-Entonces, ¿qué tiene un judío que no tenga otro cualquiera? ¿O qué ventajas tienen los que han sido circuncidados? -Muchas, se mire como se mire. En primer lugar, tienen esta ventaja: Que es a los judíos a los que se han confiado los oráculos de Dios. -Sí, estoy de acuerdo; pero, ¿qué pasa si algunos de ellos les han sido infieles? ¿No irás a decirme que su infidelidad anula la fidelidad de Dios?
-¡Eso, de ninguna manera! Dios se muestra veraz aunque todo el mundo resulte mentiroso, como está escrito: «Para que se vea que Tú tienes razón en tus argumentos, y ganes el caso cuando vas ajuicio.»-Pero tú dices que, si nuestra culpabilidad no hace más que demostrar que Dios es justo, ¿qué podemos decir nosotros? ¿No irás a intentar convencerme de que Dios es injusto si lanza la Ira sobre ti? (Está claro que estoy usando argumentos meramente humanos). -¡Eso, de ninguna manera! Porque, si fuera así, ¿cómo iba Dios a juzgar al mundo? -Pero es que tú dices que, si el que yo sea falso sencillamente le brinda a Dios una nueva oportunidad de demostrar, para Su mayor gloria, que El es veraz, ¿por qué encima me condena a mí como pecador? -¿Vas a razonar, como algunos calumniosamente nos atribuyen a nosotros, que lo que tenemos que hacer es obrar mal para que se produzca el bien? Está bien claro que tal afirmación no merece más que la condenación.
Aquí Pablo sostiene una discusión sumamente difícil. Nos será de ayuda recordar que está hablando con un objetor imaginario. Vamos a exponer su argumento en detalle.
Objetor.- La consecuencia de todo lo que has estado diciendo sería que no hay ninguna diferencia entre los judíos y los gentiles y que se encuentran en la misma situación. ¿Es eso en realidad lo que quieres decir?
Pablo.- De ninguna manera.
Objetor.- Entonces, ¿en qué consiste la diferencia?
Pablo.- Lo primero es que los judíos conocen los mandamientos de Dios, y los gentiles no.
Objetor.- ¡De acuerdo! Pero, ¿qué pasa si algunos judíos desobedecen esos mandamientos y merecen la condenación por haber sido infieles? Acabas de decir que Dios colocó a los judíos en una posición especial y les dio una promesa exclusiva. Y ahora estás diciendo que por lo menos algunos están bajo la condenación de Dios. ¿No querrá decir eso que Dios está faltando a su promesa y quedando como injusto y arbitrario?
Pablo.- ¡Nada de eso! Lo que sí queda claro es que Dios no hace discriminación, y que castiga el pecado donde lo encuentra. El hecho de que condene a los judíos infieles es la mejor demostración de lo absoluto de su justicia. Se habría podido suponer que Dios pasaría por alto los pecados de Su pueblo escogido, pero no hay tal.
Objetor.- ¡Muy bien, entonces! Lo que has conseguido demostrar es que mi desobediencia le ha dado a Dios oportunidad de demostrar Su justicia. Mi infidelidad le ha dado a Dios una oportunidad maravillosa para hacer gala de Su fidelidad. Según eso, ¡mi pecado es algo excelente! ¡Le ha dado a Dios la oportunidad de demostrar lo bueno que es! Puede que yo haya hecho algo malo, pero el resultado ha sido bueno. ¡No se puede condenar a un hombre por darle a Dios la oportunidad de demostrar su justicia!
Pablo.- Tal razonamiento es peor que despreciable. ¡No tienes más que sugerirlo para descubrir lo inaceptable que es!
Desarrollando así el pasaje nos damos cuenta de que Pablo expone en él algunas de sus ideas acerca de los judíos.
(i) No cabe duda de que creía que los judíos ocupan una posición especial en el plan de Dios. Eso es, de hecho, lo que los judíos mismos creían. La diferencia está en que Pablo creía que esa posición especial era una responsabilidad; mientras que los judíos la consideraban un privilegio. ¿Qué es lo que Pablo decía que se les había confiado especialmente a los judíos? Los oráculos de Dios (Versión Hispanoamericana, 1916). ¿Qué quiere decir eso? La palabra que él usa es loguía, que es la que se usa normalmente en la traducción griega del Antiguo Testamento para designar una comunicación o pronunciamiento de Dios.
Aquí quiere decir Los Diez Mandamientos, que en hebreo se llaman Las diez Palabras (Debarim). Pablo les dice: < Sois un pueblo especial; por tanto, tenéis que vivir una vida especial.» No dijo: < Sois un pueblo especial; por tanto podéis hacer lo que os dé la gana.» Lo que sí dijo fue: «Sois un pueblo especial para Dios; por tanto, tenéis que hacer Su voluntad.» Cuando el Lord Dunsany quedó con vida después de la guerra de 1914-18, nos cuenta que se dijo: «Por alguna extraña razón, todavía estoy vivo. ¿Qué será lo que Dios quiere que haga con una vida que ha sido preservada de una manera tan especial?» Eso no se les ocurría nunca a los judíos. Nunca consiguieron darse cuenta de que la elección especial de Dios era para una tarea especial. ¿Lo tenemos presente nosotros cuando hablamos de la elección de Dios?
(ii) Hay tres ideas básicas acerca de los judíos que siempre aparecen en los escritos de Pablo. Aquí las encontramos en embrión; pero en realidad son las tres ideas que desarrolla en toda la epístola. Debemos darnos cuenta de que no coloca a todos los judíos bajo la misma condenación. Lo que dice es: < ¿Qué pasa si algunos de ellos fueron infieles?>
(a) Estaba seguro de que Dios tenía razón al condenar a los judíos. Ocupaban un lugar especial y habían recibido promesas especiales; y por eso mismo su condenación había de ser mayor. La responsabilidad siempre es la otra cara del privilegio.
Cuantas más oportunidades tiene una persona para hacer el bien, mayor será su condenación por hacer el mal.
(b) Pero no todos fueron infieles. Pablo nunca se olvidaba del resto fiel; y estaba completamente seguro de que ese resto fiel -aunque fuera muy pequeño en número- era el verdadero Israel. Los demás habían perdido sus privilegios y estaban bajo condenación. Ya no eran verdaderos judíos. El resto era el verdadero pueblo de Dios.
(c) Pablo estaba siempre seguro de que el rechazo de Dios no era definitivo. La consecuencia de ese rechazo fue que se abrió la puerta a los gentiles; pero, al final, los gentiles harán volver a los judíos al redil, y judíos y gentiles serán una sola cosa en Cristo. La tragedia de los judíos fue que rechazaron la gran tarea de la evangelización del mundo que les habría correspondido; y por tanto se les asignó a los gentiles, de forma que el plan de Dios se invirtió: no fueron los judíos los que evangelizaron a los gentiles, sino al revés; y este proceso todavía continúa.
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Irisbelia Otero
Amén