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Romanos 16: Una carta de presentación

Os presento a nuestra hermana Febe, que está al servicio de da iglesia de Cencreas. Confío en que la recibiréis en el Señor como nos debemos recibir mutuamente los que formamos parte del pueblo de Dios; y espero que la ayudéis en lo que le haga falta, porque ella por su parte ha ayudado a muchos, entre ellos a mí.

Cuando uno solicita un empleo, es corriente que presente cartas de sitios donde ha trabajado o de personas que le conocen y que pueden dar informes de su carácter y habilidad profesional. Cuando una persona va a vivir en algún lugar nuevo para ella, se suelen llevar cartas de introducción de alguien que conoce a algunos de ese lugar. En el mundo antiguo estas cartas ya eran corrientes; se las llamaba systatikai epístolas, es decir, cartas de recomendación o de presentación. Se han conservado muchas de estas cartas, escritas en papiro, que se han encontrado en los antiguos basureros enterrados en las arenas del desierto en Egipto.

Un cierto olivicultor llamado Mystarion, por ejemplo, manda a un esclavo suyo con un encargo para un tal Stotoetis, jefe de los sacerdotes; y le da una carta de presentación que dice: Mystarion a su apreciado Stotoetis: ¡Saludos cordiales! Te mando a mi Blastus para que me traiga aperos para mis olivares. No me le entretengas, que ya sabes que le necesito a todas horas. A Stotoetis, sacerdote jefe de la isla.

Aquí Pablo escribe una carta de presentación de Febe a la iglesia de Roma. Febe procedía de Cencreas, que era el puerto de Corinto. Algunas veces se la llama diaconisa; pero no es probable que Febe tuviera una posición oficial en el ministerio de la iglesia. No ha habido nunca un tiempo en el que el trabajo de las mujeres no fuera de un valor infinito. Esto debe de haber sido especialmente cierto en los tiempos de la Iglesia Primitiva. En los casos de bautismo por inmersión -que era la manera corriente entonces-, en las visitas a los enfermos y en la distribución de ayuda a los necesitados, las mujeres deben de haber representado un papel importante en la vida de las iglesias; pero no parece que tuvieran cargos oficiales en aquel tiempo.

Pablo encarga que se le dé la bienvenida a Febe: Pide a los cristianos de Roma que la reciban como los que están consagrados a Dios deben recibirse mutuamente. No debería haber extranjeros en la familia de Cristo; no deberían hacer falta las presentaciones formales entre los cristianos; porque son hijos e hijas del mismo Padre, y por tanto hermanos y hermanas entre sí. Y sin embargo la iglesia no es siempre la institución dispuesta a dar la bienvenida que debería ser. Es posible que las iglesias, y aún más las organizaciones eclesiásticas, se conviertan en grupitos exclusivistas que realmente no tienen interés en recibir a forasteros. Cuando venga uno a la nuestra -el consejo de Pablo sigue siendo relevante-,debemos hacer que se sienta bienvenido, como debe suceder entre los que son de Cristo.

Una iglesia que era una familia

Dadle mis saludos a mis colaboradores en el Evangelio Prisca y Aquila, que se jugaron el cuello para salvarme la vida. No soy yo el único que les está agradecido, sino todas las iglesias de los gentiles; y transmitidle mi saludo a la iglesia que está en su casa.

No hay pareja más fascinante en todo el Nuevo Testamento que la formada por Prisca y Aquila. Algunas veces a Prisca se la llama Priscila -que debería decirse en español Prisquilla, porque es el diminutivo cariñoso de su nombre. Vamos a empezar por los hechos que sabemos de ellos con seguridad.

Aparecen por primera vez en Hechos 18:2. Por ese pasaje sabemos que antes habían sido residentes en Roma. Claudio había publicado un edicto en el año 52 d.C. desterrando a los judíos. El antisemitismo no es nada nuevo, y a los judíos se los odiaba en el mundo antiguo tanto como en el contemporáneo a veces. Cuando fueron desterrados de Roma, Prisca y Aquila se quedaron en Corinto. Eran fabricantes de tiendas de campaña, que era también la profesión de Pablo, y éste encontró un verdadero hogar en la casa de ellos. Cuando salió de Corinto y se fue a Éfeso, Prisca y Aquila se fueron con él, y se instalaron allí (Hechos 18:18).

El primer incidente en que intervienen es característico. Había llegado a Éfeso un brillante intelectual que se llamaba Apolos; pero éste todavía no había comprendido del todo la fe cristiana. El caso es que Prisca y Aquila se le llevaron a su casa, y le ofrecieron amistad y enseñanza del Evangelio (Hechos 18:24-26). Desde el principio Prisca y Aquila eran personas que mantenían la puerta y el corazón abiertos.

