(ii) Tratamos del tercer argumento de Jesús antes del segundo porque hay tanto que decir del segundo que queremos tratarlo por separado. Jesús dijo: « Si Yo estoy expulsando demonios -y eso es algo que no podéis negar-, eso quiere decir que he invadido el territorio de Satanás, y que estoy desvalijando sus fortalezas. Está claro que no se puede entrar en la casa de un hombre poderoso si antes no se le ata y se le deja indefenso. Por tanto, el hecho de que he sido capaz de invadir el territorio de Satanás con éxito es la demostración de que está atado y no tiene poder para resistir.» La escena del hombre fuerte que es atado está tomada de Isa_49:24-26 .
Hay una pregunta que este argumento nos hace querer hacer. ¿Cuándo fue atado el fuerte armado? ¿Cuándo fue encadenado el príncipe de los demonios de forma que Jesús pudiera desmantelar sus defensas? Puede que esa pregunta no tenga respuesta; pero si la, tiene, no puede ser otra que Satanás fue atado por Jesús en las tentaciones del desierto.
A veces sucede que, aunque un ejército no está totalmente fuera de combate, sufre tal derrota que su potencial de lucha ya no es lo que era antes. Ha sufrido pérdidas tan considerables, ha perdido la confianza hasta tal punto que ya no podrá tener la potencia de antes. Cuando Jesús arrostró al tentador en el desierto y le derrotó, sucedió algo tremendamente importante. Satanás se enfrentó por primera vez con Alguien a Quien todas sus asechanzas no podían seducir, ni conquistar todos sus asaltos. Desde entonces Satanás ya no volvió a ser el mismo poder invencible de las tinieblas; es el poder derrotado del pecado. Sus defensas están desmanteladas; todavía no está conquistado, pero ya no es invencible, y Jesús puede ayudar a los Suyos a obtener la victoria que El ganó.
LOS EXORCISTAS JUDÍOS
(iii) Ahora llegamos al segundo argumento de Jesús, que era que los judíos también practicaban el exorcismo; había judíos que expulsaban demonios y realizaban curaciones. Si Jesús estaba practicando exorcismos porque estaba aliado con el príncipe de los demonios, entonces los judíos estarían en el mismo caso, porque trataban de la misma manera las enfermedades y tenían, por lo menos a veces, el mismo resultado. Vamos a mirar las costumbres y los métodos de los exorcistas judíos, que nos presentan un sorprendente contraste con los de Jesús.
Josefo, un historiador de solvencia reconocida, dice que el poder de expulsar demonios era parte de la sabiduría de Salomón, y nos describe un caso que él mismo presenció (Josefo: Antigüedades 8.2.5): «Dios también permitió que Salomón aprendiera la habilidad de expulsar demonios, que es una ciencia útil y que devuelve la salud a las personas. Salomón también componía encantamientos para aliviar la destemplanza. Y dejó técnicas de realizar exorcismos para expulsar demonios de forma que no vuelvan, y este método de cura sigue teniendo una gran vigencia; porque yo he visto a uno de mi propio país, que se llamaba Eleazar, que liberaba a los endemoniados en presencia de Vespasiano, y sus hijos, y sus capitanes, y toda la multitud de sus soldados. La forma de cura era la siguiente: Ponía un anillo que contenía una raíz de las que mencionaba Salomón en las fosas nasales del poseso, tras lo cual sacaba al demonio por la nariz del paciente; y cuando este caía al suelo inmediatamente, conjuraba al demonio para que no volviera, mencionando a Salomón y recitando los encantamientos que él compuso. Y cuando Eleazar quería convencer y persuadir a la audiencia de que tenía tal poder, colocaba a cierta distancia una palangana o un cacharro de agua, y mandaba al demonio que lo volcara, para que el público supiera que había salido de la persona; y de esta manera se mostraba manifiestamente la habilidad y la sabiduría de Salomón.» Aquí tenemos un ejemplo del método judío, y de toda la parafernalia de la magia. ¡Qué diferente de la sencilla palabra de poder que Jesús simplemente pronunciaba!
Josefo tiene más información sobre cómo actuaban los exorcistas judíos. Una cierta raíz se usaba mucho en los exorcismos. Josefo nos lo cuenta: «En el valle de Maqueronte hay una cierta raíz que toma de él su nombre. Su color es como el de una llama, y por la tarde despide una especie de rayos como relámpagos. No es fácil de adquirir, porque se retrae de las manos, ni se deja atrapar sin más hasta que se le echa la orina de una mujer o su sangre menstrual; sí, y hasta entonces produce la muerte a los que la tocan, a menos que uno la tome y se la cuelgue de la mano para llevársela. También hay otra manera de tomarla sin peligro, y es la siguiente: se cava una cerca alrededor hasta que la parte oculta de la raíz sea muy pequeña; entonces se la ata a un perro, y cuando este trata de seguir al que le ató, saca la raíz con facilidad, aunque el perro muere en el acto, como si fuera en lugar del hombre que quería llevarse la planta; después ya no hay por qué tener miedo de cogerla en la mano. Pero después de tanto trabajo para cogerla, no sirve nada más que por la virtud que posee, si se la lleva a una persona enferma, para expulsar lo que llamamos los demonios» (Josefo: Guerras de los judíos 7.6.3). ¡Qué diferencia tan incalculable había entre la palabra de poder de Jesús, y esas artes de hechicería que usaban los exorcistas judíos!
Podemos añadir otra ilustración sobre los exorcismos judíos. Se encuentra en el libro apócrifo o deuterocanónico de Tobías. El ángel le dijo a Tobías que se casara con Sara, la hija de Raquel, que era una joven muy hermosa y con una gran dote y una buena mujer; pero se había casado sucesivamente con siete hombres, que murieron todos la noche de bodas, porque había un demonio que estaba enamorado de Sara y que no dejaba que nadie se le acercara. Tobías tenía miedo, pero el ángel le dijo: « La noche que entres en la cámara nupcial, lleva cenizas aromáticas, y ponlas encima del corazón y el hígado del pez, y haz humo con todo; y el diablo huirá cuando lo huela, y ya no volverá más» (Tobías 6:16). Tobías lo hizo, y el demonio se desvaneció para siempre (Tobías 8:1-4).