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Mateo 9: Estar a buenas con Dios

(ii) Nadie, decía Jesús, trata de meter vino nuevo en odres viejos. Hace tiempo se solía almacenar el vino en pellejos, y no en botellas. Cuando se echaba el vino nuevo en un pellejo el vino estaba todavía fermentando. Los gases que producía ejercían presión en el pellejo. En un pellejo nuevo había una cierta elasticidad, y no sufría ningún daño porque cedía a la presión. Pero un pellejo viejo ya se había quedado rígido y había perdido la elasticidad y, si se llenaba de vino nuevo en plena fermentación, no podía ceder y se reventaba.

Para traducirlo a términos contemporáneos: Debemos tener mentes suficientemente elásticas para recibir y contener nuevas ideas. La historia del progreso es la historia de la victoria sobre los prejuicios de una mente hermética. Todas las nuevas ideas han tenido que luchar por su existencia contra la oposición instintiva de la mente humana. El automóvil, el ferrocarril, el avión, se recibieron con suspicacia al principio. Simpson tuvo que luchar para introducir el cloroformo, y Lister para que se aceptaran los antisépticos. A Copémico se le obligó a que se retractara de su afirmación de que la Tierra giraba alrededor del Sol y no viceversa. Hasta Jonas Hanway, que introdujo el paraguas en este país, tuvo que sufrir montones de misiles y de insultos que le arrojaban cuando iba paseando por la calle bajo su paraguas.

Este rechazamiento de lo nuevo se da en todas las esferas de la vida. Un experto en ferrocarriles, Norman Marlow, hizo muchos viajes en locomotoras. En su libro Fomplate and Signal Cabin La plataforma del maquinista y la cabina de señales- cuenta un viaje que hizo no mucho después que se amalgamaran los ferrocarriles. Las locomotoras que se había estado usando en cada rama de ferrocarriles se probaron en las otras. Él estaba en la tarima de un expreso de ManchEster a Penzance, un «Jubilee» clase 4-6-0. El conductor estaba acostumbrado a llevar locomotoras de la clase « Casfe,» y no hacía más que disertar con nostálgica elocuencia sobre la inutilidad de la máquina que iba conduciendo comparada con las « Castle.» Se negaba a usar la técnica necesaria para la nueva máquina, aunque le habían reciclado y la conocía perfectamente bien. Se empeñaba en conducir su «Jubilee» como si hubiera sido una «Castle,» y se iba quejando todo el camino de que no podía superar los 80 kilómetros por hora. Estaba acostumbrado a las «Castle,» y no le daba opción a ninguna otra. En Crewe cambiaron de maquinista; y el nuevo, que estaba dispuesto a adoptar la nueva técnica necesaria, pronto puso la «Jubilee» a 120 kilómetros por hora. Hasta para conducir locoriiotoras algunos rechazaban las nuevas ideas.

En la Iglesia, el resentimiento por todo lo nuevo es crónico, y el intento de poner las cosas nuevas en los moldes antiguos es casi universal. Tratamos de introducir las actividades de una congregación moderna en el edificio de una iglesia antigua que nunca se hizo para ellas. Tratamos de introducir la verdad de los nuevos descubrimientos en los credos basados en la metafísica grieGálatasGa. Tratamos de introducir la instrucción moderna en un lenguaje desgastado que no la puede expresar. Leemos la Palabra de Dios a hombres y mujeres ya casi del siglo XXI en el lenguaje de Cervantes, y tratamos de presentarle a Dios en oración las necesidades de hombres y mujeres de la era posneontemporánea en un lenguaje que tiene medio milenio de antigüedad.

Puede que nos hiciera bien recordar que cuando cualquier cosa viviente deja de crecer, empieza a morir. Puede que tuviéramos que empezar a pedirle a Dios que nos libre de la mente cerrada.

Porque sucede que estamos viviendo en una época de cambios rápidos y tremendos. El vizconde Samuel nació en 1870, y empieza su autobiografía con la descripción del Londres de su niñez. «No teníamos coches, ni autobuses, ni taxis, ni metro; no había bicicletas -excepto sus precursores los extraños biciclos-; no había luz eléctrica ni teléfonos, ni cines ni radio.» Eso era poco más. de hace un siglo. Vivimos en un mundo en constante cambio y expansión. Jesús nos advierte que la Iglesia no se atreva a ser una institución que vive en el pasado.

EL TOQUE QUE DESPIERTA

Mateo 9:18-19, 23-26

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, fijaos, llegó un gobernador y se arrodilló ante Él en actitud de adoración.

Mi hija Le dijo- acaba de morírseme; pero ven a poner Tu mano sobre ella para que vuelva a la vida.

Jesús se levantó para ir con él, y Sus discípulos también fueron con Él.

Cuando Jesús llegó a la casa del gobernador, y vio a los flautistas y el jaleo del gentío, les dijo:

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