Mateo 18: La actitud de un niño

Sin embargo, si tal proceder no produjere buenos efectos, debemos entonces dar otro paso, cual es el de llevar dos compañeros y manifestar al hermano, en presencia de ellos, cuál es la falta en que ha incurrido. ¿Quién sabe si se le despierte la conciencia y que se arrepienta cuando perciba que su mala conducta es conocida de los demás? Si así no sucediere, tendremos de nuestro lado el testimonio de dos testigos para manifestar que hicimos todo lo que estaba de nuestra parte A fin de reconciliar A nuestro hermano, y que él rehusó obstinadamente el dar una satisfacción.

Finalmente, si la segunda tentativa fuere también estéril, nos queda el recurso de acudir A la congregación de la cual seamos miembros. Puede suceder que el que haya permanecido impasible ante una reconvención privada, ceda al fin por temor de verse expuesto A la sanción pública. Si así no aconteciere, no podemos opinar otra cosa respecto de nuestro hermano sino que ya ha desechado todos los principios del Cristianismo y está animado solo por móviles tan mezquinos como los de un pagano o publicano.

Es digno de observarse, en segundo lugar, el argumento claro que en estos versículos se encuentra a favor del ejercicio de la disciplina en una congregación cristiana.

Nuestro Señor manda que las desavenencias entre los cristianos que no puedan arreglarse de otra manera, se sometan A la iglesia o congregación A que esos cristianos pertenezcan. Es evidente, pues, que El quiere que toda corporación cristiana vele de la moralidad de sus miembros, ya sea por medio de una disposición colectiva, o por un acto de los empleados o funcionarios A quienes se haya delegado esa autoridad ; y que cada corporación tenga la facultad de excluir de la participación de los sacramentos A los miembros desobedientes o refractarios. Nada dice sobre la imposición de penas temporales o la privación de los derechos civiles. Solo permitió A la iglesia el imponer penas espirituales, las cuales son de mucha significación si se infligen de una manera debida. «Lo que ligareis en la tierra será ligado en el cielo.» Esto es, en sustancia lo que nuestro Señor enseño acerca de la disciplina eclesiástica.

En vista de este pasaje no puede, pues, negarse que la disciplina eclesiástica está en armonía con los preceptos de Jesucristo, y que cuando se la ejerce debidamente, tiende A promover la pureza y bienestar de la iglesia. De ninguna manera seria corriente el que toda clase de gente, por irreligiosa y mala que fuese, pudiera tomar parte en el sacramento de la Cena del Señor sin que nadie se lo prohibiese. Por de contado que sobre la tierra no puede haber ninguna corporación perfecta, mas debe aspirarse A la mayor pureza posible.

Merece observarse, por último, el estímulo que benignamente ofrece Jesús A los que se reunieren en su nombre. Dijo así: « Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos..

En todo acto público para efectos del culto, en toda reunión de plegaria, en toda junta misionera está presente Jesucristo, el Rey de reyes. A veces tal vez nos desalentemos al ver cuan pequeño es el número de los que concurren A tales oficios, comparado con el de los que concurren A juntas políticas o A diversiones. Otras veces quizá nos exasperan la befa y el escarnio de un mundo ingrato. Mas no tenemos razón para desalentarnos: en esas reuniones Cristo está con nosotros.

Mateo 18:21-35

En estos versículos nuestro Señor trata de un asunto de alta trascendencia: el perdón de las injurias. Viviendo como vivimos en un mundo de maldad, no es de esperarse que estemos siempre a cubierto de todo agravio, por bien que nos conduzcamos. Es de grande importancia para el bien de nuestras almas saber qué debemos hacer cuando se nos ofenda.

Nuestro Señor estableció la regla general que debemos perdonar A los demos hasta lo sumo. «No te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete..

Compréndese desde luego que es preciso interpretar esa regla con aquellas limitaciones que sugiere la sana razón. Nuestro Señor no quiso decir que se disimulasen las ofensas que se cometen contra las leyes civiles y contra el orden social, ni que se dejase impune el hurto y la violencia. Lo que quiso decir fue, que en las relaciones con nuestros hermanos, hemos de procurar ser benignos e indulgentes, haciendo A un lado la malevolencia, el encono y la venganza, sobrellevando y tolerando muchas sinrazones A fin de evitar querellas.

¡Qué feliz no seria este mundo si esta regla fuera más universalmente conocida y practicada! ¡Cuántas desgracias no ocasionan A la humanidad las disputas, las contiendas, los pleitos, y ese celo exagerado por lo que los hombres llaman sus derechos! ¡Cuántos males no podrían evitarse si los hombres estuvieran más prontos A perdonar y A trabajar por la paz! Un proverbio ingles dice que se necesita siempre de dos personas, A lo menos, para que haya un altercado.

Hagamos firme resolución de que, mediante la gracia de Dios, ninguno de nosotros ayudará A formar el número requerido. Hagamos firme resolución de volver bien por mal, bendiciones por maldiciones; de ese modo venceremos todo enojo, y tornaremos A nuestros adversarios en amigos. Rom. 12.20.

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