(iii),Les ofrece una elección; y una persona tiene que escoger a veces entre los lazos más íntimos de la Tierra y la lealtad a Jesucristo.
Bunyan experimentó dramáticamente este dilema. Lo que más le angustiaba en la cárcel era el efecto que tendría en su esposa e hijos. ¿Qué sería de ellos, privados de su apoyo? « El separarme de mi mujer y de mis pobres hijitos se me hacía en este lugar algo tan desgarrador como si me arrancaran la carne de los huesos; y eso, no sólo porque aprecio en gran manera esas bendiciones, sino también porque me venían a menudo a la mente las muchas dificultades, miserias y necesidades que tendría que soportar mi pobre familia si me separaran de ella, especialmente mi pobre hijita ciega, que pesaba en mi corazón más que todo lo demás. ¡Oh, la idea de las adversidades que tendría que pasar mi cieguecita me destrozaba el corazón… ! Pero, volviendo en mí, pensé que lo tenía que aventurar todo por Dios, aunque fuera como separar la uña de la carne. ¡Oh, al verme en esta condición me comparaba con un .hombre que estuviera derribando su casa encima de su esposa e hijos! Pero pensé: Lo tengo que hacer, lo tengo que hacer.» Es verdad que esta terrible disyuntiva no es muy frecuente; por la misericordia de Dios, puede que no se nos presente nunca a muchos de nosotros; pero sigue siendo un hecho que todas las lealtades deben ceder el paso a la lealtad a Dios.
EL PRECIO DE SER UN MENSAJERO DEL REY
(iii) Jesús ofrece una cruz. Los habitantes de Galilea sabían muy bien lo que era una cruz. Cuando el general romano Varo aplastó el levantamiento de Judas el Galileo, crucificó a dos mil judíos; colocando las cruces al borde de todas las carreteras que conducían a Galilea. En la antigüedad, los criminales llevaban a cuestas el travesaño de la cruz al lugar de la ejecución, y los hombres a los que hablaba Jesús habían visto a los reos marchar tambaleándose bajo el peso de las cruces y muriendo en agonía sobre ellas.
Los grandes hombres cuyos nombres están en el cuadro de honor de la fe sabían muy bien lo que estaban haciendo. Después de ser juzgado -en el castillo de Scarborough, George Fox escribió: «Y los oficiales me amenazaban a menudo con que me iban a ahorcar en la muralla… hablaban mucho de ahorcarme. Pero yo les dije que si eso era lo que querían, y los dejaban hacerlo, yo estaba preparado.» Cuando trajeron a Bunyan a presencia del magistrado, dijo: «Señor, la ley de Cristo ofrece dos formas de obediencia: la una, hacer lo que creo en conciencia que estoy obligado a hacer, activamente; y cuando no puedo obedecer activamente, estoy dispuesto a yacer y sufrir lo que me hayan de hacer.»
El cristiano puede que tenga que sacrificar sus ambiciones personales, la tranquilidad y la comodidad que podría haber disfrutado, la carrera que podría haber completado; puede que tenga que renunciar a sus sueños, puede que tenga que darse cuenta de que las cosas luminosas que había vislumbrado no serían nunca para él. Seguramente tendrá que sacrificar su voluntad, porque ningún cristiano puede nunca hacer lo que a él le agrade; tiene que hacer lo que a Cristo Le agrada. En el Cristianismo hay siempre una cruz, porque por eso es la religión de la Cruz.
(iv) Jesús ofrece aventura..Les dijo que el que encuentra su vida es el que la pierde; y el que la pierde, – la encuentra.
Una y otra vez eso ha sido verdad en el sentido más literal. Siempre ha sido verdad que muchas personas hubieran podido salvar la vida fácilmente; pero, si la salvaban, la habrían perdido, porque nunca habría oído nadie hablar de ellos, y habrían perdido el lugar que- ocupan en, la Historia..
Epicteto decía de Sócrates: «Muriendo, se salvó, porque no huyó.» Podría haber salvado la vida; pero en ese- caso, el verdadero Sócrates habría muerto, y no se le habría recordado. Cuando acusaron a Bunyan de negarse a acudir a los cultos de la religión oficial y de celebrar reuniones prohibidas por su cuenta, pensó muy en serio si su deber era salir huyendo para salvar la vida, o mantenerse firme en lo que creía que era la verdad. Como todo el mundo sabe, escogió esto último. T. R. Glover concluye su estudio sobre Bunyan manifestando: «Y suponiendo que le habían comido el coco, y que él había dado su consentimiento a dejar de «abstenerse perniciosa y diabólicamente de ir a la iglesia para escuchar el culto divino,» y dejar de ser «promotor de ciertas reuniones ilegales y conventículos que causaban gran confusión y desviación a los buenos ciudadanos del reino contra las leyes de nuestro soberano señor el rey», Bedford habría preferido mantener a un quinqui antes que a él -y posiblemente no uno- de los mejores, porque no hay nada que demuestre que los renegados resultan buenos pensadores-; pero ¿cuánto habría perdido Inglaterra?»
No hay lugar para una táctica de seguridad en la vida cristiana. El que busca en primer lugar la tranquilidad y la comodidad y la seguridad y el cumplimiento de sus ambiciones personales, puede que obtenga todo eso, pero no será un hombre feliz; porque vino a este mundo para servir a Dios y a sus semejantes. Uno puede amasar la vida, si es eso lo que quiere; pero de esa manera perderá todo lo que hace valiosa la vida para los demás, y digna de vivir para sí mismo. El camino del servicio a sus semejantes, el camino de cumplir el propósito de Dios en nuestra vida, el camino de la verdadera felicidad consiste en gastar la vida generosamente, porque sólo así podemos encontrar la vida, aquí y en el más allá.