La segunda vez que nos los encontramos están todavía en Éfeso. Pablo escribió desde allí su Primera Carta a los Corintios, y en ella manda saludos de Prisca y Aquila y de la iglesia que está en su casa (1 Corintios 16:19). Esto era mucho antes de que hubiera tal cosa como edificios que se usaran como iglesias; y la casa de Prisca y Aquila se usaba como el lugar de reunión de un grupo de cristianos.

La vez siguiente que tenemos noticias de ellos están en Roma. El edicto por el que Claudio había desterrado de Roma a los judíos había dejado de ser efectivo; y es probable que Prisca y Aquila, como otros muchos judíos, volvieran a sus antiguas casas y negocios, de los que habrían conservado las llaves como hicieron durante mucho tiempo los judíos que fueron expulsados de España en 1492. Descubrimos que Prisca y Aquila siguen siendo los mismos: otra vez hay un grupo de cristianos que se reúne en su casa.

La última vez que aparecen en el Nuevo Testamento es en 2 Timoteo 4:19, y están en Éfeso otra vez; y uno de los últimos mensajes que mandó Pablo fueron sus saludos para esta pareja de cristianos que habían sido sus compañeros en muchos de los lances de su agitada vida.

Prisca y Aquila vivieron una vida curiosamente nómada y desarraigada. El mismo Aquila había nacido en el Ponto, en Asia Menor (Hechos 18:2). La primera vez nos los encontramos en Roma; luego, en Corinto; después, en Éfeso; luego, otra vez en Roma, y finalmente, de nuevo en Éfeso; pero siempre que nos los encontramos, su casa es el centro de encuentro y de servicio de los hermanos cristianos. Todos los hogares cristianos deberían ser iglesias; porque una iglesia es un lugar donde se puede encontrar a Cristo. La casa de Prisca y Aquila, donde estuviera, irradiaba amistad y comunión y amor. Si uno es forastero o extranjero en algún lugar desconocido, una de las cosas que más apreciará será tener un hogar donde se sienta bien recibido y esté a gusto, lo más posible como en su propia casa. Eso disipa la soledad y protege contra la tentación. A veces puede que pensemos que el hogar es un sitio donde nos podemos encerrar dejando fuera al mundo; pero, por otra parte, un hogar debería ser un sitio con una puerta abierta. La puerta abierta, la mano abierta y el corazón abierto son características de la vida cristiana.

Hasta aquí lo que sabemos seguro de Prisca y Aquila; pero puede que haya algo aún más romántico en su historia. Hasta ahora, hay una iglesia en el Aventino de Roma que se llama la Iglesia de Santa Prisca. También hay un cementerio que se llama de Priscilla, y es el cementerio de la antigua familia Acilia. Allí fue enterrado Acilio Glabrio, que fue cónsul de Roma en el año 91 d.C., el puesto más honorable que se podía conceder a un romano; y parece ser que murió como mártir cristiano. Debe de haber sido uno de los primeros nobles romanos que se convirtieron al Cristianismo y dieron su vida por su fe. Ahora bien: cuando un esclavo recibía la libertad en el Imperio Romano se enrolaba en una de las grandes familias y tomaba uno de los nombres de ésta como propio. Uno de los nombres más frecuentes de mujer en la familia Acilia era Prisca; y Acilius se escribe a veces Aquilius, que está muy próximo a Aquila. Aquí nos encontramos con dos posibilidades fascinantes:

(i) A lo mejor Prisca y Aquila recibieron la libertad de algún miembro de la familia Acilia, en la que tal vez habían sido esclavos. ¿No serían ellos los que sembraron la semilla del Evangelio en aquella familia, de tal manera que uno de ellos, nada menos que el cónsul romano Acilio Glabrio, se convirtió y fue mártir de Cristo?

(ii) Y hay otra posibilidad todavía más romántica. Es curioso que en cuatro de los seis lugares en los que aparece la pareja en el Nuevo Testamento se nombre a Prisca en primer lugar, aunque lo normal habría sido poner el nombre del marido delante del de la mujer, como cuando decimos nosotros «el señor y la señora Rodríguez.» Existe la posibilidad de que se hiciera así porque Prisca no era una liberta, sino una dama de la nobleza, perteneciente por nacimiento a la familia Acilia. Es posible que, en alguna reunión de los cristianos, esta gran señora romana conoció a Aquila, el humilde judío fabricante de tiendas de campaña; que se enamoraron; que el Evangelio echó abajo las barreras de raza y rango y riqueza y nacimiento, y que estos dos, la aristócrata romana y el artesano judío, unieron sus vidas para siempre en el amor y en el servicio cristiano.

