Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los Panes sin Levadura, cuando los principales sacerdotes y los maestros de la Ley estaban tratando de encontrar la forma de apresar a Jesús mediante alguna estratagema y matarle; porque decían:
-Esto no hay que hacerlo durante la misma fiesta, no sea que se produzca un alboroto entre la gente.
El u ltimo, denso, acto de la vida de Jesús estaba ya a punto de empezar. La fiesta de la Pascua y la de los Panes sin Levadura eran realmente dos cosas diferentes. La fiesta de la Pascua caía el 14 de Nisán, es decir, a mediados de abril. La fiesta de los Ázimos, o de los Panes sin Levadura, consistía en siete días a partir de la Pascua. La Pascua misma era una de las mayores fiestas, y se guardaba como un sábado; la de los Panes sin Levadura se consideraba una festividad menor y, aunque no se podía empezar durante ella ningún trabajo nuevo, se permitía hacer cualquier trabajo «que fuera necesario para el interés público, o para proveer el mantenimiento, o para remediar o evitar alguna pérdida privada.» El día realmente grande era el de la Pascua.
La Pascua era una de las tres grandes fiestas de guardar. Las otras dos eran Pentecostés y Tabernáculos. A estas fiestas estaban obligados a acudir a Jerusalén todos los varones judíos adultos que vivieran en un radio de 25 kilómetros.
La Pascua tenía un doble significado.
(a) Tenía una significación histórica (Éxodo 12). -Conmemoraba la liberación de los israelitas de la cautividad de Egipto. Dios había enviado a Egipto una plaga tras otra, y, cuando se producía cada una, el Faraón prometía dejar salir al pueblo; pero, en cuanto remitía la plaga, endurecía el corazón y se volvía atrás de lo dicho. Finalmente llegó una terrible noche cuando el ángel de la muerte había de pasar por toda la tierra de Egipto matando a los primogénitos de todos los hogares. Los israelitas tenían que matar un cordero o cabrito de un año, y usando un manojo de hisopo, untar el dintel y los lados de las puertas con su sangre para que, cuando el ángel de la muerte viera la puerta así marcada, pasara por alto aquella casa, cuyos ocupantes estarían a salvo. Antes de ponerse en camino hacia la libertad, los israelitas tenían que cenar cordero asado y pan sin leudar. Era aquel «pasar por alto» -que es lo que quiere decir la palabra pesaj, pascua-, aquella liberación y aquella u ltima cena lo que el pueblo de Israel conmemoraba y conmemora la fiesta de la Pascua.
(b) Tenía un significado agrícola. Marcaba la recolección de la cosecha de la cebada. Se mecía delante del Señor una gavilla de cebada (Lev_23:1 Os). Hasta que se había hecho eso no se podía vender en las tiendas ni comer el pan hecho con la harina de la nueva cosecha.
Se hacían todos los preparativos imaginables para la Pascua. Con un mes de antelación se exponía su significado en las sinagogas, y se enseñaba diariamente en las escuelas. El objetivo era que nadie ignorara o no estuviera preparado para la fiesta. Todas las carreteras se ponían en orden, y se reparaban los puentes. Y se hacía otra cosa muy especial. Entonces era muy comente enterrar los muertos a la orilla de la carretera. Ahora bien: si un peregrino tocaba, aunque fuera sin darse cuenta, una de esas tumbas, quedaba en estado de impureza legal como si hubiera tocado un cadáver, y no sería apto para toMarcos parte en la fiesta.
Así que, antes de la Pascua, todas las tumbas al borde de la carretera se enjalbegaban para que se vieran, y los peregrinos las pudieran evitar. Los Salmos 120 a 134 se llaman Cánticos graduales, porque estos eran los Salmos que cantaban los peregrinos al ascender a Jerusalén para la fiesta para hacer más ligera la marcha. Se dice que el Salmo 122 era el que se cantaba precisamente al escalar la colina del Templo en la u ltima etapa del viaje.
Como ya hemos visto, era obligatorio para todos los varones judíos adultos que vivieran en un radio de 25 kilómetros el ir a la Pascua; pero venían muchos más que esos. Era la ambición suprema de todos los judíos de la diáspora el comer la pascua en Jerusalén por lo menos una vez en la vida. Por tanto, los peregrinos fluían desde todos los países del mundo a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Durante ese tiempo el alojamiento era gratuito. Está claro que Jerusalén sola no podía albergar en su seno tales multitudes; así es que, en los pueblos cercanos, entre los que se encontraban Betania y Betfagué, se alojaban muchos de aquellos peregrinos.
Un pasaje de Josefo nos da una idea del número de peregrinos que acudían. Nos cuenta que Cestio, gobernador de Palestina alrededor del año 65 d C., tenía alguna dificultad para persuadir a Nerón de la gran importancia que tenía la religión judía. Para impresionarle, le pidió al entonces sumo sacerdote que hiciera un censo de los corderos que se mataban para la Pascua. El número, según Josefo, fue 256,500. La Ley establecía que debía haber un mínimo de diez personas por cada cordero; así que tiene que haber habido como 3,000,000 de gente en Jerusalén aquel año.