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Mateo 20: El Propietario busca obreros

 Jesús siguió diciéndoles:

-Porque en el Reino del Cielo se presentarán casos como el que le sucedió a un propietario que salió a primera hora de Id mañana a contratar jornaleros para su viña. Cuando llegó a un acuerdo con ellos de que trabajarían por diez pesetas al día, los envió a su viña. Salió otra vez a eso de las 9 de la mañana, y vio a otros que estaban parados en la plaza del mercado; y les dijo:

Id vosotros también a la viña, y os pagaré lo que sea justo.

Y ellos fueron. Y él salió otra vez a eso de las 12 del mediodía; y luego alrededor de las 3 de la tarde, e hizo lo mismo. A eso de las 5 de la tarde salió otra vez y encontró a otros que estaban allí, y les dijo:

-¿Por qué estáis ahí todo el día sin hacer nada?

-Porque nadie nos ha contratado -le contestaron. Y él les dijo

-Id vosotros también a la viña.

Cuando cayó la tarde, el amo de la viña le dijo a su administrador:

Llama a los jornaleros para darles su paga, empezando por los últimos y siguiendo por ese orden hasta llegar a los primeros.

Así pues, cuando se acercaron los que habían sido contratados a las 5 de la tarde recibieron cada uno 10 pesetas. Los que habían llegado los primeros creyeron que ellos recibirían más; pero también les dieron 10 pesetas a cada uno. Cuando cogieron su jornal, se pusieron a murmurar y a quejarse del amo.

-Estos últimos -dijeron-, no han trabajado más que una hora, y tú les has pagado lo mismo que a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor de todo el día.

Amigo -le contestó él a uno de ellos-, yo no te he estafado. ¿No te pusiste de acuerdo conmigo en trabajar por 10 pesetas? ¡Pues toma lo que es tuyo, y vete! Es mi deseo darle a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo yo hacer lo que me dé la gana con mi propio dinero? ¿O es que te sienta mal que yo sea generoso?

Así sucederá que los últimos estarán los primeros, y los primeros estarán los últimos.

Esta parábola puede que nos suene a una historia puramente imaginaria, pero sería entonces de lo más real. Aparte del método de pago, la parábola describe -la clase de cosa qué sucedía- frecuentemente en ciertas épocas del año en Palestina. La cosecha de la uva maduraba hacia finales de septiembre, y las lluvias venían pisándole los talones. Si no se acababa la vendimia antes de que rompieran las lluvias, se podía perder toda la cosecha. Así que la vendimia era una carrera de locos contra el tiempo. Cualquier jornalero era bien venido, aunque no pudiera trabajar más que una hora. La paga era perfectamente normal: un denarius, o una drajma, era el jornal normal de un obrero; y, aun contando con la diferencia en el valor adquisitivo del dinero, 10 pesetas al día no era un jornal que dejara mucho margen.

Los hombres que se ponían en la plaza del mercado no eran vagos que estuvieran allí pasando el tiempo. La plaza del mercado era donde se contrataban normalmente los obreros. Un hombre iba allí a primera hora de la mañana con sus herramientas, y esperaba hasta que alguien le contratara. Los hombres que estaban todavía esperando trabajo hasta las 5 de la tarde es prueba de lo desesperada que era su situación.

Estos hombres eran jornaleros; pertenecían a la clase más baja de los trabajadores, y la vida era para ellos desesperadamente precaria. Los esclavos y los siervos se consideraban, por lo menos hasta cierto punto, parte de una familia; estaban en un grupo; su fortuna variaría de acuerdo con la de la familia; pero nunca estarían en ningún peligro inminente de morirse de hambre en circunstancias normales. Pero los jornaleros lo tenían muy diferente. No pertenecían a ningún grupo. Estaban totalmente a merced del empleo casual. Siempre vivían al borde del hambre. Como ya hemos visto, la paga eran 10 pesetas al día; y, si no trabajaban un día, los niños se quedarían con hambre en casa, porque rió se podía ahorrar mucho con 10 pesetas al día. Un día sin trabajo era una desgracia.

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