Aquí tenemos la ética característica de la vida cristiana, y la conducta que debería distinguir a los cristianos de los que no lo son.
Jesús empieza citando la ley más antigua del mundo -ojo por ojo, y diente por diente. Esa ley se conoce como la Lex Talionis, y se puede describir como la ley del toma y daca aplicada a las ofensas. Aparece en el código de leyes más antiguo de los que se conocen, el Código de Hammurabi, que reinó en Babilonia de 2.285 a 2.242 a.C. El Código de Hammurabi hace una curiosa distinción entre el caballero y el trabajador: « Si alguien causa la pérdida del ojo de un caballero, perderá un ojo suyo. Si ha dañado el miembro de un caballero, el miembro suyo correspondiente será dañado. Si ha sido la causa de que un pobre perdiera un ojo, o quedara con un miembro dañado, pagará una mina de plata… Si ha causado el que a un hombre que es su igual se le caiga un diente, se le hará caer uno de los suyos. Si ha hecho que se le caiga a un pobre, pagará un tercio de una mina de plata.» El principio está claro y es aparentemente sencillo: Si un hombre ha infligido una injuria a otro, deberá sufrir una injuria igual.
Esa ley llegó a formar parte integrante de la ética del Antiguo Testamento. En él la encontramos establecida no menos de tres veces: «Pero si le causan otro daño, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Éxodo 21:23-25). «El que cause una lesión a su prójimo, según lo hizo, así le sea hecho: Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que le haya causado al otro, igual se hará con él» (Levítico 24:19s). « No lo compadecerás: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie» (Deuteronomio 19:21). Estas leyes se citan a menudo entre las más sanguinarias, salvajes y despiadadas del Antiguo Testamento; pero antes de empezar a criticar, deberíamos notar ciertas cosas.
(i) La Lex Talionis, la ley del toma y daca, lejos de ser una ley salvaje y sanguinaria, es de hecho el principio de la misericordia. Su finalidad original era sin duda la limitación de la venganza. En los días más primitivos la venganza de sangre era característica de la sociedad tribal. Si un hombre de una tribu causaba un daño a un hombre de otra tribu, inmediatamente todos los miembros de la tribu del perjudicado salían a vengarse de todos los miembros de la tribu del que había hecho el daño; y la venganza deseada no era nunca menos que la muerte. Esta ley limita deliberadamente la venganza.
Establece que solamente el hombre que ha causado el daño debe ser castigado, y su castigo no debe exceder al equivalente del que él mismo ha causado. Vista en el trasfondo de su situación histórica, ésta no es una ley sanguinaria, sino misericordiosa.
(ii) Además, ésta no fue nunca una ley que le diera a la persona individual el derecho a vengarse por sí misma; siempre fue una ley que establecía cómo tenía que estipular el castigo un juez de un tribunal legal (cp. Deuteronomio 19:18). Esta ley nunca tuvo la finalidad de darle al individuo el derecho a complacerse ni siquiera en la venganza del toma y daca. Siempre se pretendió que fuera una guía para un juez en la estipulación del castigo que debía recibir cualquier obra violenta o injusta.
(iii) Y además, esta ley no se cumplió nunca literalmente, por lo menos en ninguna de las sociedades semi-civilizadas. Los juristas judíos razonaban acertadamente que el cumplirla literalmente podría ser de hecho lo contrario de la justicia, porque obviamente podría suponer el pago de un buen ojo o buen diente con un mal ojo o un mal diente. Y se llegó muy pronto a compensar el daño causado con dinero; y la ley judía establece meticulosamente en el tratado Baba Kamma cómo se ha de valorar el daño. Si una persona ha perjudicado a otra, puede haber sido de una de estas cinco maneras: Con injuria, dolor, tratamiento médico, pérdida de tiempo, e indignidad.
En cuanto a la injuria, el injuriado se considera como un esclavo que se pone a la venta en el mercado. Su valor antes y después de la injuria se estipula, y el responsable de la injuria tiene que pagar la diferencia. Había sido responsable de la pérdida de valor de la persona injuriada. En cuanto a dolor, se estimaba cuánto dinero aceptaría una persona por estar dispuesta a sufrir el dolor de la injuria infligida, y el responsable de la injuria tenía que pagar esa suma. En cuanto a tratamiento médico, el causante del mal tenía que pagar todos los gastos del tratamiento médico necesario hasta que se llegara a una cura total. En cuanto a la pérdida del tiempo, el ofensor tenía que pagar la compensación por los salarios perdidos mientras el ofendido estuviera incapacitado para trabajar, y también tenía que pagar compensación si el ofendido había tenido una posición bien pagada, y luego quedaba, a consecuencia del daño, capacitado solamente para un trabajo menos remunerado. En cuanto a la indignidad, el ofensor tenía que pagar los daños por la humillación y la indignidad que la injuria había infligido. En esta práctica legal, el tipo de compensación que establecía la Lex Talionis es sorprendentemente moderna.
(iv) Y lo más importante de todo: Hay que recordar que la Lex Talionis no es ni mucho menos toda la ética del Antiguo Testamento. Hay atisbos y hasta esplendores de misericordia en el Antiguo Testamento. «No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo» (Levítico 19:18). «Si el que te aborrece tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua» (Proverbios 25:21). < No digas: «Haré con él como el hizo conmigo»» (Proverbios 24:29) «Dé la mejilla al que lo hiere y sea colmado de afrentas» (Lamentaciones 3:30). Hay abundante misericordia en el Antiguo Testamento.
Así que la ética antigua se basaba en la ley del toma y daca. Es verdad que esa ley era ya misericordiosa; es verdad que era una ley para un juez y no para la persona individual; es verdad que nunca se llevaba a cabo literalmente; es verdad que había acentos de misericordia que se percibían al mismo tiempo. Pero Jesús obliteró el mismo principio de esa ley, porque la venganza, por muy controlada y restringida que esté, no tiene lugar en la vida cristiana.
EL FIN DEL RESENTIMIENTO Y DE LA VENGANZA
Así que para el cristiano, Jesús abole la antigua ley de la venganza limitada e introduce el nuevo espíritu que excluye el resentimiento y la venganza. De ahí pasa a dar tres ejemplos del espíritu cristiano en acción. El tomarlos con un literalismo crudo y obtuso seria perderse totalmente su enseñanza. Por tanto, es muy necesario, comprender lo que Jesús está diciendo.
(i) Dice que si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha debes ofrecerle también la otra. Hay aquí más de lo que parece a simple vista, mucho más que una mera cuestión de bofetadas. Supongamos que el hombre es diestro, y quiere darle una bofetada al que tiene delante en la mejilla diestra, ¿cómo lo haría? A menos que haga las contorsiones más complicadas, lo cual privaría al golpe de toda su fuerza, no puede dar la bofetada más que de una manera: Con el revés de la mano. Ahora bien, según la ley judía rabínica, el golpear a una persona con el revés de la mano era doblemente insultante que si se le hubiera dado con el derecho de la mano. Así que, lo que Jesús está diciendo es: < Aun en el caso de que un hombre te dirija el insulto más calculado y peor, no debes vengarte de ninguna manera ni guardarle el menor resentimiento.»