Hay una ley ética que el cristiano tiene que esforzarse por cumplir. Esa ley se encuentra primero en los Diez Mandamientos; y también en las enseñanzas de Jesús. Santiago llama dos cosas a esta ley.
(i) La llama perfecta ley. Hay tres razones por las que la ley es perfecta.
(a) Es la ley de Dios, promulgada y revelada por Él. La manera de vivir que Jesús estableció para Sus seguidores está de acuerdo con la voluntad de Dios.
(b) Es perfecta porque no se puede mejorar. La ley evangélica es la ley del amor; y no se pueden satisfacer plenamente las demandas del amor. Cuando amamos a alguien, sabemos muy bien que aunque, le diéramos todo el mundo y estuviéramos a su servicio toda la vida, no nos daríamos, por satisfechos o consideraríamos que merecemos su amor.
(c) Pero queda otra razón. La palabra griega téleios casi siempre describe la perfección con vistas a un fin determinado. Ahora bien, si una persona obedece la ley de Cristo, cumple el propósito para el que Dios la puso en el mundo; es la persona que debe ser, y hace la contribución que le corresponde hacer al mundo. Es perfecta en el sentido de que, obedeciendo la ley de Dios, cumple el destino que Dios le había asignado.
(ii) La llama ley de libertad; es decir: la ley en cuyo cumplimiento se encuentra la verdadera libertad. Todos los grandes hombres han estado siempre de acuerdo en que es sólo cuando se obedece la ley de Dios cuando se es libre de veras. «El obedecer a Dios –decía Séneca– es la libertad.» «Sólo el sabio es libre –decían los estoicos– y todos los ignorantes son esclavos.» Filón decía: «Todos los que están sometidos a la tiranía de la ira o del deseo o de cualquier otra pasión son esclavos totales; los que viven con ley son libres.» Cuando uno tiene que obedecer a sus pasiones, emociones y deseos, no es más que un esclavo. Es cuando acepta la ley de Dios cuando es libre porque es entonces cuando es libre para ser lo que debe ser. Su servicio es la perfecta libertad, y en hacer Su voluntad está nuestra paz.
Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve de nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo
Si hay alguien que se tenga por muy religioso porque le da rienda suelta a la lengua, el servicio que Le presta a Dios es una cosa vacía, aunque él crea lo contrario. Este es el culto puro y limpio como Dios Padre lo ve: proveer para los huérfanos y las viudas, y mantenerse limpio de los contagios del mundo.
Debemos tener cuidado de entender lo que dice aquí Santiago. La versión Reina Valera traduce la frase el principio del versículo 27: «La religión pura y sin mácula.» La palabra que se traduce por religión es thréskeía, que quiere decir más bien el culto en el sentido de la expresión externa de la religión en el ritual y la liturgia y la ceremonia. Lo que quiere decir Santiago es: «El ritual más apropiado y la liturgia más elevada que se le pueden ofrecer a Dios son el servicio a los pobres y la pureza personal.» Para él el culto verdadero no consistía en túnicas elaboradas o en música impresionante o en cultos cuidadosamente organizados, sino en el servicio práctico a la humanidad y en la pureza de la propia vida personal. Es perfectamente posible, desgraciadamente, que una iglesia esté tan pendiente de la belleza de sus edificios y el esplendor de su liturgia que no le quede tiempo ni dinero para el servicio cristiano práctico; y eso es lo que Santiago condena.
De hecho, Santiago condena lo mismo que habían condenado los profetas mucho tiempo antes. «Dios –había dicho el salmista– es Padre de huérfanos y defensor de viudas» (Salmo 68: 5). La denuncia de Zacarías era que la gente se encogía de hombros y cerraba el corazón a cal y canto a las exigencias de la verdadera justicia, a tener misericordia y compasión de sus semejantes, a no oprimir a las viudas, los huérfanos, los forasteros y los pobres, y a no albergar malos pensamientos contra los demás en el corazón (Zacarías 7:6-10). Y Miqueas proclamaba que todos los sacrificios rituales eran inútiles cuando no se hacía justicia, ni se amaba la misericordia ni se caminaba humildemente delante de Dios (Miqueas 6:6-8).
A lo largo de toda la Historia, los pueblos han tratado de hacer del ritual y la liturgia el sustituto del sacrificio y del servicio. Han hecho de la religión una cosa espléndida dentro de los templos, a expensas de olvidarla fuera. Esto no es decir ni mucho menos que sea nada malo ofrecerle a Dios el culto más noble y espléndido en la casa de Dios; pero sí es decir que el culto se convierte en algo vacío e inútil a menos que mande a los adoradores al mundo a amar a Dios amando a sus semejantes y a conducirse con más limpieza frente a las diversas tentaciones del mundo.