No es fácil identificar al que habla en la primera sección, 4:1-9. Por una parte, el maestro ha estado hablando a través de los primeros capítulos. Además, en los versículos que llevan la forma plural, siguiendo el vocativo de hijos del versículo 1, no se dice explícitamente que el joven aprendiz es un hijo del hijo del padre mencionado en el versículo 3. Así hay una evidencia ligera apuntando al hecho de que el que habla al joven en el capítulo 4 es el maestro. Por otra parte, la conversación es entrañable y rompe el diálogo formal para entrar en un terreno tan íntimo que nos cuesta hoy en día creer que un educador va a abrirse tanto a sus alumnos. Así, a la luz de la escuela formal y a veces impersonal, nos indica que el que habla debe ser el padre dirigiendo sus palabras a sus hijos. A pesar del sistema moderno, Proverbios se escribe en el contexto de la educación del mundo antiguo, en el cual el alumno vivía con el maestro durante un período de tiempo. La relación era más íntima y el maestro se sentía un representante de los padres (los padres le pagaban directamente y no el estado). En todo sentido, el maestro estaba in loco parentis (en el lugar de los padres). Entonces, suena más natural concluir que esta sección fue una contribución del maestro sabio.
La sección tiene un cambio abrupto entre la forma plural de los primeros cuatro versículos y la forma singular de los últimos cinco versículos. El texto tiene la frase adquiere sabiduría en vez de “adquieren la sabiduría”. De ese modo, se puede poner en singular el dicho del padre recordado por el maestro en el versículo 4.
Los versículos 1-4 forman uno de los diálogos más tiernos e íntimos del libro de Proverbios. Se palpa el espíritu paternal en su sentido más comprometido. Este espíritu paternal puede venir del padre de los hijos, o del maestro como fue sugerido anteriormente. La naturaleza del pasaje nos hace recordar 3:12 cuando el maestro enseñaba que Jehová disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere. Más tarde, los rabinos judíos iban a decir que “al dar la ley, Dios mostró su gran amor”.
El maestro (o el padre) abre su corazón y comparte un recuerdo muy querido y muy influyente en su vida. Es un dicho que se guarda en el corazón de algo compartido desde hace años por el padre del maestro (o el padre del padre, es decir el abuelo de los jóvenes). Son cinco palabras hebreas, diez en la traducción:
Retenga… mis palabras tu corazón guarda mis mandamientos y vivirás.
Lo que está ligado constituye una palabra hebrea, el orden es distinto al castellano. Hay un juego de sonidos si y vivirás se guarda hasta una tercera línea. Tal juego de sonidos ayuda a la memoria y hace penetrar la conciencia del oyente. Así la frase y vivirás llega a ser el clímax final:
Retenga tu corazón mis palabras; guarda mis mandamientos; y vivirás.
Estas palabras dejan al descubierto todas las pasiones del maestro.
La introducción al dicho de su padre muestra la forma que fue querida por sus padres. A la vez muestra que donde están ahora los jóvenes, ahí él había estado sentado hacía algunos años. Ahora el maestro toma el lugar de su padre y los jóvenes toman su lugar. El sabe lo que significa ser “hijo de un padre”. ¿Cuántos niños no tienen la ventaja de un padre bueno y sabio que les hablaría como el padre habló al maestro y como el maestro habla a los jóvenes? ¿Cuántas heridas existen por la ausencia de un padre? En el mismo sentido, el maestro ha conocido una madre que le miraba como si él fuera tierno y singular, de las palabras hebreas rak, que significa “delicado o tratado como si fuese muy especial” y yajiyd, que significa “único” (la Septuaginta sustituye la palabra singular con “amado” que, de hecho, capta el significado de la expresión). Tierno y singular suena como lo dicho a un bebé, y por ende, el hijo siempre permanece como el niño querido de su madre. El maestro ha tenido la ventaja de un padre y de una madre, ambos comprometidos con él a través del amor paternal. Al salir de un hogar tan bien formado, el maestro cumple lo prometido en 22:6: Instruye al niño en su camino; y aun cuando sea viejo, no se apartará de él.
En los versículos 1-4 hay un llamado a no abandonar la instrucción (toráh) del maestro porque es buena. Antes se ha visto cómo el hombre que habla perversidades ha abandonado una conducta recta y cómo una mujer ha abandonado a su marido de largos años. Hay cosas tan preciosas que nunca hay que abandonarlas. El pensar correcto, la conducta recta y el matrimonio son algunas de las cosas más preciosas de la vida.