Mateo 5 El sermón del monte

Jesús decía a sus oyentes que necesitaban una piedad totalmente distinta (amor y obediencia), no una versión más intensa de la piedad de los fariseos. Nuestra bondad debe (1) proceder de lo que Dios hace en nosotros, no de lo que podemos hacer nosotros mismos, (2) estar centrada en Dios, no en nosotros, (3) estar basada en la reverencia a Dios, no en la aprobación de la gente, (4) e ir más allá del solo hecho de cumplir con la Ley amando los principios que la respaldan.

Cuando Jesús dijo: «Pero yo os digo» no estaba aboliendo la Ley ni agregando sus propias opiniones. Más bien estaba ofreciendo una explicación completa de por qué Dios hizo tal Ley. Por ejemplo, refiriéndose a que Moisés dijo: «No matarás», Jesús enseñó que «cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio». Los fariseos leían esta Ley y, como jamás habían matado, se sentían muy rectos. Sin embargo estaban tan enojados con Jesús que ya pronto estarían planeando matarlo, aunque no con sus propias manos. Perdemos la verdadera intención de la Palabra de Dios cuando leemos sus normas para la vida sin procurar comprender por qué las dio. ¿Cuándo guarda uno las normas de Dios pero pasa por alto su verdadera intención?

Asesinar es un pecado terrible pero la cólera es un gran pecado también porque viola el mandato de Dios de amar. La ira, en este caso, se refiere a la amargura creciente en contra de alguien. Es una emoción peligrosa que puede llevar a la pérdida de dominio propio, y puede conducir a la violencia, al daño emocional, a una tensión mental creciente y a otros resultados destructivos. La cólera impide que desarrollemos un espíritu agradable para Dios. ¿Alguna vez se ha sentido orgulloso de no haber cometido el error de decir lo que tenía en la mente? El dominio propio es bueno pero Cristo quiere que dominemos también nuestros pensamientos. Jesús dijo que seremos juzgados aún por nuestras actitudes.

Cualquier ruptura de relaciones puede afectar nuestra relación con Dios. Si tenemos un problema con un amigo, debemos resolverlo lo antes posible. Somos hipócritas si manifestamos tener buenas relaciones con Dios mientras no las tenemos con otra persona. Nuestras relaciones con los demás reflejan nuestra relación con Dios (1Jo_4:20).

En los días de Jesús, si alguien no podía pagar sus deudas, iba a la cárcel hasta que la deuda fuera saldada. A menos que alguien pagara la deuda, el prisionero moría preso. Es un consejo sabio resolver nuestras diferencias con nuestros enemigos antes de que su cólera cause más problemas (Pro_25:8-10). Sus desacuerdos pudieran no llevarlo hasta el tribunal, pero aun los conflictos pequeños se solucionan más fácilmente si tratamos de arreglarlos de inmediato. En un sentido amplio, estos versículos nos aconsejan arreglarnos con nuestro prójimo antes de presentarnos delante de Dios.

La Ley del Antiguo Testamento dice que no se puede tener relaciones sexuales con otra persona que no sea su cónyuge (Exo_20:14). Pero Jesús dijo que el deseo de tener relaciones sexuales con otra persona es adulterio mental y pecado. Jesús enfatizó que si el acto es equivocado, también lo es la intención. Ser fiel al cónyuge con el cuerpo y no con la mente es romper la confianza que es vital para un matrimonio sólido. Jesús no está condenando el interés natural en el sexo opuesto ni el deseo sexual sano. Está condenando el dejar deliberada y repetidamente que la mente se llene de fantasías que serían malas si se hicieran realidad.

Algunos creen que si los pensamientos lujuriosos son pecado, ¿por qué no consumarlos de una vez? Porque es peligroso en varios sentidos: (1) sería excusar el pecado en vez de buscar formas de evitarlo; (2) destruye matrimonios; (3) es una rebelión deliberada contra la Palabra de Dios; y (4) siempre hiere a otro, además de a uno mismo. El acto pecaminoso es más peligroso que el deseo pecaminoso, y por eso no debe consumarse. Sin embargo, los deseos pecaminosos son igualmente dañinos a la virtud. Descuidarlos podría traer como consecuencia acciones erróneas y alejamiento de Dios.

El divorcio es tan hiriente y destructivo hoy como lo fue en los días de Jesús. Dios quería que el matrimonio fuera una entrega de por vida (Gen_2:24). Cuando optan por el matrimonio, las personas nunca deben tener el divorcio como una opción para resolver sus problemas ni como una forma de escapar de una relación que aparentemente está muerta. En estos versículos, Jesús también está atacando a los que a propósito quebrantan el contrato matrimonial, y se divorcian para satisfacer sus deseos lujuriosos contrayendo matrimonio con otra persona. ¿Están sus acciones fortaleciendo su matrimonio o lo están desgarrando?

Jesús dijo que el divorcio no es permitido «salvo por causa de fornicación». Esto no significa que el divorcio debiera ocurrir al instante en que uno se entera de la infidelidad del cónyuge. Uno debiera primero intentar perdonar, reconciliarse y restaurar las relaciones. Debemos buscar maneras de restaurar nuestro matrimonio en vez de buscar excusas para romperlo.

En este pasaje, Jesús enfatiza la importancia de decir la verdad. La gente rompía sus promesas y empleaba un lenguaje sagrado ligero y descuidado. Mantener los votos y las promesas es importante, porque ayuda a establecer confianza y hace posible las relaciones humanas serias. La Biblia condena el hacer votos a la ligera, el dar la palabra y no cumplirla y el jurar en vano por el nombre de Dios (Exo_20:7; Lev_19:12; Num_30:1-2; Deu_19:16-20). El juramento es necesario en ciertas situaciones solo porque vivimos en una sociedad pecaminosa que engendra desconfianza.

Los votos y los juramentos eran comunes, pero Jesús dijo a sus seguidores que no debían jurar, que su palabra debía bastar (véase Jam_5:12). ¿Se le conoce a usted como una persona de palabra? La veracidad parece ser algo tan raro que sentimos que debemos finalizar nuestra declaración con un «lo juro». Si decimos siempre la verdad, no tendremos necesidad de respaldar nuestras palabras con una promesa o juramento.

El propósito de Dios al dar esta Ley era ofrecer misericordia. Se dijo a los jueces: «que el castigo sea acorde al delito». No era una guía para la venganza personal (Exo_21:23-25; Lev_24:19-20; Deu_19:21). Su propósito era limitar la venganza y ayudar al juez a aplicar castigos que no fueran ni estrictos ni livianos. Algunas personas, sin embargo, estaban usando esta frase para justificar la venganza. La gente todavía trata de excusar sus actos de venganza diciendo: «Estaba cobrándome lo que me hizo».

Cuando somos agraviados, con frecuencia nuestra primera reacción es buscar desquite. Jesús nos dice que debiéramos hacer el bien a los que nos causan daño. No debemos guardar resentimientos, sino amar y perdonar. Esto no es natural: es sobrenatural, y solo Dios puede darnos la fuerza para amar como El lo hace. En lugar de buscar venganza, ore por los que lo hieren.

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