De estas suposiciones no podemos estar seguros del todo, aunque uno quisiera que fueran verdad; pero podemos estar seguros de que había muchos en Corinto, en Éfeso y en Roma que debían sus almas a Prisca y Aquila, y al hogar de ambos que era también una iglesia.

Un elogio para cada nombre

Dad mis saludos a mi querido Epeneto, que fue el primero que se convirtió a Cristo en Asia. Dad mis saludos a
María, que ha trabajado mucho entre vosotros. Dad mis saludos a mis parientes y compañeros de presidio Andrónico y Junia, que son muy apreciados entre los apóstoles y son cristianos desde antes que yo.

Dad mis saludos a Ampliato, amado mío en el Señor. ‹ Dad mis saludos a nuestro colaborador cristiano Urbano,
y a mi querido Estaquio. Dad mis saludos a Apeles, cristiano íntegro. Dad mis saludos a todos los de la familia de Aristóbulo. Dad mis saludos a mi pariente Herodión. Dad mis saludos a los de la familia de Nar ciso que son creyentes.

No hay duda de que detrás de cada uno de estos nombres se esconde una verdadera saga cristiana. Ninguna de ellas nos es conocida, pero podemos imaginarnos algunas. En este capítulo hay veinticuatro nombres personales y dos cosas interesantes que notar:

(i) De los veinticuatro, seis son mujeres. Esto vale la pena recordarlo; porque algunos acusan a Pablo de ser machista y de minimizar el papel de las mujeres en la iglesia. Si de veras queremos conocer la actitud de Pablo, debemos leer un pasaje como éste, en cada una de cuyas líneas se trasluce el aprecio de Pablo hacia la labor que las mujeres están realizando en la iglesia.

(ii) Trece de los veinticuatro nombres figuran en inscripciones o en documentos que tratan del palacio del Emperador de Roma. Aunque varios son bastante corrientes, este hecho es muy sugestivo. En Filipenses 4:22 Pablo habla de los santos de la casa del César. Puede que fueran en su mayoría esclavos; pero aun así es importante que el Evangelio parece haber penetrado desde tan al principio en el palacio imperial.

Andrónico y Junias forman una pareja interesante, porque es probable que Junias sea un nombre de mujer. Eso querría decir, ¡nada menos!, que en la Iglesia Primitiva se podía incluir a una mujer entre los apóstoles. Los apóstoles, en este sentido, eran personas que la iglesia mandaba al mundo a predicar el Evangelio. Pablo dice que Andrónico y Junias eran cristianos desde antes que él. Eso quiere decir que se remontarían a los días de Esteban; deben de haber estado en contacto con la iglesia de los primeros días en Jerusalén.

Detrás del nombre de Ampliato puede que se esconda una historia interesante. Es corriente como nombre de esclavo. Ahora bien: en el cementerio de Domitila, que es el más antiguo de las Catacumbas, hay una tumba decorada, dedicada exclusivamente a Ampliatus. Los ciudadanos romanos tenían tres nombres: el nomen, el praenomen y el cognomen- , lo cual podría indicar que este Ampliatus, que no tenía más que uno, era un esclavo. Pero la decoración de la tumba y la distinguida escritura nos hacen pensar que se trataba de una persona de alto rango en la iglesia. De ahí se deduce que, desde los primeros días de la Iglesia, las diferencias de rango estaban tan borradas que era posible que un hombre fuera al mismo tiempo un esclavo y un príncipe de la Iglesia. Las diferencias sociales no contaban. No podemos asegurar que este Ampliatus al que manda saludos Pablo fuera el mismo que el del cementerio de Domitila; pero no es imposible.

La casa de Aristóbulo puede también ser una referencia que encierra una historia interesante. En Roma, la casa no describía solamente la familia o los parientes de una persona, sino que incluía también a sus servidores y esclavos. En Roma hacía tiempo que vivía un nieto de Herodes el Grande que se llamaba Aristóbulo. Siempre había vivido como un mero particular, y no había heredado nada de los dominios de Herodes; pero era amigo personal del emperador Claudio. Cuando murió Aristóbulo, sus servidores y sus esclavos pasarían a ser propiedad del Emperador, pero formarían una sección conocida como la casa de Aristóbulo. Así que esta frase puede describir a los servidores y esclavos judíos que antes habían pertenecido a Aristóbulo, el nieto de Herodes, y que habían pasado a ser propiedad del Emperador. Esto resulta más probable por los dos nombres entre los que se encuentra. Apeles puede ser la forma griega del nombre de un judío que se llamara Abel, y Herodión está claro que sería el que correspondiera a uno relacionado con la familia de Herodes.

