Núm 11:1 Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.
Este capítulo contiene dos relatos de lugares recordados por el castigo que el Señor propinó al pueblo: Tabera y Kibrot Hataava.
La queja es genérica. La referencia a que el castigo comenzó en uno de los extremos del campamento y no en el centro puede ser un indicio para comprender este pasaje. Si asumimos que la gente asignada a los extremos del campamento se quejaba de estar expuesta a mayores peligros, cobra sentido que el castigo ocurriese allí. El fuego de Jehová se refiere a la manifestación de la presencia de Dios.
Núm 11:2 Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.
Núm 11:3 Y llamó a aquel lugar Tabera,[a] porque el fuego de Jehová se encendió en ellos.
Núm 11:4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: !!Quién nos diera a comer carne!
Dos temas se entrelazan en este relato: la queja de la gente por falta de carne, y la frustración de Moisés ante las responsabilidades que pesaban sobre él. 4-10 informan de la queja de la gente, y 11-23 de la conversación entre Jehová y Moisés, en la que el Señor contesta las preguntas de Moisés sobre sus responsabilidades como líder, así como sobre la falta de carne. 23-34 contienen la ejecución de las respuestas a los dos problemas.
La gente extranjera que se mezcló con ellos : Se refiere tanto a los no israelitas que se unieron a la congregación en el éxodo, como a los israelitas de baja calaña que se dejaban gobernar por los apetitos de la carne. El origen del problema radicaba en estos elementos, pero pronto se extendió a los demás. El rocío acompañaba al maná originalmente, pero más tarde parece que esto dejó de ocurrir. Tampoco está claro por qué la gente no sacrificaba a sus rebaños y al ganado.
La expresión gente extranjera se refiere a un grupo mixto de egipcios y otros que había seguido a Israel al salir de Egipto
Núm 11:5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;
Núm 11:6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
Nuestra alma : La relación entre los aspectos físicos y no físicos de los seres humanos era muy estrecha para el pensamiento hebreo. Los apetitos de la carne generan consecuencias espirituales.
La insatisfacción surge cuando nuestra atención no está en lo que tenemos, sino en lo que no tenemos. El pueblo de Israel no parecía darse cuenta de lo que Dios estaba haciendo por ellos -librándolos, haciendo de ellos una nación, dándoles una nueva tierra- porque estaban demasiado absortos en lo que Dios no estaba haciendo por ellos. No podían pensar en otra cosa que no fuera las deliciosas comidas egipcias que habían dejado atrás. De alguna manera, olvidaron que el látigo brutal de la esclavitud egipcia era el precio que pagaron por comer esa comida. Antes de juzgar a los israelitas con demasiada crueldad, es útil pensar qué es lo que ocupa nuestra atención la mayor parte del tiempo. ¿Estamos agradecidos por lo que Dios nos ha dado, o estamos pensando siempre en cosas nuevas que nos gustaría tener? No debemos permitir que nuestros deseos insatisfechos nos hagan olvidar los regalos de Dios como son la vida, comida, salud, trabajo y amistades.
Núm 11:7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.
Núm 11:8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.(A)
Núm 11:9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.(B)
Cada mañana los israelitas retiraban las puertas de sus tiendas y presenciaban un milagro. Había maná blanco y esponjoso cubriendo la tierra, alimento del cielo. Pero muy pronto eso no fue suficiente. Les pareció que ellos tenían derecho a más, se olvidaron de lo que ya tenían. No pidieron a Dios que satisficiera sus necesidades, demandaron que se les diera carne y dejaron de confiar en el cuidado de Dios. «¡Quién nos diera a comer carne!» se quejaron a Moisés, recordando la buena comida que tuvieron en Egipto. Dios le dio lo que ellos pidieron, pero pagaron caro por ello cuando una plaga atacó los campos (véanse 11.18-20, 31-34). La próxima vez que le pida algo a Dios, quizá El pueda conceder su petición. Pero si se acerca a El con una actitud pecaminosa, quizá obtener lo que desee puede costarle mucho.
Núm 11:10 Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.
Núm 11:11 Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?