En 1871 prediqué en Chicago una serie de sermones sobre la vida de Cristo, durante cinco noches. El último serón era sobre el tema «¿Qué haré con Jesús?», y creo que cometí uno de los mayores errores de mi vida. Era una noche de octubre, y escuché que pasaban las maquinas del cuerpo de bomberos, pero no hice mucho caso, ya que a menudo oíamos las campanas que anunciaban la existencia de un incendio. Cuando terminé de predicar le dije al auditorio:
—Quiero que llevéis la pregunta a vuestras casas; que penséis sobre ella y que el domingo que viene me digáis qué vais a hacer con Cristo. ¡Qué error! Nunca más he dicho una cosa así.
En aquellos momentos se estaba iniciando el gran incendio de Chicago, en el que perecieron centenares de víctimas.
Recuerdo que Sankey cantaba:
«Hoy llama el Salvador.
Acude a El.
Cae la tormenta
Y está cerca la muerte.»
Y así fue de un modo particular en aquella ocasión. Después del culto me fui a casa. A la una de la mañana se quemó el local donde habíamos estado reunidos y no hubo oportunidad de volver a predicar a los supervivientes de la catástrofe. Muchas almas pasaron sin Cristo a la eternidad.