La casa de Narciso también puede que encierre una historia interesante. Narciso era un nombre bastante corriente; pero el Narciso más famoso era un liberto que había sido secretario del emperador Claudio y había tenido una considerable influencia. Se decía que había amasado una fortuna privada que equivaldría ahora a miles de millones de pesetas. Adquirió tanto poder porque toda la correspondencia dirigida al Emperador tenía que pasar por sus manos, así es que de él dependía que llegara a su destino; los sobornos para que las peticiones de la gente llegaran al Emperador iban engrosando la fortuna personal de Narciso.

Cuando Claudio fue asesinado y Nerón ocupó su puesto, Narciso sobrevivió un poco de tiempo, pero al final se le obligó a cometer suicidio, y su fortuna y casa pasaron a ser propiedad de Nerón. Puede que aquí se haga referencia a sus servidores y esclavos. Si Aristóbulo era de veras el nieto de Herodes, y si Narciso era el que había sido secretario de Claudio, esto querría decir que muchos de los esclavos de la corte imperial ya eran cristianos. La levadura del Evangelio había llegado a los círculos más altos del Imperio.

Sagas que se recuperan

Dadle mis saludos a Trifena y a Trifosa, que trabajan mucho en el Señor. Dadle mis saludos a la querida Pérsida, que ha trabajado mucho en el Señor. Dadle mis saludos a Rufo, escogido del Señor, y a su madre, que me trató como a un hijo. Dadles mis saludos a Asíncrito, Flegonte, Hermas, Patrobas, Hermes, y a los hermanos que están con ellos. Dadles mis saludos a Filólogo, Julia, Nereo y su hermana, Olimpas, y todos los consagrados que están con ellos. Saludaos unos a otros dándoos unos a otros de mi parte el beso de los consagrados a Dios. Todas las iglesias cristianas os mandan recuerdos.

No cabe duda que todos estos nombres encerrarán sagas; pero sólo podemos aventurarnos a recuperar las de unos pocos.

(i) Cuando Pablo manda saludos para Trifena y Trifosa -que es probable que fueran mellizas, por la semejanza de sus nombres-, lo hace con una sonrisa; porque la forma en que lo dice suena a una graciosa contradicción en términos. En esta lista de saludos Pablo usa tres veces una cierta palabra griega refiriéndose al trabajo cristiano. La usa de María (versículo 6), y de Trifena y Trifosa y de Pérsida en este pasaje. Es el verbo kopian, que quiere decir ajetrearse hasta el agotamiento, matarse a trabajar. Eso es lo que Pablo dice que Trifena y Trifosa tenían costumbre de hacer; y lo curioso es que Trifena y Trifosa quieren decir respectivamente melindrosa y melosa. Es como si dijera: «Vosotras dos os llamáis melindrosa y melosa; ¡pero dais un mentís a vuestros nombres trabajando como negras en la causa de Cristo!» Podemos figurarnos a Pablo guiñándole el ojo a su amanuense al dictarle este saludo.

(ii) Una de las sagas más gloriosas ocultas en el Nuevo Testamento se encierra en el nombre de Rufo, y su madre, que se portó como una madre con Pablo. Está claro que Rufo era conocido y apreciado por su simpatía y santidad en la iglesia de Roma; y también está claro que Pablo reconocía una deuda de gratitud que tenía con la madre de Rufo por la amabilidad y los cuidados que le había deparado. ¿Quién era Rufo?

Vayamos a Marcos 15:21. Allí leemos que los soldados romanos que iban conduciendo a Jesús al Calvario obligaron a un cierto Simón Cireneo a llevar la cruz; y se le describe como el padre de Alejandro y Rufo. Ahora bien: si a ese hombre se le identifica por los nombres de sus hijos, está claro que, aunque a él no se le conociera en aquella comunidad a la que se está contando aquello, sus hijos sí eran conocidos. ¿A qué iglesia dedicó Marcos su Evangelio? A la de Roma; y daba por sentado que allí sabían quiénes eran Alejandro y Rufo. Es casi seguro que el Rufo que se menciona aquí era el hijo de aquel Simón Cireneo que llevó la cruz de Jesús.

