Marcos 4: Enseñando por parábolas

(b) Debe evitar un sentimiento de superioridad. La verdadera enseñanza no consiste en decirle cosas a la gente, sino en aprender juntamente. La idea de Platón era que la enseñanza quería decir sencillamente extraer de la mente y la memoria de los alumnos lo que ya sabían. El maestro que se pone en un pedestal y habla de arriba abajo no tendrá nunca éxito. La verdadera enseñanza consiste en compartir y en descubrir la verdad juntos. Es una exploración en equipo de los paisajes de la mente. Bien lo dijo Antonio Machado:

¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.

Hay ciertas cualidades que siempre debe tratar de adquirir el que desea enseñar.

(a) El maestro debe tener comprensión. Una de las grandes dificultades del experto es comprender por qué el no experto encuentra una cosa tan difícil de entender o de hacer. Al maestro le es necesario pensar con la mente del alumno, y ver con los ojos del alumno antes de poder realmente explicar o impartir ninguna clase de conocimiento.

(b) El maestro debe tener paciencia. El rabino judío Hillel establecía: «Un hombre irascible no puede ser maestro,» e insistía en que la primera cualidad esencial de un maestro es la tranquilidad. Los judíos establecían que si un maestro se daba cuenta de que sus alumnos no comprendían una cosa tenía que empezar otra vez desde el principio sin rencor ni irritación, y explicarlo todo de nuevo. Eso era precisamente lo que hacía Jesús siempre.

(c) El maestro debe tener amabilidad. Las reglas de la enseñanza judía prohibían los castigos excesivos, especialmente los que humillaran al estudiante. El deber del maestro era siempre animar, y nunca desaniMarcos Anna Buchan cuenta que su anciana abuela tenía una frase favorita: «Nunca desanimes a un joven.» Al maestro le es fácil usar el látigo de la lengua con un discípulo de mente saltarina. A menudo es una tentación a apuntarse un tanto haciendo de ese alumno la meta de sarcasmos y agudezas que le convierten en el hazmerreír de la clase. El maestro que es amable nunca lo haría.

Este pasaje también nos muestra al alumno sabio. Nos pinta el cuadro del círculo íntimo al que Jesús podía explicar las cosas real y verdaderamente.

(a) El alumno sabio no se olvida cuando se marcha de la clase. Cuando se va, piensa en lo que ha oído. Lo rumia hasta digerirlo y asimilarlo. Epicteto, el sabio maestro estoico, solía molestarse con algunos de sus alumnos. Decía que las personas deberían usarla filosofía que aprendían, no para discutir, sino para vivir. En una metáfora cruda, decía que las ovejas no vomitan la hierba para que vea el pastor cuánto han comido, sino la digieren y la convierten en lana y leche. El alumno sabio se va, no para olvidar lo que ha aprendido, ni para presumir de ello, sino para meditarlo reposadamente hasta descubrir lo que quiere decir en su caso y en su vida.

(b) Por encima de todo, el alumno sabio busca la compañía de su maestro. Después de oír a Jesús, las muchedumbres se dispersaban; pero había una pequeña compañía que se quedaba con Él y no tenía prisa en marcharse. Era a ellos a los que Jesús desarrollaba el sentido de cada cosa. En último análisis, si uno es de veras un gran maestro no es tanto su enseñanza lo que se quiere conocer, sino a él mismo. Su mensaje siempre consistirá, no tanto en lo que dice sino en cómo es. Él que quiere aprender de Cristo debe buscarle y estar en Su compañía. Si lo hace ganará, no sólo conocimientos, sino la vida misma.

LA PAZ DE LA PRESENCIA

Cuando llegó la tarde de aquel día, Jesús les dijo: -Vamos a cruzar a la otra orilla.

Así que se apartaron de las multitudes y Le tomaron a Jesús tal como estaba en su barca. Y había otras barcas allí.

Entonces se levantó una gran tempestad de viento, y las olas combatían la barca, que estaba a punto de anegarse. Y Jesús estaba a la popa, durmiendo apoyado en un cabezal. Los discípulos Le despertaron diciéndole:

-¡Maestro! ¿Es que no te importa que perezcamos?

Así que, cuando Le despertaron, El se dirigió con autoridad al viento , y al mar y les dijo:

-¡Cállate! ¡Cálmate!

Y el viento amainó, y se produjo una gran calma. Jesús, les dijo:

¿Por qué teníais miedo? ¿Es que todavía no tenéis fe? Y ellos estaban embargados de un profundo temor, y se decían unos a otros:

-¿Quién va a resultar Éste? ¡Porque hasta el viento y la mar Le obedecen!

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