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Mateo 5 El sermón del monte

La dicha y recompensa de los pacificadores es que serán reconocidos por lo que son, hijos de Dios, pues demuestran el carácter y misión de Dios. Su parentesco con Dios es visible.

Los que son perseguidos por causa de la justicia (vv. 10-12). Los pacificadores serán también los perseguidos. Parecería que el mundo debiera felicitar a los discípulos por su aporte al bienestar social y moral de la humanidad. Sin embargo, durante gran parte de la historia del cristianismo ha sido todo lo contrario. Jesús advirtió a los discípulos del costo de seguirlo, parte del cual sería la persecución (Luk_11:49; Luk_21:12; Joh_15:20). Como su vida y enseñanzas chocaron con el sistema de valores de la humanidad y le crucificaron, los que se identifican con él frecuentemente recibirán el mismo trato. Por causa de la justicia (v. 10) es sinónimo de por causa de mí (v. 11). Se refiere a la identificación de los discípulos con Cristo y su reino (ver v. 6). El v. 11 especifica dos tipos comunes de persecución: vituperios y mentiras.

La paradoja es evidente y sorprendente. Jesús llama a los perseguidos dichosos, todo lo contrario a lo que normalmente se piensa. La razón para esta dicha es triple: (1) El reino pertenece a ellos, (2) tendrán una recompensa grande en los cielos y (3) forman parte de una gran compañía de profetas que fueron perseguidos. Por estas razones, el discípulo debe enfrentar la persecución con gozo y alegría (Act_5:41; Act_16:25). Gozaos y alegraos (v. 12) son imperativos del tiempo presente, indicando una acción continua, en todo momento. La persecución purifica la iglesia, fortalece el testimonio y produce un crecimiento numérico. Esta verdad ha sido confirmada desde el primer siglo hasta nuestros días.

Nótese que en la primera y octava bienaventuranza se utiliza el verbo “ser” en tiempo presente, mientras que desde la segunda a la séptima se emplea el verbo en tiempo futuro. Todos los verbos del v. 3 hasta el 9 son de tercera persona singular o plural, mientras en los vv. 11 y 12 se emplea la segunda persona plural.

La intervención del evangelio Ser sal implica tener influencia en la sociedad. La situación social del mundo pide a gritos la participación de los hijos de Dios. En el año 1818 llegó el primer misionero evangélico a América Latina. La situación por entonces era muy lamentable. Existían muy pocas escuelas, y éstas eran deficientes y precarias. La gente del pueblo no tenía acceso a la instrucción. El misionero que llegó era Diego Thompson, quien ofreció a los gobiernos el método de instrucción «lancasteriano». El método consistía en utilizar a los alumnos más avanzados para que enseñaran a los principiantes. El gobierno apoyó a Thompson y en su primera escuela se inscribieron cien alumnos. Su libro de lectura era la Biblia. El progreso fue notable. Pronto se establecieron cien centros de enseñanza con cinco mil alumnos. Esto ocurría en Buenos Aires, pero también Montevideo recibió su visita. Luego el gobierno de Chile lo contrató. Cuando estuvo en Perú fue grande la sorpresa al recibir la visita del libertador San Martín que lo invitaba a impartir la enseñanza en Lima. Luego visitó Trujillo, Quito, México y muchos otros lugares. Todos sintieron el paso de Thompson, que con su Biblia y su ministerio de la educación ayudaba a la formación de grandes hombres y a darles un modelo de vida.

Las responsabilidades del discipulado

Habiendo presentado una descripción del carácter de los súbditos en el reino de los cielos y su dicha, Jesús procede a señalar algunas de las responsabilidades inherentes al discipulado. Estas se relacionan directamente con el nuevo carácter adquirido al someterse a Dios en su reino. Por este nuevo carácter, se destacarán, llamarán la atención.

Jesús emplea dos figuras, o comparaciones, para señalar la responsabilidad de dejar una influencia positiva y redentora. Aunque el Sermón del monte se dirige primeramente a los doce, no se limita a ellos. Se aplica a todos los que se someten al señorío de Cristo en su reino.

(1) Servir como sal,Act_5:13“ La sal era un artículo de mucho valor y de gran demanda en el tiempo de Jesús. Los griegos decían que era divina; los soldados romanos frecuentemente recibían su sueldo en sal (de allí “salario“) y se consideraba una ofrenda digna para los dioses. Cumple varias funciones: purifica, preserva, cura, da sabor y despierta sed. Recuerdo de mi niñez cómo mi padre carneaba los cerdos y preservaba la carne en un cajón con hileras de sal. Aun en días calurosos, la carne no se echaba a perder.

El discípulo debe ser una influencia que purifica, preserva, cura, da sabor y despierta sed en el sentido espiritual y moral. Si manifiesta las características del verdadero discípulo (vv. 3-12), su testimonio tendrá este efecto. La sal que usamos hoy en día no puede perder su sabor, pero la sal que usaban en el primer siglo se producía en el mar Muerto y tenía una mezcla de varios minerales. La sal podría diluirse en agua y perderse, dejando los demás minerales, parecidos a la sal. También el creyente, o la iglesia, pueden perder su salinidad, guardando las apariencias, pero no deja de ser insípido y no cumple su propósito.

(2) Servir como luz,Act_5:14-16“ Realmente Cristo es la luz del mundo (comp. Joh_1:4-9; Joh_8:12). Los creyentes son la luz del mundo solamente en la medida que Cristo mora y reina en sus vidas. Más bien, el creyente refleja la luz de él. Cultivar diariamente una comunión vital con Cristo es la única manera para asegurar que la lámpara esté encendida. Cuando la luz está encendida, para cumplir su función debe colocarse en un lugar alto y visible, como una ciudad asentada sobre un monte (v. 14). Sería absurdo encender una lámpara, cuya función es iluminar en la obscuridad, y esconderla de modo que no se vea la luz. Así los discípulos deben vivir delante del mundo y en el mundo. Sus vidas deben ser visibles a todos de modo que puedan ver el poder y beneficios del evangelio: sus vidas transformadas y sus buenas obras a favor de otros. La motivación debe ser la de glorificar a Dios, no de ensalzarse a sí mismos. Glorificar a Dios significa dejar que él se vea tal cual es: todo poder, todo amor, toda bondad y toda misericordia.

La vida práctica implicada en el discipulado

El evangelio de Jesucristo es altamente práctico. Tiene mucho que decir sobre cómo vivir en la tierra, cómo relacionarse con Dios y los semejantes, cómo llegar a los cielos. Jesús presenta, en el resto de este Sermón, una serie de principios que deben gobernar la vida del creyente en el mundo.

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