Mateo 13: El Sembrador salió a sembrar

La parábola de la red arrojada en el mar es semejante en algunos puntos a la del trigo y la cizaña. Tiene por objeto darnos a conocer un asunto de grande importancia, es a saber: la verdadera naturaleza de la iglesia visible de Cristo.

La predicación fue el arrojar de una gran red en medio del mar. Las congregaciones que había de reunir serian cuerpos mixtos. Dentro de las mallas de la red se encontrarían peces de todas especies, buenos y malos: dentro del gremio de la iglesia se encontrarían cristianos de diversas clases, impenitentes y convertidos, falsos y verdaderos; y la separación de los buenos y los malos habría de tener lugar algún día; pero no antes del fin del mundo. Tal fue el bosquejo que el Maestro hizo ante sus discípulos de las iglesias que estos habían de fundar.

En esta parábola se nos enseña, pues, que las iglesias son cuerpos mixtos. Decirles, en vista de ella a todos los que han sido bautizados, que poseen el Espíritu y han nacido de nuevo, es cometer un desatino. Con semejantes palabras se agrada y se lisonjea, mas no se produce bien a nadie, a nadie se salva.

Finalmente, no nos contentemos con ser miembros de la iglesia de una manera externa. No todos los que están dentro de la red son verdaderos discípulos de Jesucristo. Muchas personas que reciben las aguas del bautismo jamás reciben las de la vida. Muchos que participan del pan y el vino en la Cena del Señor jamás se alimentan del cuerpo de Cristo por medio de la fe. ¿Os habéis convertido, amados lectores? ¿Os contáis en el número de los peces buenos? Esta es una cuestión de grande trascendencia, pues pronto se sacará la red a la playa y se efectuará la separación de los peces.

Mateo 13:51-58

Lo primero que es de observarse en estos versículos es la notable pregunta con la cual puso término nuestro Señor a las siete parábolas de este capítulo. Dijo: «¿Habéis entendido todas estas cosas?.

Se ha llamado la aplicación el alma de la predicación. Un sermón sin aplicación es como una carta sin sobrescrito. Bien que esta esté escrita de acuerdo con todas las reglas, que tenga la fecha corriente y está firmada debidamente: es inútil, porque jamás llegará a su destino. La pregunta de nuestro Señor nos ofrece el ejemplo de una aplicación que conmueve lo más profundo del corazón.

De nada sirve oír un sermón si no se comprende lo que significa: es como oír el toque de una corneta o el redoblar de un tambor, o como asistir a una misa católica leída en latín. Es preciso que se despierte la actividad de la mente, y que el corazón reciba impresiones: es preciso percibir ideas y recibir el germen de nuevos pensamientos. Si así no fuere, se oye en vano.

Relativamente a este asunto es preciso que tengamos cuidado. Cuando concurramos a la iglesia no apliquemos los sentidos corporales solamente, sino también la mente, el corazón, la razón, la conciencia.

Lo segundo que es de notarse en estos versículos es lo extraño de la acogida que se le hizo a nuestro Señor en su patria.

Vino al pueblo de Nazaret, donde se había criado, y enseñaba en la sinagoga. Sus preceptos eran, sin duda, los mismos que había proclamado en otros lugares.

Más no hizo impresión alguna en medio de los Nazarenos. Se pusieron fuera de sí; mas su corazón no se conmovió. Decíanse entre sí: «¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María?» Y fue porque lo conocían tan de cerca que le despreciaron y se escandalizaron de El. Por esto nuestro Señor observó: « No hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa..

En esta corta narración se nos despliega ante la vista una página sombría de la historia de la raza humana. Por lo común estamos los hombres inclinados a despreciar las bendiciones que recibimos con frecuencia y con prodigalidad. Es doloroso el decirlo, pero es cierto, que en la religión, más que en ninguna otra cosa, se cumple el adagio ingles: «La familiaridad es causa del desprecio..

¿Os imagináis que si hubierais visto a nuestro Señor Jesucristo, y hubierais oído sus palabras, habríais sido leales discípulos suyos? ¿Pensáis que si hubierais vivido cerca de él y hubierais sido testigos oculares de sus hechos, no seríais vacilantes é indecisos en materias religiosas? Acordaos de los habitantes de Nazaret.

Lo último que puede observarse en estos versículos es cuan perniciosa es la incredulidad. El capítulo termina con estas terribles palabras: «No hizo allí muchas maravillas a causa de la incredulidad de ellos..

¡Esa sola palabra expresa la causa de la pérdida de millares de almas! Perecen para siempre, porque no quieren creer. No hay ninguna otra cosa en los cielos o en la tierra que impida su salvación. Por muchas que sean sus culpas pueden obtener el perdón. El Padre está pronto a recibirlos con amor; el Hijo está pronto a limpiarlos con su sangre; el Espíritu está pronto a renovarlos. Más existe un grande obstáculo y es el de que no quieren creer. «No queréis venir a mí,» dice Jesús, «para que tengáis vida..

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