Santiago 1: Saludo

El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de ser enaltecido por Dios; y el rico de ser humillado. Porque el rico es como la flor de la hierba, que no permanece. Cuando el sol sale y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se cae y su belleza se pierde. Así también, el rico desaparecerá en medio de sus negocios.

Según lo vio Santiago, el Evangelio le trae a cada uno lo que necesita. Como decía Mayor: «Como el pobre despreciado aprende a respetarse a sí mismo, así el orgulloso rico a despreciarse» .

El Evangelio le trae al pobre un nuevo sentido de su propia valía.

(a) Aprende que él importa en la iglesia: En la Iglesia Primitiva no había diferencia de clases. Podía suceder que un esclavo fuera el pastor de la congregación; el que predicaba y administraba los sacramentos; mientras que su amo no era más que un simple miembro. En la Iglesia se borran las dignidades sociales del mundo, y ninguno importa más que otro.

(b) Aprende que él importa en el mundo. El Evangelio, enseña que todas las personas tienen una tarea que realizar en el mundo. Cada uno Le es útil a Dios; y aunque esté confinado en el lecho del dolor; el poder de su oración puede seguir actuando en el mundo de la gente.

(c) Aprende que Le importa a Dios. Como dijo Mureto: «No llaméis indigno a ninguno por quién Cristo murió.»

El Evangelio trae al rico un sentido nuevo de autodesprecio. El gran peligro de la riqueza, es que tiende a darle a la persona un falso sentido de seguridad. Se siente segura; se cree que tiene los recursos para enfrentarse con todo y para redimirse de cualquier situación adversa.

Santiago traza un cuadro pictórico que sería muy familiar en Palestina. En los descampados, si hay un chubasco alguna vez, brotan las delgadas hojas de la hierba verde; pero el ardor del sol las desaparece en un solo día como si no hubiera existido. El viento solano es el kausón, el viento abrasador del Sudeste, el simún. Venía derecho del desierto y se lanzaba sobre Palestina como la bocanada que sale de un horno ardiendo cuando se abre la compuerta. En una hora quemaba la vegetación como si fuera papel de fumar.

Esa es la descripción de lo que sucede con una vida que depende de la riqueza. El que pone su confianza en la riqueza confía en algo que le pueden arrebatar los azares y avatares de la vida en cualquier momento. La misma vida es incierta. Detrás de las palabras de Santiago se encuentra la expresión poética de Isaías: «Toda criatura es hierba, y toda su gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se marchita cuando el aliento del Señor sopla sobre ella; la gente no es más que hierba» (Isaías 40: 6s; cp. Salmo 103:1 S).

El mensaje de Santiago es que, si la vida es tan insegura y el hombre tan vulnerable, las calamidades y los desastres se nos pueden echar encima en cualquier momento. En ese caso, es estúpido poner toda nuestra confianza en cosas, como la riqueza, que se pueden perder en cualquier momento. El sabio es el que pone su confianza en lo que no se puede perder.

Así que Santiago exhorta al rico a que deje de confiar en lo que puede atesorar por su propio esfuerzo, a que reconozca su humana indefensión y ponga su confianza humildemente en Dios, Que es el único que no cambia y es para siempre.

Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque al salir aprobado recibirá como premio la vida, que es la corona que Dios ha prometido a los que lo aman.

El que se enfrenta con la prueba como es debido tiene la felicidad aquí y en el más allá.

(i) En esta vida da muestra de su auténtica valía. Es como Eí dókimos; el metal auténtico sin mezcla de impurezas. Se ha templado su carácter, y surge de la prueba fuerte y puro.

(ii) En la vida venidera recibe la corona de la vida. Aquí se esconde más de lo que se ve. En el mundo antiguo; la corona (stéfanos) tenía por lo menos cuatro grandes asociaciones.

(a) La corona de flores se usaba en los días alegres, en las bodas y en las fiestas (cp. Isaías 28:1s; Cantares 3:11).

(b) La corona era el signo de la realeza, y la usaban los reyes. Algunas veces era de oro, y otras consistía en una banda de lino alrededor de la frente (Salmo 21:3; Jeremías 13:181;

(c) La corona de laurel era el premio del vencedor en los juegos, el más codiciado por los atletas (cp. 2 Timoteo 4:8):

(d) La corona era un emblema de honor y dignidad.

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