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Mateo 15: Pureza e impureza legal

A eso se Le acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, y Le dijeron:

-¿Por qué Tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados? La quebrantan al no lavarse las manos antes de comer pan.

-¿Y por qué vosotros quebrantáis también el mandamiento de Dios para seguir vuestra tradición? -les contestó Jesús-. Porque fue Dios Quien dijo: «Honra a tu padre y a tu madre, « y «El que maldiga a su padre o a su madre, que muera,-» pero, con todo, vosotros decís: «El que le diga a su padre o a su madre: «Lo que podría haberte dado de ayuda Se lo he dedicado a Dios como ofrenda, « aunque deje de honrar a su padre y a ‹su madre no comete pecado. « Habéis anulado el mandamiento de Dios mediante vuestra tradición. ¡Hipócritas! Bien os describió Isaías en su profecía: «Este pueblo me honra de labios para fuera, pero su corazón

– no puede estar más lejos de Mí. Es en vano como me reverencian, porque son mandamientos de humana hechura los que enseñan en su doctrina.»

No es demasiado decir que, por muy difícil y oscuro qué nos parezca este pasaje, es uno de los más importantes de la narración evangélica, y de constante actualidad para el pueblo de Dios. Representa la colisión frontal entre Jesús y los representantes de la ortodoxia judía. Las frases iniciales ya dejan bien claro que los escribas y fariseos habían venido desde Jerusalén a Galilea para interrogar a Jesús. En esta ocasión no hay por qué suponer que las preguntas fueran malintencionadas. Los escribas y fariseos no estaban tratando dé enredar a Jesús astutamente; estaban genuinamente alucinados; y en breve van a sentirse genuinamente ofendidos y escandalizados, porque la importancia fundamental de este pasaje es que no se trata tanto de un enfrentamiento entre Jesús y los fariseos a título personal, sino de mucho más: es la colisión entre dos puntos de vista de la religión y de las demandas de Dios.

Y no había posibilidad de llegar a un compromiso, ni siquiera a una tregua entre esos dos tipos de religión. Era inevitable que uno destruyera «al nitro. Aquí pues, insertada en este pasaje, tenemos una de las supremas contenciones religiosas de la Historia. Para entenderla tenemos de tratar de entender el trasfondo de la religión de los escribas y fariseos.

En este pasaje nos, sale al encuentro toda la concepción de lo limpio o puro y lo inmundo o impuro. Debemos tener bien claro que esta idea no tiene nada que ver con la limpieza física o, salvo remotamente, con la higiene. Es un asunto exclusivamente ceremonial. El que alguien estuviera limpio quería decir que estaba en un estado que le permitía participar del culto y acercarse a Dios; y estar inmundo era estar en un estado en que le estaban vedados el culto y el acceso a Dios.

Esta impureza se contraía por el contacto con ciertas personas o cosas. Por ejemplo: una mujer estaba impura si tenía una hemorragia, aunque fuera la normal de la menstruación; permanecía impura durante un tiempo establecido después de dar a luz; todos los cuerpos muertos eran inmundos, y tocarlos suponía contraer la inmundicia. Todos los gentiles eran inmundos.

La impureza era transferible. Era, por decirlo así, infecciosa. Por ejemplo: si un ratón tocaba una vasija, esta quedaba inmunda, y a menos que se lavara y purificara ritualmente, todo lo que se pusiera en ella quedaba inmundo. En consecuencia, todos los que tocaran esa vasija o comieran o bebieran algo que había contenido contraían la inmundicia; y a su vez, todo el que tocara a la persona que había quedado inmunda así, también quedaba inmundo.

Esta no es una, idea exclusivamente judía. También se encuentra en otras religiones. Para un indio de alta casta, todos los que no pertenecen a ella son inmundos; si una de esas personas se convierte al Cristianismo, es aún más seriamente inmunda. Premanand nos cuenta lo que le sucedió a él: se hizo cristiano, y su familia le expulsó. A veces volvía a ver a su madre, que estaba tras de dolor por lo que consideraba la apostasía de su hijo, pero que le seguía queriendo entrañablemente: Premanand cuenta: «Tan pronto como se enteró mi padre de que yo estaba visitando a mi hermano por el día mientras él estaba en, la oficina, ordenó al portero; campesino res Ram Rup que no me permitiera ir a la casa. « Ratn Rup fue persuadido de que éste relajará la vigilancia: «y mi madre acabó por ganarse al portero Ram Rup, y pude entrar a su presencia. El .prejuicio era tan considerable que hasta los domésticos hindúes de la casa no querían fregar los platos en los que me había puesto comida mi madre. Algunas veces mi tía purificaba el lugar y el asiento en que yo había estado rociándolo con agua del Ganges, o con agua mezclada con estiércol de vaca.» Premanand era inmundo, y todo lo que tocaba se volvía inmundo.

Debemos advertir que no se trataba de nada moral. El contacto con ciertas cosas producía la impureza ritual que excluía de la sociedad humana y de la presencia de Dios. Era como si alguna infección especial formara como un aura en torno a ciertas personas o cosas. Podremos entender esto un poco mejor si recordamos que esta idea no ha muerto totalmente tampoco en la civilización occidental, aunque en ella afecta principalmente al revés. Hay todavía algunos que creen que encontrarse un trébol de cuatro hojas, o una herradura, o un gato negro (que para los ingleses es señal de buena suerte, al contrario que para los españoles) traen buena fortuna.

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