Números 11: Jehová envía codornices

Núm 11:12 ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?

Núm 11:13 ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos.

Núm 11:14 No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.

Núm 11:15 Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.

La amargura de la queja de Moisés recuerda similares protestas de otras figuras del AT: Elías, Job y Jonás. Es importante notar que ellos no consideraban sus muertes como una prerrogativa propia. En todo momento Dios, misericordiosamente, rechazó sus peticiones.

Los israelitas se quejaron y luego Moisés se quejó. Pero Dios respondió positivamente a Moisés y negativamente al resto del pueblo. ¿Por qué? El pueblo se quejó entre sí, y no se logró nada. Moisés llevó su queja ante Dios, el que puede resolver cualquier problema. Muchos de nosotros somos muy buenos para quejarnos entre nosotros mismos. Necesitamos aprender a llevar nuestros problemas ante el Unico que puede hacer algo al respecto.

Núm 11:16 Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo.

Núm 11:17 Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.

Los ancianos se seleccionaban entre aquellos que ya servían como líderes. El Espíritu les otorgaba una nueva autoridad para ejercer su liderazgo. El paso del Espíritu, de Moisés a los 70 ancianos, equivalía a ordenarlos para una función oficial, no al otorgamiento de un carisma.

Núm 11:18 Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: !!Quién nos diera a comer carne! !!Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis.

Núm 11:19 No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,

Núm 11:20 sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?

Núm 11:21 Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; !!y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero!

Núm 11:22 ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto?

Moisés había presenciado el poder de Dios en milagros espectaculares, y a pesar de eso en este momento cuestionaba su capacidad para alimentar a los israelitas. Si Moisés dudó del poder de Dios, cuánto más fácil es para nosotros hacer lo mismo. Pero el depender de Dios completamente es esencial, a pesar de nuestro nivel de madurez espiritual. Cuando comenzamos a depender de nuestro propio razonamiento, corremos el peligro de ignorar la evaluación de Dios sobre esa situación. Al recordar sus obras pasadas y su poder presente, podemos asegurarnos de que no estamos obstruyendo su ayuda potencial.

Núm 11:23 Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.

¿Cuán fuerte es Dios? Es muy fácil confiar en Dios cuando vemos sus actos poderosos (los israelitas vieron muchos), pero después de un tiempo puede parecer que su fuerza se ha debilitado en la rutina de nuestros problemas diarios. Dios no cambia, pero sí cambia nuestro punto de vista acerca de El. La monotonía de la vida diaria nos adormece y nos hace olvidar las cosas poderosas que Dios puede hacer en nuestras vidas. La fuerza de Dios siempre está presente y, como aprendió Moisés, siempre disponible.

Núm 11:24 Y salió Moisés y dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo.

Núm 11:25 Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.

Profetizaron : Este fue un resultado inesperado. No tenía relación con la función dirigente de los 70 ancianos, porque fue algo que ocurrió solamente una vez. Puede que el profetizar haya obedecido a un éxtasis inducido por el Espíritu, o haya sido un acto simbólico como el descrito en 1 Samuel 10. En esa ocasión, Saúl fue ungido rey y la profecía constituyó un signo de ello, sin que se comunicara ningún mensaje. Así aquí, en el cap. 11, la profecía parece ser un signo de la ordenación de los 70 ancianos.

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