Proverbios 14: Sabiduría y necedad

La palabra hebrea yadá, del versículo 10, significa “saber” o “conocer” y puede hasta indicar “el conocimiento por la experiencia”, es decir “experimentar”. Así, el corazón “reconoce” la amargura de su alma (nepesh H5315, “apetito”, “pasiones”, “el individuo”, o “estado de ánimo”). Nos recuerda a Job, quien dijo: Mi alma está hastiada de mi vida. Daré rienda suelta a mi queja; hablaré en la amargura de mi alma… Yo también podría hablar como vosotros, Si vuestra alma estuviera en lugar de mi alma, yo también podría componer discursos contra vosotros…. Sólo el hombre con la amargura puede entenderla por medio de la triste experiencia. En este mismo sentido, la alegría es algo difícil (porque falta entender el contexto de parte del extraño) para compartir.

El versículo 11 antepone dos hogares, el de los rectos y el de los impíos. Por un lado, la casa (algunos muestran cómo el impío tiene casa mientras el justo tiene una tienda, algo de menos valor; sin embargo, parece no tener importancia, siendo meros sinónimos) de los impíos (el verbo significa “exterminar” o “aniquilar”). Por el otro lado, la morada de los rectos será florecida como una planta con nuevas hojas y nuevo crecimiento.

La presencia de la palabra hebrea yesh en el versículo 12 pone énfasis en la afirmación que está por venir. Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero su “última etapa” o final son los caminos que llevan a la muerte. La evaluación del hombre no es perfecta, por eso se necesita la Palabra de Dios para “alumbrar nuestro camino”.

El versículo 13 es un proverbio de observación donde la risa… alegría no refleja el sentir interior del hombre. Al contrario, aun mientras se está riendo, hay un dolor hacia adentro. Y cuando se termina la alegría queda la tristeza como un compañero que no se va. Así es la realidad de la vida cuando el hombre tiene que ser discreto sobre sus sentimientos. El pasaje refleja una actitud conocida por Job y el predicador de Eclesiastés, además del sabio.

Los temores de los ingenuos

El versículo 14 tiene dos posibles interpretaciones. Por un lado, el hombre desviado o descarriado está harto con sus obras, ¡Basta ya! El segundo refrán puede leerse: “De sobre él un hombre bueno” e interpretado como el hombre bueno que está satisfecho con lo suyo (sus obras). Otra interpretación sería que el hombre descarriado se harta de sus obrasy que llega a ser un hombre bueno, traduciendo entonces “de sobre él es igual al hombre descarriado, un hombre bueno”. ¡Vuelva el hombre desviado a la senda derecha!

En el versículo 15 se encuentra el ingenuo o abierto a todas las influencias, identificado con los adolescentes en 1:4 y con los burladores y los necios en 1:22. Se subraya la diferencia entre él y el sagaz. Por un lado, el ingenuo-sincriterio confía y se apoya en “toda (cada) palabra”. Al contrario, el sagaz evalúa (considera) su “pasito” o “pisada”. Se afirma la forma correcta del sagaz, advirtiendo entonces al joven que use el sentido común y sea más cuidadoso con “apoyarse” en cualquier palabra (La Sabiduría de Amenemopet).

El versículo 16 presenta las actitudes del sabio o prudente y del necio frente al mal (palabra que se define como “el mal”, “la calamidad”, “la miseria”, “la herida” o “la aflicción”). Por un lado, el sabio teme, un término que muestra una fe o reverencia hacia Dios, y se aparta del mal. Los verbos “temer” y “apartarse” se encuentran en el tiempo perfecto para mostrar la seguridad de que se cumple de parte del sabio (así es el sabio). Por otra parte, el necio o indiferente “se hace arrogante” (según el texto hebreo) o es entremetido (según el texto griego, Septuaginta) y confiado (ambos textos). “Se hace arrogante” contrapone la actitud de “temer” en la primera parte, mientras es entremetido subraya un compromiso íntimo entre el necio y el mal. De todos modos, la enseñanza es clara: el justo evita el mal, mientras el necio se mete en el mal como los impíos en 4:16, que no duermen si no han hecho mal.

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