Contacté a una aerolínea local para no tener que mudarme. Le tomó a esta aerolínea 3 meses para tener una feria en mi área pero yo estaba lista. Esta feria tomó 2 horas y sin importar lo que dijeron sobre la «tortura» que experimentaría haciendo ese trabajo, no me importó. Sabía desde el momento en que decidí asistir que iba a ser una aeromoza; estaba segura que no fallaría. Al final del evento se nos dijo que recibiríamos una llamada en 2 días si deseaban vernos para una segunda entrevista; recibí una.
Una semana más tarde estaba de vuelta haciendo la odiosa entrevista de aerolínea pero en esta ocasión no estaba nerviosa. Sabía que el camino que había recorrido por la vida me había preparado para esta misión. Una vez nos dijeron que recibiríamos una llamada telefónica en los próximos 2 días si nos escogían para el adiestramiento. Mi llamada telefónica llegó a la mañana siguiente a las 9 a .m. Aquello fue para finales de marzo de 2005 y me encontré adiestrándome en Memphis, Tennessee el 9 de abril de 2005.
Soportar un programa de adiestramiento de 3 semanas que incluía una enorme cantidad de estudios (lo que no había hecho en 30 años), evacuaciones, pruebas, y observar a compañeros de clase ser enviados a casa uno por uno mantenían nuestras emociones tan tirantes que me sentía como una banda de caucho a punto de reventar. Además de todo, vivíamos en un hotel pero el lazo especial creado entre todos los que sobrevivimos a esta tortura todavía perdura.
Mientras me adiestraba, el 26 de abril, cumplí 51 años y el 27 de abril tomé mi examen final en uniforme y lo pasé. La graduación fue un evento especial y nuestra unión con los adiestradores quedó marcada en nuestro corazón para siempre. Hacen la graduación algo memorable y especial para cada clase. Cuando me presentaron con mis alas de vuelo, sentí que el dique de una represa se rompió.
Lo único que podía pensar era cuán duro había trabajado por 30 años para recibir esas alas. Dios trabaja de maneras misteriosas y nunca debemos cuestionarlo. Me di cuenta de que los lemas por los que había vivido mi vida entera, «los sueños constituyen la realidad» y «nunca nos rindamos, nunca es demasiado tarde» me habían servido bien. Todavía soy una aeromoza y he disfrutado cada minuto por los últimos 5 años. Me doy cuenta que tomé la decisión correcta al dejar el empleo que odiaba con pasión para perseguir una «última» carrera que me llenase y que pudiese decir que verdaderamente amara.
Cuando llegué a mi aeropuerto base, mis tres hijos y mi mama estaban esperándome y cada uno tenía una rosa roja. Estaban allí para mostrarme sus perdurables amor y apoyo hacia una mujer (su madre e hija) que tomó el más grande riesgo de su vida para seguir su sueño (a los 50), que creyó en sí misma lo suficiente como para intentarlo, y para verla en uniforme por primera vez… el que había esperado toda una vida para lucir.
Denice R. «Bush» Barth
Estoy seguro de que muchos de ustedes disfrutarán la historia de hoy. Si bien un poco larga, su mensaje es realmente inspirador y habrá de motivarnos a todos a seguir persiguiendo esos elusivos sueños del pasado. Y es que muchos de nosotros, abandonamos sueños que Dios puso en nuestro corazón tan sólo porque consideramos que las circunstancias estaban contra nuestra y decidimos olvidarlos. Sin embargo, la autora de la historia de hoy pone de relieve cómo Dios utilizó casi 30 años de experiencias en otros campos para garantizar que su sueño finalmente se cumpliera.
A final de cuentas, como dice ella, «los sueños constituyen la realidad» y «nunca es demasiado tarde», en especial cuando nos aferramos al Señor. ¿Qué tal si tomamos la decisión de congregarnos este mismo fin de semana con tantos otros que también necesita una dosis de ánimo y guía celestial y permitimos al Señor resucitar esos sueños que hoy permanecen dormidos y que necesitan tornarse en realidad para la gloria de Dios? Adelante y que el Señor les continúe bendiciendo.
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