Una persona puede obtener sus posesiones aplastando intencionadamente a algún rival más débil. El éxito de muchos está basado en el fracaso de otros. La prosperidad de muchos se ha conseguido a base de echar a la cuneta a otros. Es imposible comprender cómo una persona que prospera así puede dormir por la noche.
Una persona puede obtener sus posesiones a expensas de obligaciones más elevadas.
Robertson Nicoll, el gran editor, nació en una casa pastoral del Nordeste de Escocia. Su padre tenía una sola pasión: Comprar y leer libros. Era pastor y nunca ganaba más de doscientas libras al año; pero se hizo con la biblioteca privada más grande de Escocia, llegando a los 17,000 libros. No los usaba para sus sermones; sencillamente estaba loco por poseerlos y leerlos. Cuando tenía cuarenta años se casó con una chica de veinticuatro. A los ocho años, ella murió de tuberculosis; de una familia de cinco, sólo dos pasaron de los veinte años. El crecimiento canceroso de los libros llenaba todas las habitaciones y pasillos de la casa pastoral.
Puede que fuera la delicia del poseedor de los libros, pero mató a su mujer y a su familia.
Hay posesiones que se adquieren a un precio demasiado elevado. Uno se debe preguntar: «¿Cómo adquiero yo las cosas que poseo?»
(ii) ¿Cómo usa una persona sus posesiones?
Una persona puede que use las cosas que ha adquirido de varias maneras. Puede que no las use en absoluto. Puede que padezca la manía avarienta que se deleita sencillamente en poseer. Sus posesiones puede que sean totalmente inútiles y la inutilidad siempre invita al desastre. Puede que las use de una manera totalmente egoísta. Puede que una persona quiera tener más sueldo simplemente para tener un coche más grande, un aparato nuevo de televisión, y unas vacaciones más caras. Puede que piense en sus posesiones sencilla y únicamente en términos de lo que pueden hacer por él.
Puede que las use malvadamente. Uno puede usar sus posesiones para persuadir a algún otro a hacer las cosas que no tiene derecho a hacer, o vender lo que no tiene derecho a vender. Se ha sobornado o seducido al pecado a muchos jóvenes con el dinero de algún otro. La riqueza da poder, y una persona corrompida puede usar sus posesiones para corromper a otros y eso es un pecado muy terrible a los ojos de Dios.
Una persona puede que use sus posesiones para su propia independencia y para la felicidad de otros. No se necesita una gran fortuna para hacer eso, porque una persona puede ser lo mismo de generosa con cien pesetas como con un millón, porque la generosidad nada tiene que ver con la cantidad que se da y sí con la intención que se da. Uno no puede equivocarse mucho si usa sus posesiones para ver cuánta felicidad puede llevar a otros. Pablo recuerda un dicho de Jesús que se habría olvidado a no ser por él: «Es más bienaventurado el dar que el recibir» (Hechos 20:35). Es una característica de Dios el dar; y, si en nuestras vidas apreciamos el dar por encima del recibir, usaremos lo que poseamos como es debido, sea mucho o poco.
No era extraño en la Palestina de aquel tiempo el llevar los pleitos a los rabinos más respetables; pero Jesús se negó a dejarse involucrar en cuestiones de dinero. Eso sí, siempre que trataron de inmiscuirlo aprovechó la ocasión para establecer cuál había de ser la actitud de sus seguidores en relación con las cosas materiales. Jesús tenía algo que decirles tanto a los que tenían abundancia de bienes materiales como a los que no.
(i) Jesús dirigió esta parábola del Rico Insensato a los que tienen muchos bienes de este mundo. Dos cosas resaltan en ese hombre.
(a) Nunca veía más allá de sí mismo. Es la parábola en que aparecen más palabras de la primera persona: yo, me, mí, mi, mío.
A un alumno le preguntaron una vez qué clase de palabras eran mío y tuyo, y contestó: «Pronombres agresivos» en vez de posesivos. El rico insensato era agresivamente egoísta. Si le sobraba algo, no pensaba en dárselo a nadie. Toda su actitud era lo contrario del Evangelio: en vez de negarse a sí mismo se afirmaba agresivamente a sí mismo; en vez de encontrar la felicidad en el dar, la buscaba en el guardar para sí.