Y una vez que reunió a Sus doce discípulos, les dio poder para expulsar los espíritus inmundos y para curar todas las enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero y principal era Simón, también llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás, y el publicano Mateo; Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Celota y Judas Iscariote, que además fue el que Le traicionó.
Metódicamente, pero también dramáticamente, Mateo va desarrollando la historia de Jesús. En el relato del bautismo, Mateo nos muestra a Jesús aceptando Su misión. En el relato de las tentaciones, Mateo nos muestra a Jesús decidiendo el método que usará al embarcarse en Su tarea. En el Sermón del Monte escuchamos las palabras de sabiduría de Jesús. En Mateo 8 vemos las obras de poder de Jesús. En Mateo 9 vemos la creciente oposición concentrándose contra Jesús. Y ahora vemos a Jesús escogiendo Sus hombres.
Cuando un líder está a punto de embarcarse en una gran empresa, lo primero que tiene que hacer es escoger su personal. De ellos dependerá el efecto presente y el éxito futuro de su trabajo. Aquí Jesús está escogiendo Su equipo de personal, los hombres de Su mano derecha, Sus ayudantes en los días de Su humanidad, y los que continuarían Su trabajo cuando Él dejara la Tierra y volviera a Su gloria.
Advertimos dos cosas en estos hombres que no pueden por menos de sorprendernos inmediatamente.
(i) Eran personas normales y corrientes. No tenían riqueza; ni una educación académica; ni posición social. Los escogió de entre la gente, hombres que hacían las cosas ordinarias, que no tenían una educación especial ni compromisos sociales.
Se ha dicho que Jesús .no busca tanto hombres extraordinarios como hombres corrientes que puedan hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien. Jesús ve en cada persona, no sólo lo que es, sino también lo que Él la puede hacer. Jesús escogió a estos hombres, no sólo por lo que eran, sino también por lo que podrían llegar a ser bajo Su influencia y por Su poder.
Nadie tiene por qué pensar que no tiene nada que ofrecer a Jesús, porque Él puede tomar lo que Le pueda ofrecer la persona más corriente y usarlo en grande.
(ii) Eran la mezcla más extraordinaria. Ahí estaba, por ejemplo, Mateo, el ex-cobrador de impuestos. Todo el mundo le consideraría un colaboracionista; alguien que se había vendido por dinero a los invasores de su país, lo contrario de un patriota que amara a su país. Y con Mateo estaba .Simón el Cananita. Lucas (Luk_6:16 ) le llama Simón Zélátés, que quiere decir Simón el Celota (D.R.A.E.).
Josefo (Antigüedades 8.1.6) describe a estos celotas; los llama el cuarto partido judío; los otros tres eran los fariseos, los saduceos y los esenios. Dice que tenían «una inviolable adscripción a la libertad,» y que decían que «Dios había de ser su único Gobernador y Señor.» Estaban dispuestos a arrostrar cualquier clase de muerte por su país y no se acobardaban al ver a sus seres queridos morir en la lucha por la libertad. Se negaban a darle a ningún hombre el nombre y el título de Rey. Tenían una voluntad inamovible que podía soportar cualquier dolor. Estaban preparados hasta a cometer asesinatos secretos para tratar de liberar a su país del dominio extranjero. Eran los patriotas par excellence entre los judíos, los más nacionalistas, que los Romanos consideraban sencillamente terroristas.
Lo natural es que si Simón el Celota se hubiera encontrado con Mateo el Publicano en cualquier otro sitio que no hubiera sido la compañía de Jesús, le habría metido la daga en el cuerpo. Aquí tenemos la estupenda verdad de que hombres que se odian pueden aprender a amarse cuando ambos aman a Jesucristo. Demasiado a menudo la religión ha sido y es un medio para causar divisiones. Estaba diseñada para ser -y en la presencia viva de Jesús era- el- medio para unir a los que sin Cristo estarían irremisiblemente separados.
Podríamos preguntar por qué Jesús escogió doce Apóstoles especiales. La razón es probablemente porque había doce tribus; como en la antigua dispensación había habido doce patriarcas del pueblo de Dios, así en la nueva dispensación hay doce Apóstoles en el nuevo. Israel. El mismo Nuevo Testamento no nos dice gran cosa de estos hombres. Como dice Plummer: «En el Nuevo Testamento es la obra, y no los obreros, lo que se glorifica.» Pero, aunque no sabemos casi nada de ellos, el Nuevo Testamento es muy consciente de su importancia en la Iglesia, porque Apocalipsis nos dice que sus nombres están inscritos en las doce piedras fundacionales de la Santa Ciudad. (Rev_21:14 ). Estos hombres, hombres sencillos sin especial trasfondo, hombres de muchas esferas divergentes, fueron las mismas piedras fundacionales sobre las que se edificó la Iglesia. Es en la casta de hombres y mujeres normales donde se funda la Iglesia de Cristo.