Pero aunque Jesús hubiera causado deliberadamente la destrucción de aquel hato de cerdos, no debería nunca habérsele culpado por ello. Hay tal cosa como pasarse de chinche. T. R. Glover hablaba de las personas que creen que son muy religiosas cuando lo que son es muy fastidiosas.
No podemos comparar el valor de un hato de cerdos con el de dos almas humanas inmortales. No es comente negarse a comer un bocadillo de jamón o chuletas de cerdo para la comida por motivos de conciencia. Nuestra simpatía hacia los cerdos no nos lleva tan lejos como para impedirnos comérnoslos; ¿y vamos a quejarnos de que Jesús devolviera la salud a dos mentes humanas a costa de un hato de cerdos? Esto no quiere decir, ni mucho menos que animemos, o ni siquiera disculpemos la crueldad con los animales. Es sencillamente que debemos conservar en la vida un sentido de la proporción.
La tragedia suprema de esta historia radica en su conclusión. Los que habían estado pastoreando a los cerdos volvieron corriendo al pueblo y dijeron lo que había sucedido; y el resultado fue que los del pueblo le pidieron a Jesús que saliera inmediatamente de su territorio.
Aquí encontramos el peor egoísmo humano. A esa gente no le importaba que dos personas hubieran recuperado la razón; lo único que les importaba era que se habían quedado sin sus cerdos. Eso es lo que sucede muchas veces cuando se dice: «Me importa un pito lo que les pase a los demás, siempre que no sufran mis ganancias y mi comodidad y mi tranquilidad.» Nos podemos alucinar ante la insensibilidad de aquella gente de Gadara, pero debemos tener cuidado de no objetar a que se ayude a otros para no perder nuestros privilegios.
CRECE LA OPOSICIÓN
Ya hemos visto repetidamente que en el evangelio de Mateo no aparece nada colocado al azar. Todo está planificado y diseñado cuidadosamente.
En el capítulo 9 vemos otro ejemplo de esta cuidadosa planificación, porque contiene las primeras sombras de la tormenta que se está fraguando. Vemos cómo empieza a crecer la oposición; oímos las primeras insinuaciones de las acusaciones que se van a urdir contra Jesús, y que acabarán finalmente por llevarle a la muerte. En este capítulo se Le hacen a Jesús cuatro acusaciones.
(i) Se Le acusaba de blasfemia. En Matea 91-8 vemos a Jesús curando al paralítico perdonándole sus pecados; y oímos a los escribas acusarle de blasfemia porque pretendía hacer lo que sólo Dios puede hacer. Acusaban a Jesús de blasfemia porque hablaba con la voz de Dios. Blasfémía quiere decir literalmente insulto o calumnia; y los enemigos de Jesús le acusaban de insultar a Dios porque Se arrogaba los poderes exclusivos de Dios.
(ii) Se Le acusaba de inmoralidad. En Mat_9:10-13 vemos a Jesús participando en una fiesta con publicanos y pecadores. Los fariseos se escandalizaban de que Él comiera con tal gentuza. La implicación era que Él era igual que ellos. «Dime con quién andas, y te diré quién eres.»
A Jesús Le acusaron de hecho de ser una persona inmoral porque se Le veía con gente inmoral. Una vez que una persona cae en desgracia es la cosa más fácil del mundo tergiversar y falsificar todo lo que hace.
Harold Nicolson cuenta una conversación que tuvo con Stanley Baldwin. Nicolson estaba por entonces empezando su carrera política, y fue a pedir a Baldwin, político veterano, el consejo que le pudiera dar. Baldwin le dijo algo así: «Vas a tratar de ser un estadista, y a manejar los asuntos del país. Bien, yo tengo una larga experiencia de ese tipo de vida, y te daré tres reglas que harás bien en seguir. La primera, si ya estás suscrito a una agencia de recortes de periódicos, cante la la suscripción inmediatamente. La segunda, no te ríase` nunca de los errores de tus oponentes. La tercera, ármate d paciencia cuando te atribuyan falsos motivos.» Una de las armas favoritas de los enemigos de cualquier hombre publica es atribuirle falsos motivos; eso es lo que Le hicieron a Jesúa Sus enemigos. ;
(iii) Se Le acusaba de laxitud en la piedad. En Mat_9:14 : 17, los discípulos de Juan les preguntaron a los de Jesús qué su Maestro no ayunaba. Jesús no observaba las prácticas ortodoxas de la religión, y por tanto los ortodoxos no se fiaban de Él. Cualquiera que se aparte de los convencionalismo sufrirá por ello; y cualquiera que quebrante los convencionalismos religiosos, más todavía. Jesús quebrantaba los convencionalismos ortodoxos de la piedad farisaica, y se le c ticaba por ello.