Mateo 8: La Muerte en vida

Más, el poder del demonio es limitado. Poderoso como es, hay un Ser que es más poderoso que él. Aunque está empeñado en causar males en el mundo, no puede obrar sin permiso. Estos mismos versículos están probando que los espíritus malignos saben que solo pueden ir de un lugar á otro devastando la tierra en tanto que se lo permita el Señor de los señores. «¿Has venido,» dijeron, «á molestarnos antes de tiempo?» Y la siguiente súplica deja conocer que no podían hacer nada á los cerdos, si Jesús, el Hijo de Dios, no los dejaba.

Nuestro Señor Jesucristo es quien libra al hombre del poder del demonio. Desde tiempos muy remotos se había profetizado que El quebrantaría la cabeza de la serpiente. Empezó á cumplir esa profecía cuando nació de la Virgen María, y triunfó sobre la serpiente cuando murió en la cruz. Mas sanando á todos los endemoniados manifestó su completo dominio sobre Satanás. Desdichados seriamos á la verdad si teniendo conocimiento de que el diablo está siempre cerca de nosotros no supiéramos también que Jesucristo « puede salvar perpetuamente á los que por él se allegan á Dios.» Heb. 7.25.

Antes de terminar este pasaje notemos cuan mundanos eran los Gergesenos, habitantes del país en que se obró el milagro. Suplicáronle á nuestro Señor que se fuera de sus términos. Lo único que parecieron sentir era la pérdida de sus cerdos. No se apercibieron siquiera de que dos de sus semejantes, que poseían almas inmortales, hubiesen sido libertados del yugo de Satanás ; ni se cuidaron de que delante de ellos estaba un Ser más grande que Satanás, Jesús el Hijo de Dios. Considerando á Jesús como un obstáculo para la prosecución de sus negocios, solo querían deshacerse de él.

Muchos son los que se parecen á los Gergesenos. Millares de personas hay que no se cuidan de Cristo ó de Satanás siempre que puedan adquirir más dinero ó más bienes. Velemos y oremos para que no vayamos á caer presa de semejantes ideas.

Recordemos todas las mañanas que tenemos almas responsables y que algún día moriremos, y después seremos juzgados.

Guardémonos de amar al mundo más que á Jesucristo. Guardémonos de impedir la salvación de los demás porque temamos que la difusión de la religión disminuya nuestras ganancias ó nos ocasione molestias.

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