8.29 La Biblia nos dice que al final Satanás y sus ángeles serán echados al lago de fuego (Rev_20:10). Cuando los demonios le dicen a Jesús que no los atormente «antes de tiempo», dan a entender que sabían cuál será su destino final.
8.32 Cuando los demonios entraron en los cerdos, estos se despeñaron y cayeron al lago. La acción de los demonios prueba su intención destructiva: como no pudieron destruir a los hombres destruyeron a los cerdos. La acción de Jesús, por contraste, muestra el valor que da a cada vida humana.
8.34 ¿Por qué la gente le pidió a Jesús que se fuera? A diferencia de los dioses paganos que adoraban, Jesús no podía ser contenido, controlado o aplacado. Temían el poder sobrenatural de Jesús, poder que no habían visto nunca antes. Y estaban muy molestos con la pérdida del hato de cerdos y no podían alegrarse con la liberación de los hombres que estaban poseídos por el demonio. ¿Le preocupan mas las propiedades y los programas que la gente? Los seres humanos han sido creados a la imagen de Dios y tienen un valor eterno. Qué necio y cuán fácil es dar más valor a posesiones, inversiones e incluso a animales, que a la vida humana. ¿Permite que Jesús termine su obra en usted?
Mat 8:1-15
En el capítulo octavo de San Mateo se describen no menos que cinco de los milagros de nuestro Señor. En esto hay una bella congruencia. Propio era que el más célebre sermón que jamás se haya predicado fuera seguido de pruebas poderosísimas de que Aquel que lo había pronunciado era el Hijo de Dios.
En los versículos arriba trascritos se historian tres milagros: la curación de un leproso, la de un paralítico, y la de una mujer que sufría de fiebre. Al leer este pasaje se vienen á la mente tres pensamientos.
1. Que Jesucristo tiene un poder sin límites. La lepra es una de las enfermedades más terribles que afligen a los hombres. Los médicos la consideran incurable y los que sufren de ella están como muertos en medio de la vida. Y sin embargo, Jesús dijo al paciente que fuera limpio, y en el acto le dejó la lepra. Sanar á un paralítico sin verlo siquiera, y solamente con pronunciar una palabra, es hacer algo que nosotros no alcanzamos á concebir. Y sin embargo, Jesús lo mandó y se hizo. Dar á una mujer postrada con fiebre no solamente alivio sino también fuerza y salud suficientes para emprender de nuevo sus quehaceres domésticos, confundiría á los más hábiles médicos de la tierra. Sin embargo, eso fue lo que Jesús hizo con la suegra de Pedro. Tales actos solo pudieron ser ejecutados por un ser todopoderoso: allí estaba el dedo de Dios. En el Evangelio se nos exhorta á que acudamos á Jesús y reposemos nuestra fe en El, confiándole todos nuestros afanes y cuidados. Podemos hacer todo esto sin vacilar, pues El puede sobrellevarlo todo, siendo, como es, todopoderoso. Puede dar vida á los muertos y fuerza á los débiles. Confiemos en El, y depongamos todo temor. El mundo está lleno de lazos, y nuestros corazones son débiles; empero para Jesús nada hay imposible.
2. Que Jesús es infinitamente misericordioso y compasivo. Las circunstancias en que obró los tres milagros de que nos ocupamos fueron distintas. En cuanto al leproso El mismo oyó su grito: «Señor, si quisieres, puedes limpiarme.» En cuanto al criado del centurión supo que estaba enfermo, mas nunca le vio. Por lo que toca á la suegra de Pedro, Jesús la vio enferma de fiebre, pero no se nos refiere que ella dijera una sola palabra. Sin embargo, en todos esos tres casos el Señor se mostró benigno v misericordioso. Cada paciente fue compadecido con ternura y recibió eficaz alivio.
3. Que la fe es una virtud de un valor inestimable. Muy poco sabemos del centurión de que trata el pasaje que venimos considerando: su nombre, su patria, su historia pasada nos son desconocidos. Mas una cosa sí sabemos, á saber: que creyó. Y creyó, preciso es recordarlo, en tanto que los escribas y fariseos permanecían en la incredulidad. Creyó siendo pagano, en tanto que el pueblo de Israel permanecía ciego. Por eso nuestro Señor lo encomió con las siguientes palabras que desde aquel entonces se han repetido en todo el mundo: «Ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Creer que Jesucristo tiene poder y voluntad de socorrernos, y obrar en armonía con esa creencia, es un don raro y precioso. Estar prontos a acudir á Jesús como criaturas desamparadas y culpables, y á encomendar nuestras almas en sus manos, puede considerarse como una gran prerrogativa, una prerrogativa por la cual debemos dar gracias á Dios, pues emana de El.
¿Hemos experimentado nosotros esa fe? Esta es la gran pregunta que nos concierne. Ojalá no descansemos hasta que no la hayamos contestado. La fe en Jesucristo parece insignificante á los hijos de este mundo, mas á los ojos de Dios es valiosísima. Por ella viven los verdaderos cristianos; por ella permanecen firmes; con ella vencen al mundo. Sin ella nadie puede ser salvo.