Aquel habría sido un día terrible para Simón. Era judío, natural de Cirene, en el Norte de África. Es probable que se hubiera pasado media vida ahorrando para poder ir alguna vez a celebrar la Pascua en Jerusalén. Cuando por fin lo pudo hacer, cuando estaba a punto de entrar en la ciudad con el corazón emocionado por la solemnidad de la fiesta, de pronto un soldado romano le puso la espada plana en el hombro, que era la señal de que se le confiscaba para un servicio… y se encontró llevando la cruz de un criminal. ¡Cómo se cambiaría su elevada emoción espiritual por el resentimiento que le causaba aquella indigna humillación! ¡Haber venido de Cirene para esto! ¡Él, que pensaba solamente en participar de la gloria de la Pascua, y tenía que hacer algo tan terrible y vergonzoso! ¿Tiraría la cruz al suelo con rabia al llegar al Calvario, y se marcharía con odio en el corazón?

Algo como lo que intuyó y nos contó Gabriel Miró en sus Figuras de la Pasión del Señor debe de haber sucedido. En el camino del Calvario, el encanto sobrenatural de la figura quebrantada de Jesús habrá ido echando sus zarcillos alrededor del corazón del Cireneo. Probablemente se quedaría para ver más, y la figura del Crucificado le atrajo a Sí para siempre. Aquel encuentro «casual» en el camino del Calvario cambió la vida de Simón. Había ido a Jerusalén para participar allí de la Pascua, ¡y cómo cumplió Dios su deseo! Allí y entonces conoció al Que había venido para hacer realidad todo lo que la Pascua anunciaba y representaba, al Cordero de Dios Que quita el pecado del mundo, Cristo, nuestra Pascua. Volvería a casa, y compartiría su experiencia con su mujer e hijos de tal manera que también ellos creerían.

Podemos entretejer toda clase de especulaciones. Fueron hombres de Chipre y de Cirene los que fueron a Antioquía y anunciaron el Evangelio por primera vez a los gentiles (Hechos 11:20). ¿Era Simón uno de los de Cirene? ¿Estaba Rufo con él entre los que dieron aquel gigantesco paso de fe de hacer que el Cristianismo ofreciera la Salvación a toda la humanidad?

¿Estaban ellos entre los que soltaron las amarras del Cristianismo del muelle de Israel? ¿Será posible que los gentiles debamos el ser cristianos hoy al extraño episodio del hombre de Cirene al que oblijaron a llevar una cruz al Calvario?

Vayamos ahora a Efeso en aquel día en que produjeron un tremendo disturbio los industriales que tenían montado un muy próspero negocio en torno a la diosa Diana de los Efesios, cuando la multitud habría linchado a Pablo si le hubiera echado mano. ¿Quién salió a enfrentarse con aquel gentío enfurecido? Uno que se llamaba Alejandro (Hechos 19:33). ¿Sería el otro hermano, arrostrándolo todo por Jesús con Pablo?

Y en cuanto a la madre, no cabe duda de que en momentos de necesidad debe de haber brindado a Pablo la ayuda y la hospitalidad que su propia familia le rehusó desde el día que creyó que el Crucificado era el Mesías. Puede que nos estemos pasando en algunos detalles, porque Alejandro y Rufo eran nombres bastante corrientes; pero no nos podemos pasar al suponer que aquel encuentro « casual» en el camino del Calvario produjo consecuencias maravillosas, de las que seguimos beneficiándonos.

(iii) Todavía nos queda otro nombre que tal vez encierre una historia todavía más sorprendente, el de Nereo. El año 95 d.C. tuvo lugar un suceso que escandalizó a toda Roma. Dos de las personas más distinguidas de la ciudad fueron condenadas a muerte por ser cristianas. Eran Flavio Clemente, que había sido cónsul de Roma, y su esposa Domitila, que era de sangre real.

Era nieta del emperador Vespasiano, y sobrina del actual emperador, Domiciano. De hecho, los dos hijos de Flavio Clemente y Domitila habían sido designados como sucesores de Domiciano en el poder imperial. Flavio fue ejecutado, y Domitila fue desterrada a la isla de Pontia, donde unos años después Paula vio la cueva en la que «Domitila arrastró su largo martirio por el nombre de Cristo.»

Lo curioso del caso es que el mayordomo de Flavio y Domitila se llamaba Nereo. Es posible que el esclavo Nereo fue el instrumento para que el ex cónsul Flavio Clemente y la princesa de sangre real Domitila se convirtieran al Cristianismo.

Nereo era un nombre bastante corriente, pero la suposición es posible.

