Te amo hijo

Mario era un niño muy malo, desde pequeño hacia las cosas que eran increíbles pudiera hacer un niño de su edad. Le pegaba a los más pequeños, les quitaba la merienda, el dinero y les dañaba los juguetes a los demás niños.

Su madre le decía: “Te amo hijo mío, no hagas esas cosas”. Y él sin embargo le decía: “Te odio”.

Así pasó el tiempo y Mario creció igual, dejó la escuela y se dedicaba a hacer maldades. Pero un día Mario hizo algo muy malo y que no había hecho nunca: Mató a un hombre por dinero.

Pensaba que nadie lo había visto, pero una señora lo vio y se lo dijo a la policía. Mario fue arrestado, fue llevado a juicio en donde el jurado lo declaró culpable. En una semana Mario iba a ser ahorcado. Aún en la cárcel, los demás reos le temían, allá tampoco respetaba a nadie.

Su madre iba a verlo todos los días y le llevaba galletitas y él se las tiraba en la cara y le decía siempre: “Te odio, por mí pudieras estar muerta”.

La madre siempre lloraba y no tomaba en cuenta todas esas cosas malas que le decía su hijo y le decía todos los días: “Te amo hijo mío, aunque me ofendas y me digas lo que quieras nunca voy a dejar de amarte”.

Así era todos los días. Ya sólo faltaban tres días para que Mario fuera ahorcado. Pidió clemencia y pidió al juez que lo perdonara porque se dio cuenta que estaba muy joven para morir, pero el perdón le fue negado. Faltando sólo un día para su muerte, por primera vez, Mario miró al cielo y pidió una oportunidad.

Cuando el guardia fue a buscarlo, Mario empezó a llorar y a pedir clemencia, mientras caminaba se dio cuenta que caminaba en dirección opuesta al lugar en donde estaba la horca, y dijo: “¿Qué pasa? La horca está del otro lado, ¿hacia dónde me llevan?”

El guardia le dijo: “Ya eres libre, puedes irte a tu casa, alguien murió en tu lugar y ya estás perdonado”. Mario muy feliz y muy extrañado preguntó quién fue esa persona que se atrevió a morir para que él recibiera el perdón y fuese puesto en libertad. El guardia le dijo: “Su madre se ofreció a morir por usted”.

Mario se quedó pasmado, sus ojos por primera vez se llenaron de lágrimas, sintió que se le abría el corazón y dijo gritando a gran voz: “¡De verdad ella me amaba, de verdad me amaba!”

¿Entiendes tú el sacrificio que hizo Jesús al morir en la cruz por ti?. Pagó tu deuda para que hoy fueras libre y fueras perdonado. ¿Cómo agradeces ese sacrificio?

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