Santiago 1: Saludo

En tiempos de Nabucodonosor hubo un éxodo voluntario de muchos judíos a Egipto (2 Reyes 25:26). Allá para el año 650 a. C. , el rey Samético se decía que tenía mercenarios judíos en sus ejércitos. Cuando Alejandro Magno fundó Alejandría, se ofrecieron privilegios especiales a los que se instalaran allí, y llegaron gran número de judíos. Alejandría se dividía en cinco distritos administrativos, y dos de ellos estaban habitados por judíos, que sumaban en esa sola ciudad más de un millón. Los asentamientos judíos en Egipto llegaron a tal punto que, hacia el año 50 a. C. , se construyó una réplica del templo de Jerusalén en Leontópolis para los judíos egipcios.

Muchos judíos se trasladaron también a Siria. La concentración más importante fue en Antioquía, donde se predicó el Evangelio por primera vez a los gentiles, y los seguidores de Jesús recibieron el mote de cristianos. En Damasco leemos que masacraron a 10,000 judíos en una ocasión.

Así que Egipto y Siria tenían numerosas poblaciones judías. Pero otros se instalaron más lejos. En Cirene, al Norte de Africa, leemos que la población estaba dividida entre ciudadanos, agricultores, residentes extranjeros y judíos. Mommsen, el historiador de Roma, escribe: «Los habitantes de Palestina no eran más que una parte, y no la más importante, de los judíos; las comunidades judías de Babilonia, Siria, Asia Menor y Egipto eran muy superiores a la de Palestina.» La mención de Asia Menor nos conduce a otra esfera en la que los judíos eran numerosos. Cuando se desmembró el imperio de Alejandro Magno a su muerte, Egipto correspondió a los Tolomeos, y Siria y los territorios adyacentes a Seleuco y sus sucesores los seléucidas. Estos tenían dos características principales. Seguían una política deliberada de fusión de poblaciones con vistas a ganar seguridad y acabar con los nacionalismos. Y también eran inveterados fundadores de ciudades. En estas ciudades se necesitaban residentes, lo que hacía que se ofrecieran atractivos y privilegios especiales a los candidatos. Los judíos aceptaron a millares la nacionalidad de estas ciudades. Por toda Asia Menor, en las grandes ciudades de la costa del Mediterráneo y en los grandes centros comerciales, los judíos eran numerosos y prósperos. Hasta había trasplantes obligatorios: Antíoco el Grande se llevó a 2,000 familias judías de Babilonia y las reasentó en Lidia y en Frigia. De hecho, la salida de Palestina tomó tales proporciones que los judíos palestinos se quejaban de sus hermanos que abandonaban las austeridades de Palestina para disfrutar de los baños y de las fiestas de Asia y de Frigia; y Aristóteles nos cuenta que se encontró a un judío en Asia Menor que era «griego, no sólo en la lengua, sino también en el alma.»

Está claro que había judíos en todas las partes del mundo. El geógrafo griego Estrabón escribe: «Cuesta trabajo encontrar un lugar en todo el ancho mundo que no esté ocupado y dominado por judíos.» Y el historiador judío Josefo escribe: «No hay ciudad, ni tribu, ya sean griegas o bárbaras, en la que no hayan arraigado la ley y las costumbres judías.» Los Oráculos sibilinos, escritos hacia el año 140 a. C. , dicen que todas las tierras y todos los mares están llenos de judíos. Hay una carta que se supone que le mandó Agripa a Calígula, que cita Josefo, en la que se dice que Jerusalén no es sólo la capital de Judea, sino de la mayor parte de los países, por las colonias que ha instalado en ocasiones propicias en los países cercanos de Egipto, Fenicia, Siria, Celesiria, y en los más remotos de Parifilia y Cilicia, en la mayor parte de Asia hasta llegar a Bitinia y el Ponto; también en Europa: Tesalia, Boecia, Macedonia, Etolia, Ática, Argos, Corinto y en las mejores partes del Peloponeso.

Y no sólo estaba lleno de asentamientos judíos el continente, sino también las islas más importantes: Eubea, . Chipre, Creta y no digamos las tierras más allá, del Éufrates, en todas las cuales había habitantes judíos.

La Diáspora judía era coextensiva con el mundo; y fue el factor más importante para la extensión del Cristianismo.

Santiago escribe a das doce tribus de la Diáspora. ¿A quiénes tiene en mente al escribir? Las doce tribus de la Diáspora podría querer decir cualquiera de las tres cosas siguientes.

(i) Podría representar a todos los judíos de fuera de Palestina. Ya hemos visto que suponían millones. Había de hecho muchos más judíos por toda Siria y Egipto y Grecia y Roma y Asia Menor y todas las tierras del Mediterráneo y más allá de Babilonia, que en Palestina. En las condiciones del mundo antiguo sería totalmente imposible mandar un mensaje a una circunscripción tan extensa y desparramada.

(ii) Podría querer decir los judíos cristianos fuera de Palestina. En este caso incluiría probablemente a los judíos en los países alrededor de Palestina, tal vez particularmente los de Siria y Babilonia. No cabe duda de que si alguno hubiera de escribir una carta a esos judíos sería Santiago, porque era el líder reconocido de la cristiandad judía.

(iii) La frase podría tener un tercer significado. Para los cristianos, la Iglesia Cristiana era el Nuevo Israel. Al final de Gálatas Pablo manda su bendición al Israel de Dios (Gálatas 6:16). La nación de Israel había sido el pueblo escogido especialmente por Dios; pero se habían negado a aceptar su lugar, su responsabilidad y su tarea. Cuando vino el Hijo dé Dios, le rechazaron. Por tanto, todos los privilegios que les habían correspondido pasaron a la Iglesia Cristiana, que es el nuevo pueblo de Dios. Pablo (Romanos 9:7s) había desarrollado esta idea hasta sus últimas consecuencias. Era su convicción que los verdaderos descendientes de Abraham no eran los que podían remontar su ascendencia física hasta él, sino los que habían emprendido la misma aventura de fe que emprendió Abraham. El verdadero Israel se componía, no de ninguna nación o raza en particular, sino de los que habían aceptado a Jesucristo por la fe. Así pues, esta frase podría muy bien querer decir la Iglesia Cristiana en general.

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