Hay otro hecho de interés que añadir a esta historia. Flavio Clemente era hijo de Flavio Sabino, que era el prefecto de Roma cuando Nerón persiguió sádicamente a los cristianos después de acusarlos de haber provocado el terrible incendio de Roma del año 64 d.C. Como prefecto de la ciudad, Flavio Sabino tiene que haber sido el oficial encargado de la persecución. Fue entonces cuando Nerón ordenó que se cubriera de brea a los cristianos y se les prendiera fuego para servir de antorchas vivas en sus jardines, o que se los cubriera de pieles de animales y se les lanzaran los salvajes perros entrenados para la caza mayor, o que los encerraran en navíos que luego se hundían en las aguas del Tíber. Es posible que, treinta años antes de morir por Cristo, el joven Flavio Clemente presenciara el valor inquebrantable de los mártires, y se preguntara qué los hacía arrostrar así las muertes más horribles.

¡Cinco versículos de saludos y nombres que nos revelan sagas que alucinan el corazón!

La última apelación del amor

Hermanos, os advierto que tenéis que tener cuidado con los que, apartándose de la enseñanza que han recibido, causan disensiones y ponen tropiezos en vuestro camino para haceros caer. No tengáis nada que ver con ellos. Tales personas no están realmente al servicio de Cristo nuestro Señor, sino sólo de su propia codicia. Con halagos y buenas palabras engañan los corazones de los inocentes. Sé que sabréis lo que tenéis que hacer con tales personas, porque el informe de vuestra obediencia ha llegado a todo el mundo. Así que me alegro de cómo sois. Quiero que seáis expertos en el bien e ignorantes en el mal. ¡El Dios de paz derribará pronto a Satanás a vuestros pies! ¡La Gracia del Señor Jesucristo sea con vosotros!

A Pablo le resultaba difícil ponerle punto final a su Carta a los Romanos. Ya había mandado saludos; pero antes de terminar incluye una última apelación a los cristianos de Roma para que se guarden de las malas influencias. Escoge dos características de las personas que son dañinas para la iglesia y la comunión cristiana.

(i) Son personas que causan divisiones entre los hermanos. Los que hacen cosas que alteran la paz de la iglesia tendrán que dar cuenta. Cierto pastor estaba una vez hablando a uno que acababa de llegar a su congregación de otro pueblo. Estaba claro que el tipo aquel tenía poco amor de Cristo. Le dijo al pastor: «¿Conoce usted tal y tal iglesia?» -refiriéndose a la anterior de la que había sido miembro. Cuando el pastor asintió, prosiguió con malvada complacencia: «Bueno, ¡yo la hice polvo!» Hay personas que se complacen en causar problemas, y les encanta sembrar cizaña. La que ha producido disensión en una compañía de hermanos tendrá que dar cuenta algún día al Que es Rey y Cabeza de la Iglesia.

(ii) Hay personas que ponen tropiezos en el camino de los demás. El que se lo pone más difícil a otro el ser cristiano, también tendrá que dar cuenta. Si la conducta de alguien es un mal ejemplo, o su influencia es una trampa, o su enseñanza diluye o tergiversa la fe cristiana que pretende defender, esa persona no quedará sin castigo. Y no será ligero, porque ya se lo advirtió Jesús a los que hagan tropezar a uno de Sus pequeñitos.

Hay dos palabras interesantes en este pasaje.

(a) Una es la que hemos traducido por halagos (jréstologuía). Los mismos griegos definían a un jréstólogos como «uno que habla bien pero actúa mal.» Es la clase de persona que, tras una fachada de palabras piadosas, ejerce una mala influencia que desvía, no mediante un ataque directo, sino rastreramente; que pretende ser servidor de Cristo, pero lo que hace en realidad es destruir la fe.

(b) La otra palabra es la que hemos traducido por incontaminado de nada malo (akeraios), que se usa de un metal puro y sin aleaciones, o del vino o la leche a los que no se ha añadido agua. Describe algo que es puro y sin contaminación, «limpio de polvo y paja.» El cristiano es alguien cuya integridad ha de estar fuera de toda duda.

Una cosa hay que notar en este pasaje. Está claro que los problemas latentes en la iglesia de Roma no han salido a la luz. Pablo, desde luego, dice que cree que la iglesia romana está capacitada para resolverlos. Era un pastor precavido, porque creía firmemente que prevenir es mejor que curar. A veces en una iglesia o sociedad se deja desarrollar una mala situación porque nadie tiene valor para exponerla; y a menudo, cuando ya se ha desarrollado es demasiado tarde para resolverla. Es bastante fácil apagar un fuego localizado cuando empieza, pero casi imposible cuando ya es todo un bosque lo que está ardiendo. Pablo tenía la sabiduría necesaria para atajar una situación peligrosa.

