El versículo 26 repite la frase hijo mío y pide que el hijo una su corazón al del maestro y que anden juntos (que el hijo tenga una vida recta). Tal actitud protege contra el peligro de la mujer prostituta. Además, la mujer extraña (para la mujer “adúltera”, aunque aquí puede significar “la extranjera” o “la adúltera” o una palabra sinónima con “la prostituta”) es un peligro (pozo angosto). El versículo 28 describe la actitud de la prostituta o extraña (parece ser la misma persona). Ella es un ladrón que acecha a los hombres transformándolos (la naturaleza del verbo hiphil la hace responsable) en traicioneros o “infieles”. Se pierde el dinero, pero también el honor y la fidelidad.
Por qué disciplinar a los hijos
1. Porque es responsabilidad del padre, según el plan de Dios
2. Porque la disciplina adecuada ayuda y no daña
3. Porque la disciplina es medida preventiva. «Disciplinando al niño ahora evitaremos castigar al hombre mañana»
4. Porque la disciplina es una inversión que dará frutos en el futuro
9. Las consecuencias inesperadas de la borrachera
El versículo 29 presenta una lista de seis preguntas que requieren la misma respuesta. Dentro de las preguntas se descubren algunas características del beber. Las primeras dos interrogaciones subrayan dos exclamaciones que son resultados del vino excesivo:
(1) Una expresión fuerte de la desesperanza, Ay
(2) una expresión del dolor, quizás “¡Oh!” Las siguientes dos preguntas giran alrededor de la riña y la queja
Las siguientes dos preguntas muestran dos consecuencias físicas visibles: Heridas (sin una causa válida) y ojos rojos. Se terminan así las seis interrogativas que suenan como un enigma. ¿Para quién? es la consulta que busca una respuesta.
El versículo 30 contesta la pregunta ¿para quién?, apuntando al que toma excesivamente (se detienen mucho… lo pasan probando), un tema franco. El versículo 31 da tres condiciones en las que no se debe tomar del vino. Son ambiguas para nosotros, pues tratan la apariencia en sí, la copa y el sabor. El sabor al tragarlo se contrasta con la forma que muerde, con las metáforas de la serpiente y la víbora. Por lo tanto, el versículo 33 da las consecuencias del vino: las cosas extrañas que se ven y las perversidades que se hablan. Se ha perdido el control de sí. En este mismo sentido, se compara al hombre borracho con aquella persona acostada en el medio (del vocablo “corazón” para denotar lo profundo) del mar o en la punta del mástil. ¡Qué peligroso! El hombre ya está perdido.
En el versículo 35 se escuchan las palabras absurdas del borracho, una escena demasiada frecuente en el mundo de hoy. El hombre bebedor no se da cuenta de nada, pero está dispuesto a volver a buscar más vino cuando se despierta. ¡Su sed endemoniada le tiene esclavizado!