(v) Ahora es cuando llegamos a lo más difícil. Mateo dice que, si tampoco eso tiene éxito, entonces hay que considerar a la persona que nos ha ofendido como si fuera un pagano o un publicano. La primera impresión que nos hace este dicho es que hay que dejar a la persona por imposible y como irrecuperable, pero eso es precisamente lo que Jesús no puede haber querido decir. Él nunca le puso límites al perdón humano. Entonces, ¿qué es lo que quiso decir?
Ya hemos visto que cuando Jesús habla de publicanos y de pecadores siempre lo hace con simpatía .y amabilidad, y con aprecio de sus buenas cualidades. Puede que lo que Jesús quisiera decir fuera: «Cuándo hayáis hecho todo esto, cuando le hayáis dado al ofensor todas las oportunidades sin que deje de estar obstinado y testarudo, puede que le consideres en nada mejor que un publicano renegado o hasta que un pagano idólatra. Bueno, puede que tengas razón; pero Yo no he encontrado que los publicanos y los paganos sean casos perdidos. Mi experiencia con ellos es que ellos también tienen un corazón que se puede tocar; y hay muchos de ellos, como Mateo y Zaqueo, que han llegado a ser mis mejores amigos. Aun en el caso de que el ofensor testarudo sea como un publicano ,o un pagano, todavía le puedes recuperar, como Yo.»
De hecho eso, no es un mandato de perder la paciencia con nadie, dé considerar a una persona un caso perdido; es un desafío a ganárnosla con el amor que puede tocar hasta el más duro corazón. No es decir que hay casos desesperados; es una afirmación de que Jesucristo no ha encontrado que ninguna persona fuera un caso perdido -y nosotros tampoco tenemos por qué llegar a esa conclusión.
(vi) Por último, tenemos el dicho acerca de atar y desatar. Es un dicho difícil. No puede querer decir que la iglesia puede remitir o perdonar pecados, y así zanjar el destino de una persona en el tiempo y en la eternidad. Lo que sí puede querer decir es que las relaciones que establecemos con nuestros semejantes duran no solo un tiempo, sino se transfieren a la eternidad -por tanto tenemos la obligación de mantenerlas como Dios manda.
EL PODER DE LA PRESENCIA
Mateo 18:19-20
De nuevo os digo que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo en la Tierra sobre alguna cosa por la que vais a orar, la recibiréis de Mi Padre Que está en el Cielo. Donde dos o tres se reúnan en Mi nombre, allí estaré Yo entre ellos.
Aquí tenemos uno de esos dichos de Jesús cuyo sentido debemos investigar, porque si no nos quedaremos con el corazón deshecho y con una gran desilusión. Jesús dice que si dos se ponen de acuerdo en la Tierra sobre cualquier cosa por la que estén orando, la recibirán de Dios. Si hubiéramos de tomar eso literalmente, y sin ninguna limitación, resultaría claramente incierto. Innumerables veces, dos personas se han puesto de acuerdo para orar por el bienestar físico o espiritual de alguien que les era querido y su oración no ha sido contestada en el sentido literal. Innumerables veces, el pueblo de Dios se ha puesto de acuerdo para orar por la conversión de su propio país, o por la conversión de los incrédulos y la venida del Reino, y esa oración sigue todavía muy lejos de ser contestada plenamente. Hay personas que se ponen de acuerdo para orar y oran desesperadamente y no reciben lo que piden. No tiene sentido negarse a aceptar los Hechos del caso, y nada más que daño puede ser el resultado de enseñarles a las personas que esperen lo que no sucede. Pero cuando llegamos a comprender lo que quiere decir este dicho, descubrimos en él una preciosa oportunidad.
(i) Lo primero y principal es que esto quiere decir que la oración nunca puede ser egoísta, y que una oración egoísta no puede recibir una respuesta satisfactoria. No se supone que hemos de pedir solamente por nuestras propias necesidades, sin tenernos en cuenta nada más que a nosotros mismos; se supone que oramos como miembros de una comunidad, de común acuerdo, recordando que la vida y el mundo no están organizados conforme a nuestro capricho individual, sino para el bien de la comunidad en su totalidad. De otra manera sucedería a menudo que, si nuestras oraciones fueran contestadas, las de otras personas tendrían que ser denegadas. A menudo el éxito que pedimos para nosotros mismos supondría el fracaso de algunos otros. La oración eficaz debe ser la oración en la que se está de acuerdo, de la que se ha suprimido el elemento de concentración egoísta en nuestras propias necesidades y nuestros propios deseos.
(ii) La oración que está totalmente limpia de egoísmo es siempre contestada. Pero aquí, como en todos los otros casos, debemos recordar la ley fundamental de la oración: que en la oración recibimos, no la respuesta que deseamos, sino la que Dios en Su sabiduría y en Su amor sabe que es lo mejor para nosotros. Simplemente porque somos seres humanos, con corazones y temores y esperanzas y deseos humanos, la mayor parte de nuestras oraciones son oraciones de evasión. Pedimos ser librados de alguna prueba, de algún dolor, de alguna desilusión, de alguna situación dolorosa y difícil. Y la respuesta de Dios es siempre ofrecernos, no una evasión, sino una victoria. Dios no nos da el escape de una situación humana; nos permite aceptar lo que no podemos entender; nos permite soportar lo que sin Él nos seria insoportable; nos permite arrostrar lo que sin Él sería inaceptable. El perfecto ejemplo de todo esto lo encontramos en Jesús en Getsemaní. El pidió ser librado de la terrible situación que se Le presentaba; No Se libró de ella; pero recibió poder para salirle al encuentro, para sufrirla y para conquistarla. Cuando oramos sin mezcla de egoísmo, Dios envía Su respuesta pero Su respuesta: la respuesta es siempre Su respuesta, y no necesariamente la que nosotros esperábamos.