Entonces, dirigiendo Jesús su palabra al pueblo y a sus discípulos, les dijo: Los escribas, o doctores de la ley, y los fariseos, están sentados en la cátedra de Moisés: practicad, pues, y haced todo lo que os dijeren; pero no arregléis vuestra conducta por la suya, porque ellos dicen lo que se debe hacer, y no lo hacen. El hecho es que van atando cargas pesadas e insoportables, y las ponen sobre los hombros de los demás cuando ellos no quieren ni aplicar la punta del dedo para moverlas. Todas sus obras las hacen con el fin de ser vistos de los hombres; por lo mismo llevan las palabras de la ley en cintas más anchas, y más largas las franjas u orlas de su vestido. Aman también los primeros asientos en los banquetes, y las primeras sillas en las sinagogas, y ser saludados en la plaza, y que los hombres les den el título de maestros o doctores, y hacen pompa de pasearse con vestidos rozagantes. Vosotros, por el contrario, no habéis de querer ser saludados maestros, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Tampoco habéis de llamar a nadie sobre la tierra Padre vuestro; pues uno solo es vuestro verdadero Padre, el cual esta en los cielos. Ni debéis preciaros de ser llamados maestros, porque el Cristo es vuestro único Maestro. En fin, el mayor entre vosotros ha de ser ministro o criado vuestro. Que quien se ensalzare será humillado, y quien se humillare será ensalzado. Mateo 23: 1-12; Marcos 12: 38-40; Lucas 20: 45-47
Aquí vemos que ya empiezan a aparecer los lineamentos de los fariseos. Aquí vemos la convicción judía de la continuidad de la fe. Dios dio la Ley a Moisés; Moisés se la pasó a Josué.
Josué se la transmitió a los ancianos; los ancianos se la pasaron a los profetas; y los profetas se la dieron a los escribas y fariseos.
No debemos pensar ni por un momento que Jesús está aquí alabando a los escribas y fariseos por todas sus reglas y normas. Lo que está diciendo es esto: « En tanto en cuanto estos escribas y fariseos os han enseñado los grandes principios de la Ley que Moisés recibió de Dios, debéis obedecerlos.» Cuando estábamos estudiando Mateo 5:17-20, vimos lo que eran estos principios. La totalidad de los Diez Mandamientos se basan en dos grandes principios. Se basan en la reverencia, reverencia con Dios, con el nombre de Dios, con el día de Dios, con los padres que Dios nos ha dado. Y se basan en el respeto, respeto a la vida de las personas, a sus posesiones, a su personalidad, a su buen nombre, a ellas mismas. Estos principios son eternos; y, en la medida en que los escribas y los fariseos enseñan la reverencia a Dios y el respeto a los hombres, su enseñanza es eternamente vinculante y válida.
Pero su actitud general acerca de la religión tenía un efecto fundamental. La convertía en una cosa de miles y miles de reglas y normas; y por tanto, la convertía en una carga insoportable. Aquí tenemos la prueba de cualquier presentación de la religión. ¿Es como unas alas que les hacen remontarse a las personas, o como un peso muerto que las hunde cada vez más? ¿Estimula o deprime? ¿Es algo que ayuda a las personas o que las acecha? ¿Es algo que le lleva a uno, o es algo que uno tiene que llevar? Siempre que la religión se convierte en un asunto deprimente de cargas y prohibiciones, deja de ser verdadera religión.
Los fariseos tampoco se permitían el más ligero alivio. El propósito que ellos mismos confesaban era: «Hacer una valla alrededor de la Ley.», No, suavizaban ni relajaban ninguna regla. Siempre que, la religión se convierte en una carga, deja de ser verdadera religión.