El pasaje cierra con algo muy sugestivo. Pablo dice que el Dios de paz derribará pronto a Satanás, el poder del mal.

Debemos fijarnos en que la paz de Dios es la paz de la acción y de la victoria. Hay una clase de paz que se puede obtener al precio de evadir todos los problemas y decisiones, una paz que viene del letargo de la inactividad. El cristiano debe recordar siempre que la paz de Dios no es la paz que se ha sometido al mundo, sino la que ha vencido al mundo.

Saludos

Mi colaborador Timoteo os manda recuerdos, lo mismo que mis parientes Lucio, Jasón y Sosípater. (Yo Tercio, el que he escrito esta carta, también os mando mis saludos en el Señor). Gayo, que ofrece hospitalidad no sólo a mí sino también a toda la iglesia, os manda recuerdos, lo mismo que el hermano Cuarto.

Es tentador intentar identificar al grupo de amigos que mandan recuerdos. Timoteo era el brazo derecho de Pablo, el que Pablo veía como su sucesor y del que diría más tarde que era el que estaba más identificado con él (Filipenses 2:19, 20). Lucio es posible que fuera el Lucio de Cirene que era uno de los profetas y maestros de Antioquía que mandaron a Pablo y Bemabé en su primer viaje misionero (Hechos 13:1). Jasón puede que sea el que dio hospitalidad a Pablo en Tesalónica y sufrió por ello a manos de la multitud (Hechos 17:5-9). Sosípater puede que fuera el Sópater de Berea que llevó la colecta de su iglesia con las de las otras a Jerusalén con Pablo (Hechos 20:4). Gayo puede que fuera uno de los dos que bautizó Pablo en Corinto (1 Corintios 1:14).

Por primera y única vez, sabemos el nombre del amanuense que escribió esta carta al dictado de Pablo, porque introduce aquí su saludo personal. Todos los grandes hombres han dependido de la humilde ayuda de otros para llevar a cabo su labor. Nos son desconocidos los nombres de los que hicieron las veces de secretarios para Pablo en otras ocasiones, así es que Tercio es el representante de los todos los amanuenses de Pablo.

Una de las cosas más interesantes de este capítulo es la manera en que Pablo nos retrata a las personas con una sola frase. Aquí tenemos dos de esas descripciones resumidas: Gayo es un hombre que practica la hospitalidad, y Cuarto es un hermano. Es una gran cosa el pasar a la Historia como persona que mantuvo su casa abierta a los forasteros, o por haber sido un hombre de corazón fraternal. Algún día alguien resumirá nuestra personalidad en una frase. ¿Qué dirá esa frase?

La alabanza final

A Aquel que es poderoso para hacer que os mantengáis firmes como promete el Evangelio que yo predico y ofrece el Mensaje que nos trajo Jesús, de la manera que se desvela ahora el secreto que estuvo envuelto en silencio largas edades pero que ahora aparece totalmente al descubierto y se está dando a conocer a todos los gentiles -como dijeron que sucedería los escritos de los profetas, y ahora Dios manda que sea- para que Le ofrezcan la sumisión que nace de la fe: ¡al único sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre! Amén.

La Carta a los Romanos termina con una doxología que es también el sumario del Evangelio que Pablo amaba y predicaba.

(i) El Evangelio nos permite mantenernos firmes. «Hijo de hombre -dijo Dios a Ezequiel-, ponte en pie para que Yo hable contigo» (Ezequiel 2:1). El Evangelio es el poder que nos permite mantenernos invictos frente a todos los golpes del mundo y los ataques de la tentación.

Un periodista relata un incidente de la guerra civil española. Había una pequeña guarnición de hombres sitiados. El fin estaba cerca, y algunos querían rendirse para salvar la vida; pero otros querían seguir resistiendo. El dilema se resolvió cuando un alma noble declaró: « Es mejor morir de pie que vivir de rodillas.»

La vida puede ser difícil; a veces abate con sus golpes. La vida puede ser peligrosa; a veces es fácil caer en los lugares resbaladizos de la tentación. El Evangelio es el poder de Dios para salvar; ese poder que nos mantiene erguidos, hasta cuando la vida se presenta de la peor manera más amenazadora posible. La vida no nos puede separar del amor que Dios nos ha mostrado en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:38, 39).

