Así que aquí hay una doble verdad. El hombre de Dios no debe estar excesivamente pendiente de las cosas materiales, pero el pueblo de Dios no debe nunca faltar a su deber de asegurarse que el hombre o la mujer de Dios recibe un apoyo razonable. Este pasaje impone una obligación tanto en el obrero del Señor como en los que se benefician de su servicio.
LA CONDUCTA DEL MENSAJERO DEL REY
Mateo 10:11-15
Cuando lleguéis a una ciudad o aldea, informaos de quién hay que tenga buena fama, y quedaos en su casa hasta que salgáis de aquel lugar. Cuando entréis en una casa, dadle vuestro saludo. Si la casa es digna, que vuestra paz repose sobre ella; y si no lo es, que vuestra paz se vuelva a vosotros. Si nadie os recibe, ni quiere escuchar vuestras palabras, cuando salgáis de aquella casa o ciudad sacudid de vuestros pies el polvo de allí. Os aseguro que lo tendrá más fácil la tierra de Sodoma y Gomorra el Día del Juicio que esa ciudad.
Aquí tenemos un pasaje lleno de consejos de lo más prácticos para los mensajeros del Rey.
Cuando entraban en una ciudad o pueblo tenían que buscar una casa que fuera digna. La punta de esto está en que si se albergaban en una casa de mala reputación por su moral o por su conducta o por su gente eso dañaría seriamente su utilidad. No tenían que identificarse con nadie que pudiera suponerles un obstáculo. Eso no quiere decir ni por un momento que no debieran tratar de ganar a tales personas para Cristo, pero sí quiere decir que el mensajero de Cristo debe tener cuidado con quién se relaciona.
Cuando se albergaran en una casa tenían que quedarse allí hasta que pasaran a otro lugar. Esto es una cuestión de cortesía. Podrían estar tentados, después de ganar a algunos conversos o simpatizantes en un lugar, a mudarse a una casa que les ofreciera más comodidades, más lujo y mejor compañía. El mensajero de Cristo nunca debe dar la impresión de que busca a las personas para conseguir cosas materiales, y que lo que le dicta sus movimientos es la búsqueda de su propia comodidad.
El pasaje acerca de dar un saludo y de recibir la respuesta de rigor es típicamente oriental. En Oriente, una palabra que se dice se considera que tiene una especie de existencia activa e independiente. Salió de la boca como la bala de un arma de fuego. Esta idea surge regularmente en el Antiguo Testamento, especialmente en relación con las palabras que dice Dios. Isaías oyó decir a Dios: «Por Mí mismo hice juramento, de Mi boca salió palabra en justicia y no será revocada» (Isa_45:23 ). «Así será Mi palabra que sale de Mi boca: No volverá a Mí vacía, sino que hará lo que Yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié» (Isa_55:11 ). Zacarías ve el rollo volador y oye la voz: «Esta es la maldición que se extiende sobre la faz de toda la Tierra» (Zec_5:3).
Hasta el día de hoy en Oriente, si una persona le da su bendición a un viandante y luego descubre que es de otra religión, vuelve a pedirle que le devuelva su bendición. Aquí la idea es que los mensajeros del Rey pueden enviar su bendición para que descanse sobre la casa; y si la casa es indigna de ella, pueden recuperarla.
Si se rechaza su mensaje en algún lugar, los mensajeros del Rey deben sacudirse el polvo de aquel lugar que se les haya pegado a los pies y seguir su camino. Para un judío, el polvo de un pueblo o de una carretera gentiles era contaminante; por tanto, cuando un judío cruzaba la frontera de Palestina y entraba en su patria después de un viaje por tierras gentiles, se sacudía el polvo de las carreteras gentiles de los pies para librarse hasta de la última partícula de contaminación. Así es que Jesús dijo: «Si alguna ciudad o pueblo no os recibe, debéis tratarlos como si fueran lugares gentiles.» De nuevo debemos tener claro lo que Jesús está diciendo. En este pasaje encontramos una verdad coyuntural y una verdad eterna.
(i) La verdad coyuntural es ésta: Jesús no estaba diciendo que hubiera que dejar a nadie fuera del mensaje del Evangelio y del alcance de la gracia. Éstas eran unas instrucciones como las que dio al principio acerca de no ir a los gentiles y a los samaritanos. Se referían a la situación en que se dieron. Esto se debía exclusivamente al factor tiempo; el tiempo era corto; todos los posibles debían oír la proclamación del Reino; así es que no había tiempo para discutir con los diletantes o para tratar de ganar a los testarudos; eso llegaría más tarde. De momento, los discípulos tenían que recorrer el país lo más rápido posible, y por tanto tenían que pasar a otro lugar cuando no se recibía el mensaje que llevaban.
(ii) La verdad permanente es la siguiente. Es uno de los grandes Hechos básicos de la vida que la oportunidad llega a una persona una y otra vez -y ya no se presenta más. Para aquellas personas de Palestina llegaba la oportunidad dé recibir el Evangelio; pero si no la aceptaban, podría ser que no volviera nunca. como dice el proverbio: «Hay tres cosas que nunca vuelven: la palabra hablada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.»
Esto sucede en todas las esferas de la vida. En su autobiografía, Chiaroscuro, Augustus John cuenta un incidente y añade un comentario lacónico. Estaba en Barcelona: «Era hora de salir para Marsella. Había mandado mi equipaje por delante, e iba andando a la estación cuando me encontré a tres gitanas ocupadas en comprar flores en un puesto. Me impresionaron de tal manera su belleza y su elegancia deslumbrante que casi perdí el tren. Hasta cuando llegué a Marsella y me encontré con mi amigo, aquella visión me seguía fascinando, y no tuve más remedio que volver. Pero ya no encontré a las tres gitanas. Eso nunca pasa.» El artista estaba siempre buscando atisbos de belleza que trasladar al lienzo -pero sabía muy bien que si no pintaba la belleza cuando la encontraba, todas las probabilidades estaban en contra de que volviera a captar esa vislumbre otra vez. Lo más trágico de la vida es a menudo la oportunidad perdida.