Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

Mi responsabilidad

La vida está en gran parte compuesta por sueños. Hay que unirlos a la acción.

Era una simple alcantarilla a la que, por circunstancias que desconozco, le faltaba la tapadera. Era un día soleado, por lo que no creo que fuera por cuestión de la lluvia. Pero en fin, allí estaba la alcantarilla sin su tapadera. Es más, la susodicha estaba tan solo a unos cincuenta centímetros de distancia.

Durante un rato pude observar a la gente, pues me encontraba tomando un café muy cerca del sitio en cuestión. Había unos que saltaban por encima del agujero como si de un juego se tratara, otros giraban hacia la izquierda o hacia la derecha para esquivarla y dejarla a un lado sin ningún tipo de peligro. Había quien pasaba de largo como si nada, y los había que se paraban para ver que sucedía dentro de aquél espacio.

De todos los que por allí pasaron, que no fueron pocos, tan sólo uno se paró, miró hacia el interior de la alcantarilla, vio que no había ningún tipo de señales y se dirigió hacia la tapadera colocándola donde le correspondía y se fue con toda la tranquilidad del mundo.

Poco después me puse a pensar en la alcantarilla y la vida. La alcantarilla me invitó a pensar que muchas veces ante los obstáculos de la vida intentamos saltarlos, esquivarlos, pasar de largo, mirar hacia ellos y seguir como si nada. Pero también me ayudó a pensar que son pocos los que se deciden a reparar, a arreglar o a poner las cosas en su sitio.

Vivo con la creencia de que son otros los que tienen que arreglarme las cosas, colocarlas donde creo que van y, en definitiva, son los otros los que tienen que hacer o solucionarme los problemas. Mientras tanto sigo esquivando, saltando, pasando de largo y sin coger al toro por los cuernos.

La alcantarilla me enseña que no vivo solo para mí. Vivo también para los demás y es mi responsabilidad dar el paso cuando yo veo la necesidad. Y en la medida en que cada obstáculo me ayude a tapar agujeros, mi vida no sólo se desarrollará sino que también dejaré una pequeña impronta de mi vida para los demás, aunque no pase a la historia; aunque lo que haga sea parte de mi historia y de la misma historia de la vida.

Me recuerda una pequeña historieta que me llegó ayer por e-mail.

Un presumido estudiante que se encontraba en un autobús lleno hasta los topes… se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor sentado enfrente, porqué le es imposible a la vieja generación comprender a su generación.

“Usted creció en un mundo diferente, realmente casi primitivo,” – dijo en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan alrededor – los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, aviones a reacción, viajes al espacio, el hombre caminando en la luna. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte.

Tenemos naves con energía nuclear y coches eléctricos y de hidrógeno. Ordenadores con procesos a la velocidad de la luz y más…”

Después de un breve silencio el señor mayor respondió lo que sigue:

“Tienes razón, hijo mío. Nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes… así que las inventamos. Ahora, ¡arrogante charlatán!, ¿qué estás haciendo tú para la próxima generación?”

¡El aplauso fue atronador!

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