HÁGASE TU VOLUNTAD
Marcos 14:32-42
Llegaron a un lugar que se llamaba Getsemaní. Jesús les dijo a Sus discípulos:
-Sentaos aquí mientras Yo hago oración.
Llevó consigo a Pedro y Santiago y Juan, y empezó a deprimirse y angustiarse y les dijo:
-Estoy a punto de morir de pura angustia. Quedaos aquí y manteneos bien despiertos.
Se apartó un poco más adelante, y Se postró en tierra pidiendo que, si era posible, esa hora pasara de Él. Y decía:
-¡Abbá, Padre! Todo Te es posible a Ti. Retira de Mí este cáliz; pero no sea lo que Yo quiero, sino lo que quieras Tú.
Volvió al poco tiempo, y Se los encontró dormidos. Y le dijo a Pedro:
-Simón, ¿estás dormido? ¿Nos has podido mantenerte despierto ni una hora? Manteneos despiertos y en oración, no sea que os sorprenda la prueba. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
Y de nuevo se apartó a orar con las mismas palabras. Y volvió otra vez, y Se los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Y no sabían qué decirle. Y Él vino aún la tercera vez, y les dijo:
-Ya podéis dormir. Ahora descansad. Ya basta. Ha llegado el momento. ¡Mirad! El Hijo del Hombre es entregado a manos de pecadores. ¡Levantaos! ¡Vámonos! Ha llegado el que Me ha traicionado.
Este es un pasaje que casi nos da miedo leer, porque nos introduce en la agonía privada de Jesús.
Haberse quedado en el aposento alto habría sido peligroso. Con las autoridades en Su búsqueda, y con Judas decidido a traicionarle, el aposento alto podía haber sido una encerrona. Pero Jesús tenía otro lugar al que retirarse. El hecho de que Judas supiera que podía encontrarle en Getsemaní muestra que Jesús tenía costumbre de ir allí. En la misma Jerusalén no había jardines. La ciudad estaba demasiado abarrotada; y había una curiosa ley que prohibía que el suelo santo de la ciudad se contaminara con el estiércol de los jardines. Pero algunos de los ricos tenían jardines privados en el monte de los Olivos, adonde se retiraban a descansar. Jesús tiene que haber tenido algún amigo suficientemente acomodado que Le permitía usar su jardín por la noche.
Cuando Jesús fue a Getsemaní había dos cosas que necesitaba perentoriamente. Necesitaba la compañía humana, y necesitaba la compañía de Dios. «No es bueno que el hombre esté solo,» había dicho Dios en el principio Gen_2:18 ). En momentos de angustia queremos tener a alguien con nosotros. No es que queramos que haga nada en particular, ni que queramos decirle nada ni que nos hable. Simplemente que esté con nosotros. Así Le pasaba a Jesús. Es extraño que los hombres que hacía poco habían asegurado que estaban dispuestos a morir por El no pudieran- mantenerse despiertos con Él ni siquiera una hora. Pero no podemos culparlos, porque la emoción y la tensión los habían drenado de fuerza y de resistencia.
Algunas cosas de Jesús aparecen claras en este pasaje.
(i) No quería morir. Tenía treinta y tres años, y nadie quiere morir cuando se encuentra en los mejores años de su vida. Había hecho tan poco, y había un mundo que esperaba salvarse. Sabía lo que era la crucifixión, y no podía por menos de sobrecogerle. Tenía que obligarse a seguir adelante -como nos sucede a veces a todos los seres humanos; aunque en Su caso la lucha y la perspectiva eran incalculablemente más terribles.
(ii) No entendía totalmente por qué tenía que morir. Sólo sabía sin ningún lugar a dudas que era la voluntad de Dios, y que Él tenía que seguir adelante. Jesús, también, tuvo que emprender la gran aventura de la fe, aceptando -como nos corresponde muchas veces a los seres humanos- lo que no podía comprender.
(iii) Se sometió a la voluntad de Dios. Abbá es la palabra aramea para Papá. Esa era la palabra clave que lo aclaraba todo. Thomas Hardy termina su novela Tess, después de contarnos su trágica vida, con la terrible frase: «El presidente de los inmortales había acabado de jugar con Tess.» Jesús no se estaba sometiendo a un Dios tiránico o dictatorial.
Como con piezas de ajedrez Él juega en tablero de días y de noches moviéndolas, les da jaque y las mata y las mete en la caja sin reproches.