Ya tienen su recompensa (v. 2b) significa que la tienen completamente; no habrá más. El verbo “tienen” es un término comercial que se usaba para “dar un recibo” cuando uno recibía todo lo que correspondía. Buscaban el aplauso de los hombres y lo lograban, pero nada más. En efecto, “entregaban su recibo”. Crisóstomo decía: “Un hombre puede hacer sus obras delante de los hombres, pero no para que lo vean; y puede hacer sus obras en secreto, para ser reconocido por los demás.”
Después de señalar la manera y motivo que Dios no acepta, Jesús indica cómo hacer las obras de misericordia correctamente. No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha (v. 3) es una expresión que comunica la idea de hacer algo tan silenciosa y secretamente que ni su propia mano se de cuenta. Tomado literalmente, resulta absurdo, pues la mano no es capaz de saber nada. Por otro lado, no se refiere a las ofrendas y diezmos que corresponde entregar en la iglesia, sino a obras de misericordia. Algunos citan este pasaje para criticar un plan sistemático y bien calculado para ofrendar y diezmar. Tal crítica erra por completo el contexto y el propósito de Jesús.
La frase tu Padre que ve en secreto te recompensará (v. 4) no significa que recompensará en secreto. El énfasis está en el hecho de que Dios todo lo ve. No solamente ve la obra de misericordia, sino que observa la intención del corazón y la manera en que el creyente realiza la obra. Nosotros miramos y juzgamos los hechos mayormente por las apariencias visibles, o exteriores. Dios no tiene tales límites. Esta verdad bíblica debe ser una fuente de consolación y paz para el creyente sincero.
b“ En la esfera de la oración, 6:5-15“ En este párrafo Jesús señala la manera de orar que no es aceptable por Dios, luego la manera que agrada al Padre y finalmente presenta un modelo de oración que incluye los elementos y actitudes que agradan a Dios. Jesús no tenía que mandarles a orar, pues era una práctica común de los judíos. Daba por sentado que oraban normalmente tres veces al día, por lo menos. No seáis (v. 5) es realmente un verbo del tiempo futuro, “no seréis”, pero lleva la fuerza de un imperativo. No tenía que mandarles a orar, pero tuvo que mandarles a no orar como los hipócritas. No es tan importante el hecho de que ellos orasen en tal o cual lugar, o de pie. Hay oraciones en la calle y en las sinagogas que agradan a Dios. El énfasis está puesto sobre la intención y la manera de su oración. Los hipócritas amaban los lugares más conspicuos y donde había más personas para admirar su piedad. No solamente oraban en la calle, sino que marcaban el paso para llegar a la esquina de las calles más importantes justo cuando era la hora establecida para orar. El término “calle” significa “lugar ancho y espacioso”, del cual se deriva nuestra palabra “platea”. Tenían la intención de obtener la atención y aplauso de las multitudes en las “plateas”. Hacían de las calles y sinagogas sus “teatros”. Al lograrlo, ya tenían toda su recompensa.
En contraste con la ostentación pública de parte de los hipócritas, Jesús recomienda que busquemos un lugar privado, secreto, donde sólo Dios nos vería. El pronombre personal de segunda persona singular, tu (v. 6), en contraste con la forma plural en el versículo anterior, indica que se trata de una oración personal, no colectiva. Ora a tu Padre (v. 6b) significa que la oración debe dirigirse a Dios con el fin de agradarlo a él, y no a las multitudes. Dirigirse a Dios, y solamente a él, en la oración, en privado y en público, requiere una disciplina rigurosa y un motivo puro. El creyente tiene que decidir de una vez si su principal motivo es el de agradar a Dios, o a las multitudes. La fórmula se repite: Y tu Padre que ve en secreto te recompensará (v. 6c). Jesús no quiso indicar que la oración pública no fuera aceptable a Dios. Jesús mismo oraba en público y también los apóstoles, pero todos ellos mantenían una sólida vida de oración en privado que aseguraba que su motivo era puro al orar en público.
En los vv. 7 y 8, Jesús vuelve a señalar una práctica ineficaz e inaceptable para Dios en la oración: la vana repetición. Explica por qué tal práctica es vana e innecesaria. La razón es que oramos a un Dios que ya sabe todo y que está predispuesto a oírnos y socorrernos. Dos acotaciones importantes surgen de estos dos versículos: (1) Jesús no prohíbe repetir una oración. Jesús oró tres veces en el huerto de Getsemaní esencialmente la misma oración. Jesús alabó la persistencia en la oración en la parábola de la viuda inoportuna (Luk_18:1-8). También el apóstol Pablo oró tres veces para que Dios quitara el aguijón en la carne (2Co_12:7-8). El número tres probablemente debe entenderse no en el sentido estrictamente literal, sino como “muchas veces”. El énfasis en el v. 7 no recae sobre “repeticiones”, sino sobre “vanas”, palabras sin sentido. Shakespeare dice: “Mis palabras suben hacia arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan al cielo.” (2) El hecho de que vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que pidáis (v. 8) no significa que no debemos expresar nuestras necesidades. Por lo contrario, el hecho de que oramos a un Dios que ya sabe todo debe ser un fuerte aliciente para orar más frecuentemente y con más confianza.
La oración modelo (vv. 9-13) es uno de los pasajes bíblicos más conocidos y más citados del NT. Lucas indica que Jesús entregó esta oración modelo a los discípulos cuando ellos le pidieron: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos (Luk_11:1). Jesús destaca siete elementos necesarios en la oración, los cuales tienen una relación directa con el reino de Dios: confianza, reverencia, sometimiento, dependencia, perdón, humildad y adoración. Es apropiado usar esta oración en los cultos públicos y privados ocasionalmente. Por otro lado, el hecho de repetir tantas veces al día “el Padre Nuestro”, en forma mecánica, pensando que tal práctica es meritoria, es entender mal la intención de Jesús. El puso un ejemplo de cómo debemos orar, es decir, utilizando los siete elementos. La notable sencillez de la oración modelo está en agudo contraste con la palabrería de los incrédulos (v. 7).