Mateo 18: La actitud de un niño

Y ¿cómo se sabe si uno ha sido convertido en realidad? ¿Qué prueba hay de la verificación de ese cambio? La señal más inequívoca de la conversión verdadera es la humildad. Si hemos recibido el Espíritu Santo, en nuestra conducta se revelará una sencillez infantil. A semejanza de los niños, tendremos opiniones modestas de nuestra aptitud y sabiduría espirituales, y reconoceremos nuestra dependencia de nuestro Padre celestial. A semejanza de los niños no ambicionaremos las grandezas de este mundo; y si tuviéremos el alimento y el vestido además del amor de Dios, estaremos satisfechos. Es fácil convertirse de un partido A otro, de una secta A otra, de un sistema de principios A otro sistema. Mas esas conversiones no producen la salvación de ninguna alma. Lo que necesitamos es convertirnos del orgullo A la humildad–de la presunción espiritual A la modestia, del engreimiento A la contrición, del espíritu del fariseo al espíritu del publicano.

Lo segundo que en estos versículos se nos enseña es, lo grave del pecado de poner ocasión de tropiezo delante de los creyentes. «!Ay del mundo por los escándalos!» «¡Ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo!.

Ponemos « ocasión de tropiezo « o motivo de escándalo delante de los hombres siempre que hacemos algo que los aleje de Cristo o los haga desviar del camino de la salvación. Hacemos esto directamente cuando perseguimos, ridiculizamos, contradecimos o disuadimos A los que se proponen hacerse discípulos del Redentor; e indirectamente cuando vivimos de una manera que no se aviene con nuestra profesión de fe, y cuando por medio de nuestra conducta hacemos la religión desagradable y aborrecible.

No basta que deseemos hacer bien en este mundo: es preciso que evitemos hacer mal. Bien que no persigamos abiertamente A los siervos de Cristo; más ¿tenemos seguridad de que no estamos perjudicando A nadie por medio de nuestros hábitos y de nuestro ejemplo? Mucho es el daño que uno que se titula cristiano puede hacer por medio de sus inconsecuencias religiosas. Al incrédulo le ofrece un blanco contra el cual pueda lanzar sus proyectiles; al hombre del mundo le da cómo excusar su indecisión; al investigador de la verdad religiosa lo detiene; A los verdaderos creyentes les infunde desmayo.

Lo último que en estos versículos se nos enseña es lo real de las penas futuras. Acerca de este punto nuestro Señor hizo uso de dos expresiones: «Ser echado al fuego eterno» y « ser echado al fuego del infierno..

El significado de esas palabras es bien claro. Hay en el otro mundo un lugar de sufrimientos indecibles, al cual tendrán que ir todos los que muriesen fuera de la fe y del arrepentimiento. La misma palabra infalible que ofrece el cielo A todos los que se arrepientan y se conviertan, dice de una manera muy explícita que hay un infierno para los impíos.

Que ningún hombre nos engañe con vanas palabras sobre esta grave cuestión. El Dios del amor y de la misericordia es también un Dios de justicia. El diluvio universal y la destrucción de Sodoma deben servirnos de escarmiento. Que existe un infierno, Jesucristo lo expresó con tanta claridad como ninguno.

Lo último que en estos versículos se nos enseña es que Dios estima en mucho aun al más pequeño y humilde de los creyentes. «No es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños..

Pronunció el Señor estas palabras para consuelo de todos los cristianos y no de los niños solamente. Que esto es así se infiere de la relación que tienen en el pasaje A la parábola de la oveja perdida. Nuestro Señor es un Pastor fiel que vela con benignidad de cada oveja que se le ha encomendado A su cuidado. El más tierno y flaco de sus corderillos le es tan querido como el más grande y fuerte. Aquellas palabras que en otra ocasión pronunció se cumplirán al pié de la letra: « De los que me diste, ninguno de ellos perdí.» Juan 18.9.

Mateo 18:15-20

Estas palabras contienen una expresión A la cual se ha dado A menudo una aplicación errada. El mandato de oír A la iglesia « se ha interpretado de tal manera que se le ha puesto en pugna con otros pasajes de la palabra de Dios. Se ha pretendido por algunos que se refiere A la autoridad de la iglesia visible en materias de doctrina, y con ese apoyo se ha ejercido una vergonzosa tiranía eclesiástica. Mas, de que se haya abusado de las verdades de la Escritura no se sigue que nosotros hemos de rehusar hacer uso de ellas: de que algunos hayan desvirtuado un texto y lo hayan convertido en ponzoña no se sigue que nosotros estamos en el deber de rechazarlo.

Merece notarse, en primer lugar, cuan admirables son los reglas que estableció nuestro Señor para subsanar las disensiones entre los hermanos.

Si por desgracia hubiéramos recibido alguna injuria de parte de uno de nuestros correligionarios, el primer paso que debemos dar es visitarlo A solas para decirle la falta que hubiere cometido. Tal vez nos haya ofendido sin intención de hacerlo, como Abimelech A Abrahán; o acaso pueda dar una explicación satisfactoria de su conducta como las tribus de Rubén, Gad y Manases cuando edificaron un altar al volver A su patria. Gen_21:26; Jos_22:24. Más, de todos modos, es por medio del cariño, la sinceridad y la franqueza que puede captarse de nuevo la buena voluntad de un hermano.

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