho.
(ii) Pero este pasaje habla de algo más que el propósito eterno de Dios; habla también de Su método. Nos dice que El envió Su mensaje a Su debido tiempo. Eso quiere decir que toda la Historia fue la preparación para la venida de Jesús. No podemos ensañar a una persona ninguna clase de conocimiento hasta que esté preparada para recibirlo. En todo conocimiento humano hay que empezar por el principio; así tenía que estar preparada la humanidad para la venida de Jesús. Toda la historia del Antiguo Testamento y toda la búsqueda de los filósofos griegos eran preparativos para ese acontecimiento. El Espíritu de Dios Se estaba moviendo entre los judíos y todos los demás pueblos para que estuvieran preparados para recibir al Hijo de Dios cuando viniera. Debemos ver toda la Historia como el método de Dios para educar a la humanidad.
(iii) Además, el Evangelio vino a este mundo cuando le era posible propagarse. Había cinco elementos en la situación mundial que facilitaron su difusión.
(a) Prácticamente todo el mundo sabía griego. Eso no quiere decir que hubieran olvidado su propio lenguaje tradicional, sino que el griego había llegado a ser la lengua internacional. Era el lenguaje del comercio, de la diplomacia y de la cultura. Si uno iba a tomar parte en la vida y en las actividades públicas tenía que saber griego. Muchos eran bilingües, y la primera etapa del Cristianismo fue extraordinariamente propicia para su extensión porque los misioneros no tenían problemas de lenguaje que resolver.
(b) Para todos los propósitos, no había fronteras. El Imperio Romano coincidía en extensión con el mundo conocido. Dondequiera que fuera un viajero, se encontraba dentro del imperio. Hasta hace muy poco, si uno quería recorrer Europa tenía que tener un pasaporte, y que detenerse en las fronteras… y podía encontrarse ante « telones de acero». En la primera etapa del Cristianismo un misionero podía trasladarse sin dificultades de un extremo a otro del mundo conocido.
(c) Viajar era relativamente fácil. Cierto que era lento, sobre todo si se compara con nuestro tiempo, porque no había tal cosa como vehículos mecánicos, y la mayor parte de los viajes se tenían que hacer a pie, o al paso de animales lentos de transporte o de carga. Pero los romanos habían construido una red extensa de carreteras de unos países a otros, y en general las habían limpiado de bandoleros como a los mares de piratas. Por lo menos podemos decir que el viajar era más fácil de lo que había sido nunca antes.
(d) La primera etapa del Cristianismo fue una de las pocas en que el mundo estuvo considerablemente en paz. Si hubiera habido guerras rugiendo por toda Europa el progreso de la obra misionera se habría hecho imposible. Pero la pax romana se mantuvo, y los viajeros se podían mover por el Imperio Romano con relativa seguridad.
(e) Era un mundo consciente de sus necesidades. Las viejas creencias se habían desmoronado, y las nuevas filosofías estaban por encima de las cabezas de la gente normal y corriente. Se oteaba, como decía Séneca, ad salutem, hacia la salvación. Se era cada vez más consciente de «la debilidad en las cosas esenciales.» Esperaban «una mano que se les tendiera para levantarlos.»
Buscaban «una paz, no de parte del césar, sino de Dios.» Nunca hubo un tiempo en que los corazones estuvieran más abiertos a recibir el mensaje de Salvación que les llevaban los misioneros cristianos.