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Mateo 6: Lo correcto por un motivo erróneo

Pero la preocupación es todavía peor que inútil; a menudo es activamente perjudicial. La dos enfermedades típicas de la vida moderna son la úlcera de estómago y la trombosis coronaria, y en muchos casos ambas son el resultado del estrés. Es un hecho en medicina que el que más ríe es el que tiene una vida más larGálatasGa. La preocupación que desgasta la mente desgasta también todo el cuerpo. La preocupación afecta el juicio de una persona, reduce sus poderes de decisión y le hace cada vez más incapaz de enfrentarse con la vida. Que cada uno se porte lo mejor posible en cada situación -no se le puede pedir más-, y que Le deje el resto a Dios.

(ii) La preocupación es cieGálatasGa. La preocupación se niega a aprender la lección de la naturaleza. Jesús nos invita a fijarnos en los pájaros, y ver la abundancia generosa que hay en la naturaleza, y a poner nuestra confianza en el amor que inspira esa generosidad. La preocupación se niega a aprender la lección de la Historia. Hubo un salmista que se animaba al recordar la Historia. « Dios mío, mi alma está abatida en mí -clamaba; y entonces prosigue-: Por tanto, me acordaré de Ti desde la tierra del Jordán y del Hermón, desde el monte Mizar» (Psa_42:6 ; cp. Deu_3:9 y Salmo 77). Cuando todo se ponía en contra suya, se animaba con el recuerdo de lo que Dios había hecho. La persona que alimenta su corazón con la historia de lo que Dios ha hecho en el pasado no se angustiará nunca por el futuro. La preocupación se niega a aprender la lección de la vida. Todavía estamos vivos y tenemos la cabeza fuera del agua; y todavía, si alguien nos hubiera dicho que teníamos que pasar todo lo que ya hemos pasado, le habríamos dicho que era imposible. La lección que nos da la vida es que, de alguna manera, se nos ha capacitado para soportar lo insoportable y hacer lo imposible y pasar la barrera del dolor sin desintegrarnos. La lección de la vida es que la preocupación es innecesaria.

(iii) La preocupación es esencialmente atea. No son las circunstancias externas las que causan la preocupación. En la misma circunstancia, una persona puede estar perfectamente serena, y otra se muere de ansiedad. Tanto la preocupación como la serenidad vienen, no de las circunstancias, sino del corazón. Alistair MacLean cita una historia del místico alemán Taulero. Cierto día, Taulero se encontró con un mendigo. «Que Dios te dé un buen día, amigo,» le dijo; y el mendigo le contestó: «Gracias a Dios, no he tenido nunca un mal día.» Entonces Taulero le dijo: «Que Dios te dé una vida feliz, amigo.» «Gracias a Dios -dijo el mendigo-, siempre soy feliz.» Taulero le dijo sorprendido: « ¿Qué quieres decir?» «Bueno -dijo el mendigo-, cuando hace bueno, doy gracias a Dios; cuando llueve, doy gracias a Dios; cuando tengo bastante, doy gracias a Dios; cuando tengo hambre, doy gracias a Dios; y puesto que la voluntad de Dios es mi voluntad, y lo que a El Le agrada me agrada a mí, ¿por qué iba yo a decir que no soy feliz cuando lo soy?» Taulero se le quedó mirando alucinado, y le preguntó: «¿Quién eres tú?» «Soy un rey,» le contestó el mendigo. Taulero le preguntó: «¿Y dónde está tu reino?» Y el mendigo le contestó tranquilamente: «En mi corazón.»

Ya lo dijo Isaías hace mucho tiempo: «Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado» (Isa_26:3 ). Como decía la mujer del Norte: «Yo soy siempre feliz; y mi secreto es navegar siempre los mares, y mantener mi corazón en el puerto.»

Puede que haya pecados más graves que la preocupación, pero seguro que no hay ninguno que incapacite más. «No penséis angustiosamente en el mañana» -es el mandamiento de Jesús; y es el camino, no solo a la paz, sino también al poder.

El término hipócrita, según se usa aquí, se refiere a la persona que hace buenas obras solo por apariencia, no por compasión ni ningún otro motivo bueno. Sus acciones pueden ser buenas pero sus motivos son malos. Esos actos vacíos son su recompensa, mientras que Dios premiará a los que son sinceros en su fe.

Cuando Jesús dice «no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha», quiere significar que nuestros motivos para dar deben ser puros. Es fácil dar con motivos mixtos, hacer algo en favor de alguien si nos va a beneficiar en alguna manera. Los creyentes debieran evitar todo artificio y dar solo por la satisfacción de dar y así responder al amor de Dios. ¿Cuál es su motivación al dar?

Es muy fácil dar por reconocimiento y alabanza. Para asegurarnos de que nuestros motivos no son egoístas debiéramos realizar nuestras buenas obras quieta y silenciosamente, sin esperar recompensa. Jesús dice que debemos revisar nuestros motivos en cuanto a generosidad (6.4), oración (6.6) y ayuno (6.18). Estas obras no deben ser egocéntricas, sino teocéntricas, y no para hacernos lucir bien, sino para hacer a Dios lucir bien. La recompensa que Dios promete no es material y nunca es dada a los que la buscan. Hacer algo solo para nosotros no es un sacrificio de amor. Cuando tenga la oportunidad de hacer una buena obra, pregúntese: «¿Haría esto aunque nadie lo supiera?»

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