La promesa del Rey (y todas estas cosas os serán añadidas, v. 33) es el antídoto para eliminar y evitar la ansiedad. Nuestra parte: someternos incondicionalmente al reinado de Cristo y buscar su voluntad. La parte de Dios: proveer todo lo que sea esencial para que nosotros cumplamos su voluntad. El siervo puede gozarse de provisiones abundantes, o soportar provisiones mínimas, pero serán en todo momento suficientes (ver Phi_4:10-13). No promete proveer “todas las cosas”, ni “todo lo que deseamos”, sino “todas estas cosas”. “Estas cosas” se refiere concretamente a las cosas recién mencionadas: comida y ropa. También es necesario observar oportunamente que debemos equilibrar esta promesa con la enseñanza de que el sacrificio, privación y aun la cruz también pertenecen al discipulado (Phi_10:34-39).
Una parábola moderna viene al caso: Se oyó en un huerto una conversación entre dos gorriones, descansando sobre una rama en un árbol alto. Mientras observaban a la gente que caminaba apurada y nerviosa por el huerto, uno dijo al otro:
—Eh, dime, ¿por qué piensas que la gente camina así, nerviosa y preocupada?
El otro le respondió:
—No lo sé con certeza, pero debe ser porque no tienen a un Padre Celestial que los cuida, como nosotros.