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Mateo 5 El sermón del monte

Así pues, Jesús condena toda ira egoísta. La Biblia deja claro que la ira está prohibida « La ira del hombre -dice Santiago- no obra la justicia de Dios» (Santiago 1:20). Pablo manda a los suyos que depongan toda «ira, enojo, malicia, blasfemia» (Colosenses 3: 8). Hasta el más elevado pensamiento pagano reconocía la insensatez de la ira. Cicerón decía que cuando entraba la ira en escena « no se podía hacer nada a derechas ni con sensatez.» En una frase lapidaria, Séneca llama a la ira «una locura breve.»

Así es que Jesús prohíbe definitivamente la ira que se cultiva, la ira que no se quiere olvidar, la ira que se niega a pacificarse, la ira que busca venganza. Si hemos de obedecer a Jesús, hemos de desterrar de la vida toda clase de ira, y especialmente la que se mantiene demasiado tiempo. Es una advertencia el recordar que uno no se puede llamar cristiano y perder los estribos por cualquier ofensa personal que haya sufrido.

(ii) De aquí Jesús pasa a hablar de dos casos en los que la ira se manifiesta en palabras insultantes. Los maestros judíos prohibían tal ira y tales palabras. Hablaban de «opresión en palabras,» y de « el pecado del insulto.» Tenían un dicho: «tres tipos descienden a la gehena para no volver: el adúltero, el que avergiienza a su prójimo en público, y el que le pone a su prójimo un mote insultante.» Están igualmente prohibidas la ira del corazón y la ira de las palabras.

INSULTOS

Lo primero, se condena al que llama a su hermano necio. La Reina-Valera antigua ponía la palabra casi intraducible raca, que describe un tono de voz más que otra cosa. Su acento es el de desprecio. Llamar a una persona raca era llamarle idiota sin sentido, un tonto imbécil, un enredador cabeza-hueca. Es el término que usa uno que desprecia a otro con una superioridad arrogante. Hay una historia rabínica de rabí Simón ben Eleazar. Venía de la casa de su maestro, y se sentía orgulloso al pensar en su inteligencia, erudición y bondad. Un viandante muy poco favorecido físicamente le dirigió el saludo. El rabí no se lo devolvió, sino le dijo: « ¡So raca! ¡Qué feo eres! ¿Son todos los de tu pueblo tan feos como tú?» «Eso -le contestó el pobre hombre- yo no lo sé. Ve a decirle a mi Hacedor que me creó lo fea que es la criatura que ha hecho.» Así se reprendió aquel pecado de desprecio.

El pecado de desprecio merece un juicio todavía más severo. Habría que llevarlo a juicio ante el sanedrín, (synedrion); el tribunal supremo de los judíos. Esto, por supuesto que no hay que tomarlo literalmente. Es como si Jesús dijera: «El pecado de la ira inveterada es malo; el de desprecio es peor.»

No hay pecado que sea más contrario al espíritu de Cristo que el desprecio. Hay un desprecio que surge del orgullo de casta, y la cursilería es realmente algo muy feo. Hay un desprecio que surge de la posición y del dinero, y el orgullo que se basa en cosas materiales es también una cosa muy fea. Hay un desprecio que viene del conocimiento. Y de todas las cursilerías, la cursilería intelectual es la más difícil de entender, porque lo que más le impresiona a un sabio es el sentimiento de su propia ignorancia. No deberíamos nunca mirar con desprecio a cualquier persona por quien Cristo murió.

(iii) Jesús menciona a continuación al que llama a su hermano mórós. Mórós también quiere decir tonto, pero el hombre que es mórós es el necio moral. Es el hombre que se hace el tonto. El salmista habla del necio que se ha dicho en su corazón que no hay Dios (Salmo 14:1). Ese era un necio moral, un hombre que vivía una vida inmoral y al que le convenía que no hubiera Dios. El llamar a alguien mórós no era criticar su capacidad mental; era poner en duda su carácter moral; era ensuciar su nombre y reputación, y marcarle como persona de mala vida e inmoral. Así que Jesús dice que el que destruye el nombre y la reputación de su hermano merece el juicio más severo de todos, el juicio del fuego de la gehena.

Guehenna en hebreo Guehinnom y gehena en el D.R.A.E., que no llega más allá del latín en su etimología es una palabra que tiene historia; a partir de 1960 la Reina Valera la traduce por infierno, como aquí. Los judíos la usaban frecuentemente (Mateo 5:22, 29, 30; 10:28; 18:9; 23:15, 33; Marcos 9:43, 45, 47; Lucas 12: 5; Santiago 3: 6). Literalmente quería decir el Valle de Hinnon, que es un valle al Sureste de Jerusalén que fue notorio porque fue donde Acaz introdujo el culto del dios pagano Moloc, al que se le ofrecían sacrificios de niños. «Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinnom, y quemó a sus hijos como ofrenda» (2 Crónicas 28:3). Josías, el rey reformador, acabó con ese culto, y ordenó que ese valle fuera en lo sucesivo un lugar maldito. «Asimismo quitó a Tofet -el nombre antiguo de aquel valle– toda pretensión de lugar sagrado, para que nadie quemara a su hijo o hija como ofrenda a Moloc» (2 Reyes 23:10). En consecuencia, el Valle de Hinnom se convirtió en el basurero público de Jerusalén, en el que se quemaban todos los residuos de la ciudad. El fuego se mantenía latente; y había como un hongo de humo por encima de él, y criaba una clase asquerosa de gusanos que parecía que no se morían nunca (Marcos 9:44-48). Así es que Guehenna, el Valle de Hinnom, se identificaba en las mentes del pueblo con todo lo inmundo y maldito, el lugar donde todo lo inútil y malo se destruía. Así fue como llegó a ser sinónimo del lugar de la destrucción eterna, el infierno de fuego.

Así pues, Jesús insiste en que lo más grave es destruir la reputación de una persona y manchar su buen nombre. No hay castigo que sea demasiado severo para el chismoso malicioso, o la charla calumniosa que asesina el buen nombre de otro. Tal práctica, en el sentido más literal, merece el infierno.

Como ya hemos dicho, todas estas gradaciones de castigos no se han de tomar literalmente. Lo

que Jesús quiere decir aquí es lo siguiente: « En la antigiiedad se condenaba por asesinato, y eso siempre será condenable. Pero Yo os digo que no son sólo las acciones externas las que merecen ira juicio; los más íntimos pensamientos también están bajo el escrutinio y el juicio de Dios. La ira interminable es mala; el habla despectiva es peor, y el chisme descuidado y malicioso que destruye el buen nombre de una persona es lo peor de todo.» El que es esclavo de la ira, el que habla en un tono de desprecio, el que destruye el buen nombre de otro, puede que nunca hayan cometido un asesinato de hecho, pero sí en el corazón.

LA BARRERA INSUPERABLE

 Así que, si estás trayendo tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; y luego vienes a presentar tu ofrenda.

Cuando Jesús dijo esto, estaba simplemente recordándoles -a los judíos un principio que ellos conocían muy bien y que nunca deberían haber olvidado. La idea detrás del sacrificio era muy sencilla: si una persona hacía algo malo, su acción interrumpía su relación con Dios, y el sacrificio tenía por finalidad restaurar esa relación.

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