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Surgimiento de Juan el Bautista

(c) Estaba la comida de que se alimentaba: langostas y miel silvestre. Resulta que las dos palabras se prestan a dos interpretaciones. Las langostas podían ser los saltamontes que la Ley permitía comer: «De ellos podéis comer éstos: la langosta según sus especies, la langosta destructora según sus especies, el grillo según sus especies y el saltamontes según sus especies. (Levítico 11:22); pero también puede que fuera una especie de judía o fruto seco, el jarob, la algarroba, que era el alimento de los más pobres de los pobres. La miel puede que fuera la que hacían las abejas silvestres; o puede que fuera una especie de sabia dulce que destila la corteza de algunos árboles. No importa mucho lo que quieran decir las palabras exactamente. En cualquier caso, la dieta de Juan era de lo más simple.

Así surgió Juan. La gente tenía que prestarle atención a un hombre así. Se decía de Carlyle que «predicó el Evangelio del silencio en veinte volúmenes.» Muchos vienen con un mensaje que niegan con sus vidas, con una cómoda cuenta corriente y predicando que no se deben hacer tesoros en la Tierra. Muchas personas exaltan las bendiciones de la pobreza desde un hogar confortable y aun lujoso. Pero en el caso de Juan, el hombre era el mensaje, y por eso le escuchaba la gente.

(ii) Su mensaje era eficaz porque le decía a la gente lo que ya sabía en lo más íntimo del corazón, y le traía lo que estaba esperando en lo más hondo del alma.

(a) Los judíos tenían un dicho: «Si Israel cumpliera la Ley de Dios perfectamente un solo día, el Reino de Dios se haría realidad.» Cuando Juan convocó al pueblo al arrepentirme estaba invitando a una decisión que todos sabían en lo más íntimo de su corazón que debían hacer. Mucho tiempo antes Platón había dicho que la educación no consistía en decirle a la gente cosas nuevas, sino en extraer de su memoria lo que ya sabía. Ningún mensaje es tan eficaz como el que habla la propia conciencia de la persona, y ese mensaje llega a se casi irresistible cuando el que lo presenta es una persona que tiene derecho a hablar.

(b) El pueblo de Israel era plenamente consciente de que hacía trescientos años que había estado callada la voz de la profecía. Estaba esperando alguna auténtica palabra de Dios; Y en Juan la oyó. Al experto se le puede reconocer en cualquier estrato de la vida. Un famoso violinista nos dice que tan pronto como Toscanini llegaba al atril la orquesta sentía una ola de autoridad que fluía de él hacia ella. Reconocemos enseguida al médico que tiene verdadera ciencia. Reconocemos instantáneamente al conferenciante que domina su tema. Juan había venido de Dios, y no lo podía por menos de notar cualquier que le oyera.

(iii) Su mensaje era efectivo porque él era totalmente humilde. Su propio veredicto acerca de sí mismo era que no merecía hacer ni la labor de un esclavo. Las sandalias estaba hechas sencillamente de una suela de material que se sujetaba al pie con unas correas que pasaban entre los dedos. Lascarreteras no estaban pavimentadas. En tiempo seco estaba llenas de polvo, y en tiempo húmedo, de barro. El quitarle la; sandalias al que llegaba a la casa era algo que no correspondía nada más que a un esclavo. Juan no esperaba nada para sí mismo, y sí todo para el Cristo al Que proclamaba. Se olvidaba totalmente de sí mismo, se entregaba totalmente, se perdía totalmente en su mensaje, y eso era lo que hacía que la gente le escuchara.

(iv) Su mensaje era eficaz porque señalaba a algo y a alguien más allá de sí mismo. Le decía a la gente que su bautismo los empapaba de agua, pero el que venía lo empapa del Espíritu Santo; y mientras el agua podía limpiar el cuerpo de una persona, el Espíritu Santo podía limpiar su vida interior y corazón.

El doctor G. J. Jeffrey tenía una ilustración favorita: Cuando estaba haciendo una llamada telefónica por medio del operador y había algún retraso, el operador solía decir: «Estoy tratando de ponerle a usted en contacto.» Y cuando estaba establecido el contacto, el operador se desvanecía y le dejaba en contacto directo con la persona con la que quería hablar.

El único propósito de Juan era no ocupar él mismo el centro de la escena, sino tratar de poner a las personas en contacto con Uno Que era más grande y poderoso que él. Y la gente le escuchaba porque él no se señalaba a sí mismo, sino al Que todas las personas necesitaban.

Aquí tenemos el mensaje de Juan al pueblo. En ningún lugar queda más evidente la diferencia que hay entre Juan el Bautista y Jesús; porque el mensaje de Juan no era Evangelio, es decir, buena noticia, sino una noticia aterradora.

Juan había vivido en el desierto. La superficie del desierto estaba cubierta de ramas y matojos secos como la yesca. A veces una chispa prendía, y se armaba un incendio en el desierto, y salían las víboras de sus grietas, escabulléndose de la quema. Con ellas comparaba Juan a los que venían a bautizarse.

Los judíos no tenían la menor duda de que en la economía de Dios había una cláusula referente a una nación privilegiada. Mantenían que Dios juzgaría a las demás naciones con una medida, y a los judíos con otra. De hecho, creían que un judío estaba a salvo del juicio simplemente por serlo. Los hijos de Abraham estaban exentos del juicio. Juan les decía que no hay tal cosa como privilegios raciales; que la vida, no el linaje, era lo que Dios consideraba en el juicio.

Hay tres cosas que sobresalen en el mensaje de Juan.

(i) Empezaba demandando a los hombres que compartieran lo que tenían con los que no tenían. Era un Evangelio social, que anunciaba que Dios no absolverá nunca al que está contento de tener de más cuando otros tienen de menos.

(ii) Mandaba a los hombres, no que dejaran su trabajo, sino que cumplieran con su trabajo como era debido: que el publicano fuera un buen publicano, y el soldado un buen soldado. Lo que Dios manda es que le sirvamos allí donde Él nos ha colocado.

Hay un espiritual negro que dice: Hay un Rey y Gran General, que está a punto de llegar, y me hallará sachando algodón cuando venga. Ya se oyen sus legiones a la carga en los campos del cielo, y me hallará sachando algodón cuando venga. Hay un Hombre al que echaron a la cuneta, y le torturaron hasta matarle, y me hallará sachando algodón cuando venga. Fue odiado y rechazado, burlado y crucificado, y me hallará sachando algodón cuando venga. ¡Cuando venga, cuando venga! Le coronarán los santos y los ángeles cuando venga, y le gritarán ¡Hosana! al Hombre que negaron los hombres, y yo me arrodillaré entre mi algodón cuando venga.

Juan estaba convencido de que donde todos podemos servir mejor a Dios es en nuestro trabajo diario.

(iii) Juan estaba bien seguro de que él no era más que el precursor. El Rey estaba todavía por venir, y con Él vendría el juicio. El bieldo era entonces una gran pala plana con la que se echaba hacia arriba lo trillado; el grano, más pesado, caía al suelo, y la brisa aventaba la paja. Así como se separa el trigo de la paja, el Rey separaría a los buenos de los malos.

Así describía Juan el juicio, un juicio que el hombre podía pasar con confianza si había cumplido sus deberes con los demás y había hecho bien su trabajo cotidiano. Juan era un predicador supremamente efectivo. Una vez le dieron a Chalmers la enhorabuena por un sermón, pero él contestó: «Sí, ¿pero para qué sirvió?»

Está claro que Juan predicaba la acción y la producía. No se metía en disquisiciones teológicas, sino predicaba la vida.

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