Si en el mismo comienzo una de las partes hubiera tenido la gracia de disculparse o admitir su falta, una situación lamentable no tendría por qué haberse producido. Si alguna vez estamos desavenidos con otro, debemos arreglar la situación sin pérdida de tiempo. Puede que esto suponga que se es lo suficientemente humilde para confesar que nos hemos equivocado y disculparnos; puede que quiera decir que, aun en el caso de que tengamos razón, tenemos que dar el primer paso para restablecer la relación. Cuando las relaciones personales se deterioran, en nueve casos de cada diez una acción inmediata las puede remediar; pero si esa acción inmediata no tiene lugar, seguirán deteriorándose, y se extenderá la amargura en círculos cada vez más amplios.
(ii) Puede que Jesús tuviera en mente algo más definitivo que esto. Puede que estuviera diciendo: «Arreglad las cosas con vuestros semejantes mientras dure vuestra vida; porque algún día -no sabéis cuando- la vida llegará a su fin, e iréis a presentaros ante Dios, el Juez final de todos.» El más grande de todos los días judíos era el Día de la Expiación. Sus sacrificios se creía que expiaban por los pecados conocidos y no conocidos; pero hasta este día tenía sus limitaciones. El Talmud establece claramente: < El Día de la Expiación expía las ofensas entre el hombre y Dios. El Día de la Expiación no expía las ofensas entre el hombre y su prójimo, a menos que el hombre haya arreglado las cosas con su prójimo.» Aquí tenemos otra vez un hecho fundamental: Uno no puede estar en paz con Dios si no lo está con sus semejantes. Una persona debe vivir de tal manera que el final la encuentre en paz con todo el mundo.
Bien puede ser que no tengamos que escoger sólo una de estas dos interpretaciones del dicho de Jesús. Bien puede ser que tuviera las dos en mente, y que lo que Jesús está diciendo es: < Si quieres la felicidad en el tiempo, y la felicidad en la eternidad, no dejes nunca una desavenencia sin zanjar entre ti y tu hermano. Actúa inmediatamente para quitar las barreras que la ira haya levantado.»
EL DESEO PROHIBIDO
Habéis oído que se dijo: «No debes cometer adulterio.» Pero Yo os digo: El que mira a una mujer de tal forma que despierta en sí mismo deseos prohibidos hacia ella, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Aquí tenemos el segundo ejemplo del nuevo nivel de Jesús. La Ley establecía: < No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14). Los maestros judíos tenían una opinión tan seria del adulterio que las partes culpables no se podían castigar nada más que con la muerte (Levítico 20:10); pero, una vez más Jesús establece que no constituye delito a los ojos de Dios solamente la acción prohibida, sino también el pensamiento prohibido. Es necesario que entendamos lo que Jesús está diciendo aquí. No está hablando de un deseo natural, normal, que es parte del instinto y de la naturaleza humana. Según el sentido literal del original el hombre que se condena es el que mira a una mujer con la intención deliberada de desear aprovecharse de ella.
El hombre que se condena es el que usa deliberadamente sus ojos para despertar su concupiscencia, el hombre que mira de tal manera que despierta la pasión y estimula deliberadamente el deseo. Los rabinos judíos conocían muy bien la manera en que se pueden usar los ojos para estimular los malos deseos. Tenían sus dichos. «Los ojos y las manos son los agentes del pecado.» «El ojo y el corazón son las dos asistentas del pecado.» «Las pasiones se aposentan solamente en el que ve.» «¡Ay del que sigue a sus ojos, porque son adúlteros!» Y alguien ha dicho: «Hay un deseo interior del que el adulterio es solamente el fruto.» En un mundo tentador hay muchas cosas diseñadas deliberadamente para excitar el deseo: libros, carteles, revistas, fotografías, películas y anuncios. El hombre que Jesús condena aquí es el que usa deliberadamente sus ojos para estimular sus deseos; el hombre que encuentra un extraño placer en cosas que despiertan su deseo de lo prohibido. Todas las cosas son limpias para los limpios. Pero el hombre cuyo corazón está contaminado encuentra algo para despertar y excitar el mal deseo en cualquier situación.
EL REMEDIO QUIRÚRGICO
Así es que, si tu ojo derecho va a hacerte caer en pecado, sácatelo y tíralo; porque es mejor perder una parte de tu cuerpo que que todo tu cuerpo se vaya a la gehena. Y si tu mano derecha te va a hacer caer en pecado, córtatela y tírala; porque es mejor perder una parte de tu cuerpo que que todo tu cuerpo se vaya ala gehena.
Aquí Jesús hace una gran demanda, una demanda quirúrgica. Insiste en que todo lo que cause, o que seduzca al pecado debe eliminarse totalmente de la vida. La palabra que usa para hacer caer es interesante. Es la palabra skándalon. Skándalon es una forma de la palabra skandaléthron, que quiere decir el soporte del cebo de una trampa. Era el palito o el brazo en el que se fijaba el cebo y que operaba la trampa para cazar al animal seducido para su propia destrucción. En sentido figurado la palabra llegó a significar cualquier cosa que causa la destrucción de una persona.
Detrás de esto hay dos figuras. La primera es la de una piedra escondida en un sendero en la que uno puede tropezar, o una cuerda colocada a través de un sendero deliberadamente para hacer que alguien se caiga; la segunda es la figura de un pozo excavado en el suelo y tapado engañosamente con una capa ligera de ramas y hojarasca dispuesto para que el viajero despistado lo pise y se caiga irremediablemente al pozo.
El skándalon, la piedra de tropiezo, es algo que hace tropezar y caer, que le manda a uno a su propia destrucción, algo que le seduce para su propia ruina. Desde luego, estas palabras de Jesús no se deben tomar con un literalismo crudo. Lo que quieren decir es que hay que desarraigar de la vida sin sentimentalismos cualquier cosa que sirva para-seducirnos al pecado. Si tenemos un hábito que puede ser una incitación al mal, o una relación que nos puede descarriar, o un placer que podría acabar por arruinar nuestra salud física o moral, tenemos que extirparlo quirúrgicamente de nuestra vida.
Viniendo como viene inmediatamente después del que trata de los pensamientos y deseos prohibidos, este pasaje nos impulsa a preguntar: ¿Cómo podemos vernos libres de esos deseos inmundos y pensamientos contaminantes? Es un hecho de experiencia que los pensamientos y las imágenes se introducen involuntariamente en nuestra mente, y es la cosa más difícil del mundo el cerrarles la puerta. Hay una manera en que no se consigue nada frente a estos pensamientos y deseos, y es sentándose y diciéndose: No voy a pensar más en estas cosas. Cuanto más nos decimos que no vamos a pensar en tal y tal cosa, tanto más se nos concentra en ella el pensamiento.