(ii) Es el Evangelio que predicaba Pablo y que ofreció Jesucristo. Es decir: el Evangelio tiene su origen en Cristo, y lo transmiten las personas. Sin Jesucristo no podría haber Evangelio; pero si no hay personas que lo transmitan, otras personas no lo llegarán a conocer. El deber cristiano consiste en que, en cuanto Cristo nos encuentra, nosotros vayamos a encontrar a otros para Cristo. Cuando Jesús encontró a Andrés, Juan nos dice: «Lo primero que hizo éste fue salir al encuentro de su hermano Simón para decirle: « ¡Hemos encontrado al Mesías!» (Juan 1:40-42).

Aquí tenemos el privilegio cristiano y el deber cristiano. El privilegio cristiano es apropiarnos el Evangelio para nosotros; y el deber cristiano, que no sea sólo para nosotros, sino que se lo transmitamos a otros.

Una leyenda famosa nos cuenta que Jesús, después de la Cruz y de la Resurrección, volvió a Su gloria, con las señales de Sus sufrimientos. Uno de los ángeles le dijo: -Tienes que haber sufrido terriblemente por la gente de ahí abajo. ¿Ya saben todos los seres humanos lo que has hecho por ellos? -No -respondió Jesús-,todavía no. Hasta ahora sólo lo saben unos pocos. -Y -siguió preguntando el ángel-, ¿qué has hecho para que todos lo sepan? -Bueno dijo Jesús-, les he dicho a Pedro, Santiago, Juan y los demás; que se dediquen a contárselo a todo el mundo, hasta que lo sepan hasta los que viven en el último rincón de la Tierra. El ángel se quedó pensativo, porque sabía lo despistados que son los seres humanos. -Sí -siguió diciendo-; pero, ¿y si se les olvida a esos? ¿Y si se cansan de decírselo a otros? ¿Qué pasará si, allá para el siglo XX, los que saben la historia de Tu amor Te fallan y dejan de contársela a otros? ¿Qué pasará entonces? ¿Es que no has hecho ningún otro plan? -No he hecho ningún otro plan. Cuento con ellos. Me fío de ellos -fue la respuesta de Jesús. Jesús murió para darnos el Evangelio; y ahora cuenta con nosotros para transmitírselo a todos los demás.

(iii) El Evangelio es la consumación de la Historia. Es algo que existía desde todos los tiempos, y que ha venido y se ha revelado al mundo en la Persona de Jesucristo. Algo absolutamente nuevo sucedió cuando Jesús vino al mundo: la eternidad invadió al tiempo y Dios apareció en la Tierra. Su venida fue el acontecimiento al que se dirigía toda la Historia anterior y del que fluye toda la Historia posterior. Después de la venida de Cristo, el mundo ya no puede seguir siendo el mismo. Fue el acontecimiento central de la Historia, y por eso fechamos el tiempo en antes de Cristo y después de Cristo, a. C. y d. C. Es como si, con Su venida, la vida y el mundo empezaran de nuevo otra vez.

(iv) El Evangelio es para toda la humanidad, y así ha sido siempre. No solamente para los judíos; su salida a todo el mundo no fue algo que ocurrió después. «De tal manera amó Dios al mundo», y no solamente a Israel. Los profetas, tal vez sin darse cuenta del todo, intuyeron y anunciaron el tiempo en que todos los pueblos conocerían a Dios. Ese tiempo no ha llegado todavía; pero es el propósito de Dios que algún día Su conocimiento cubra toda la Tierra como las aguas cubren el mar, y es nuestro privilegio el colaborar en que el propósito de Dios se haga realidad.

(v) El Evangelio conduce al mundo a la obediencia, a ser el mundo en el que Dios es el Rey. Pero esa obediencia no la impone una ley de hierro que quebranta al que se opone; es una obediencia que brota de la fe, una rendición que es la conquista y el resultado del amor.

Para Pablo, el cristiano no es uno que se ha rendido a un poder ineludible, sino uno que se ha enamorado del Dios que ama a todos, y Cuyo amor se ha revelado para siempre en Jesucristo.

Así termina el largo argumento de la Carta a los Romanos: con un cántico de alabanza al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.[/private]

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  • Interesante el tema de la importancia que tuvieron las mujeres en la expansion del evangelio. Siempre busco mas alla de la informacion. Gracias por publicar acerca del mismo. Aqui un detallito mas acerca de Febe: «…Febe es una mujer que ha recibido la llamada de Dios para anunciar el Evangelio. Ella es Misionera, Maestra y Predicadora, Preside la Asamblea. Tareas que no estuvieron libres de cansancio, sufrimiento, persecuciones… Por ello recibe la Autoridad de ser Diakonon….»

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