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Mateo 6: Lo correcto por un motivo erróneo

(iii) En el versículo 27, Jesús pasa a demostrar que la preocupación es inútil en cualquier caso. El versículo admite dos sentidos. Puede querer decir que ninguna persona, a base de preocuparse puede añadir un codo a su estatura; pero un codo son 45 centímetros, ¡y seguro que no hay nadie que quiera añadir 45 centímetros a su estatura! Puede querer decir que ninguna persona, a fuerza de preocuparse, puede alargar su vida un breve espacio; y este sentido es el más probable. Lo que Jesús dice es que la preocupación no tiene sentido en ningún caso.

(iv) Jesús pasa a hablar de las flores (versículos 28-30), y habla como Uno que las ama. Los lirios del campo eran las amapolas y las anémonas escarlatas. Eran flores de un día en las laderas de Palestina; y sin embargo, en su breve vida, se vestían con un belleza que superaba la de los mantos de los reyes. Cuando morían, las usaban para nada mejor que encender el fuego. El detalle es el siguiente. Los hornos de Palestina se hacían de arcilla. Eran como una caja de arcilla colocada sobre unos ladrillos encima del fuego. Cuando se quería subirle la temperatura rápidamente, se echaban unos manojos de hierba y de flores silvestres secas dentro del horno, y se les prendía fuego. Las flores no tenían más que un día de vida; y luego les prendían fuego para ayudar a una mujer a calentar el horno cuando estaba cociendo con prisa; y sin embargo Dios las viste con una belleza que está más allá de la capacidad humana el imitar. Si Dios le da tal belleza a una florecilla efímera, ¡cuánto más tendrá cuidado de una persona! No cabe duda que a la generosidad que es tan pródiga con la flor de un día no se le pasará por alto la persona humana, que es la corona de la creación.

(v) Jesús pasa a presentar un argumento fundamental contra la preocupación. La preocupación, dice, es característica de los paganos, y no de los que saben cómo es Dios (versículo 32). La preocupación es en esencia desconfiar de Dios. Tal desconfianza se puede entender en un pagano que cree en un dios celoso, caprichoso e impredictible; pero es incomprensible en una persona que ha aprendido a llamar a Dios con el nombre de Padre. El cristiano no se puede preocupar, porque cree en el amor de Dios.

(vi) Jesús pasa a presentar dos maneras en que se puede derrotar la preocupación. La primera es buscar primero, concentrarse, en el Reino de Dios. Ya hemos visto que estar en el Reino y hacer la voluntad de Dios son una y la misma cosa (Mat_6:10 ). El concentrarse en hacer, y en aceptar, la voluntad de Dios es la manera de derrotar la preocupación. Sabemos cómo, en nuestra propia vida, un gran amor puede desplazar cualquier otro interés. Una amor así puede inspirar la obra de una persona, intensificar su estudio, purificar su vida, dominar todo su ser. Jesús estaba seguro de que se destierra la preocupación cuando Dios llega a ser el poder dominante de nuestras vidas.

(vii) Por último, Jesús dice que podemos derrotar la preocupación cuando adquirimos el arte de vivir al día (versículo 34). Los judíos tenían un dicho: «No te preocupes por los males del mañana, porque no sabes lo que traerá el día de hoy. Tal vez mañana no estés vivo, y te habrás preocupado por un mundo que ya no será el tuyo.» Si viviéramos cada día como viene, si cumpliéramos cada tarea como se nos presenta, entonces la suma de todos los días no podría ser sino buena. Jesús nos aconseja que atendamos a las demandas de cada día según nos vayan llegando, sin preocuparnos acerca del futuro desconocido y de cosas que a lo mejor no suceden nunca.

LA LOCURA DE LA ANSIEDAD

Veamos ahora si podemos agrupar los argumentos de Jesús en contra de la preocupación.

(i) La preocupación es innecesaria, inútil y hasta positivamente perjudicial. La preocupación no puede afectar al pasado, porque el pasado ha pasado. `Umar Jayyám estaba lúgubremente en lo cierto:

El dedo ágil escribe, y habiendo escrito pasa; ni toda la piedad ni la sabiduría le podrán inducir a borrar media línea, ni del mundo las lágrimas a borrar una letra.

El pasado ha pasado. No es que uno pueda o deba disociarse de su pasado; pero debe usarlo como un acicate y una guía para actuar mejor en el futuro, y no como algo que sigue rumiando hasta sumirse en el estrés.

El preocuparse tampoco puede afectar al futuro. Alistair MacLean, en uno de sus sermones, cuenta una historia que había leído. El héroe era un médico de Londres. «Estaba paralizado y reducido a la cama, pero casi inconteniblemente alegre, y tenía una sonrisa tan valiente y radiante que hacía que nadie le tuviera lástima. Sus hijos le adoraban; y, cuando uno de sus chicos estaba a punto de dejar el nido para lanzarse a la aventura de la vida, el doctor Greatheart le dio un buen consejo: «Johnny -le dijo-, lo que hay que hacer, chico, es mantener la cabeza bien alta, como un caballero; y ten la bondad de acordarte de que los problemas más gordos que hay que arrostrar son los que nunca se presentan.»» El preocuparse por el futuro es trabajo perdido, y el futuro de la realidad rara vez es tan malo como nos lo presentan nuestros miedos.

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