Salmo 79:11 Llegue a tu presencia el gemido del cautivo; conforme a la grandeza de tu poder preserva a los condenados a muerte.
Salmo 79:12 Y devuelve a nuestros vecinos siete veces en su seno la afrenta con que te han ofendido, Señor.
Salmo 79:13 Y nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu prado, te daremos gracias para siempre; a todas las generaciones hablaremos de tu alabanza.
Suplica comunitaria. Jerusalen destruida
Este Salmo es semejante al 74; el pueblo lamenta la ruina de Jerusalén. Parece que el salmista tiene en mente los pueblos vecinos (Moab, Edom, Amón, Filistea) cuando habla de los gentiles. Probablemente el Salmo se originó en la destrucción de Jerusalén en 587 a. de J.C., aunque algunos piensan que puede referirse a una destrucción antes o más tarde.
La destrucción de Jerusalén presenta un problema teológico serio: ¿Cómo puede el pueblo de Dios enfrentar tal desastre cuando parece que Dios está ausente? Muchos pueden aceptar que Dios tiene que castigar a su pueblo rebelde, pero cuando aun el santo templo de Dios está destruido les parece que Dios ha dejado de cumplir sus promesas. Sin embargo, el salmista no va por el camino de menos resistencia que sería abandonar la fe, sino clama a Dios, apelando a su misericordia.
Destrucción
Los enemigos han hecho un daño terrible; han profanado la heredad y el santuario de Dios mismo. No sólo sufrieron los malos sino tamién los siervos y fieles de Dios han muerto. Además, no fue una muerte honrosa sino el peor sacrilegio posible, morir y no ser enterrado. Todo esto ha sido motivo de burlas y mal testimonio delante de los incrédulos.
El salmista muestra su sufrimiento; era una experiencia terrible. Nos enseña que los asuntos de la Palabra de Dios, la obediencia o desobediencia a Dios, son asuntos de vida y muerte. Aunque la destrucción vino por medio de los pueblos vecinos, Dios la permitió. El castigo de Dios es una realidad.
Imprecación
La pregunta del versículo 5 indica que el salmista reconoce esta destrucción como una consecuencia del castigo de Dios. Aunque Dios permitió tal destrucción, los gentiles que la hicieron merecen castigo. Así, como en otro salmos imprecatorios, el salmista pide que Dios haga justicia. Los gentiles del versículo 1 se definen aquí como los que no te conocen y los que no invocan tu nombre.